
No por estar anunciado a bombo y platillo ha sido menos doloroso e imprevisto. El 'Día de la Liberación' del 2 de abril programado por Donald Trump, que la...
No por estar anunciado a bombo y platillo ha sido menos doloroso e imprevisto. El 'Día de la Liberación' del 2 de abril programado por Donald Trump, que la revista The Economist ha rebautizado esta semana como el 'Día de la Ruina', se ha convertido en una jornada para la infamia y en un acto de guerra comercial de consecuencias impredecibles para Estados Unidos y los principales países con los que comerciaba hasta ahora. Los aranceles universales del 10% y los enriquecidos con esteroides para China (34%), los países de la Unión Europea (20%) y las principales naciones de Asia colocan a todas estas economías al borde de la recesión económica, incluida la de Estados Unidos.
Oficialmente, Trump pretende relocalizar hacia EEUU las cadenas de suministro y fabricación de todo tipo de industrias. Oficiosamente, el objetivo directo en el que pocos han reparado es abaratar sus fuentes de financiación forzando una rebaja de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed). El motivo no es otro que el verdadero problema que tiene entre manos la Administración Trump, quizá el mayor de todos, que puede erigirse en 'casus belli' oculta tras los aranceles.
La deuda pública de Estados Unidos está descontrolada por completo. Con más de 36,2 billones de dólares al cierre de 2024, la carga que tiene que soportar Washington se ha disparado hasta los 1,12 billones de dólares anuales sólo en el pago de intereses, el doble que hace solo tres años cuando los tipos de interés estaban en la zona cero como estímulo por la pandemia.
Ya no es sólo que el Gobierno federal destine más dinero a pagar intereses a sus acreedores que a financiar su presupuesto de Defensa, como se comenta ya incluso en las tertulias televisivas, sino lo que significa. El riesgo de default (impago) para el país se hace cada vez más patente en el caso de alguno de los grandes propietarios de su deuda extranjeros, como China, Japón o algún país europeo buscase el reembolso de su capital.
Los continuos mensajes de presión de Trump al presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, no deben verse con extrañeza, sino alineados con ese problema financiero con el que debe lidiar la Administración republicana. EEUU necesita tasas de interés más bajas -actualmente se encuentran en el rango del 4,25-4,5%- para reducir es mastodóntica factura que ata de pies y manos la agenda de Trump.
En este sentido, la principal misión del gran villano mediático en el equipo trumpista, el multimillonario Elon Musk, no es otra que cuadrar las cuentas públicas buscando cómo recortar el gasto. El fundador de SpaceX o Tesla prometió desplegar hasta 2 billones de dólares de recortes presupuestarios en forma de despidos, cierre de departamentos, eliminación de subvenciones y renegociación de contratos públicos.
Todavía está en ello mientras sus empresas viven una crisis reputacional en todo el mundo por su papel en el Gobierno estadounidense. La puesta en marcha de aranceles a las importaciones de otros países junto a las rebajas de tipos de interés de la Fed y la reflación que se generará a corto plazo por culpa de los aranceles parecen ser la solución que busca Trump a los problemas con la deuda. Ese parece ser el plan, calculado o no, que se encuentra detrás del caos desatado estos días, con capacidad para generar una gran crisis financiera.
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