Valencia, de ciudad de los 15 minutos… a comenzar a dejar de serlo

Valencia, de ciudad de los 15 minutos… a comenzar a dejar de serlo

El gurú del urbanismo a la parisina, Carlos Moreno, etiquetó y exportó la idea de la planificación en proximidad: la ciudad de los 15 minutos. Con el auspicio de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, la capital francesa se situó a la vanguardia de una utopía que viene a ser el antídoto contra las ciudades distantes, poco humanas, escasamente comunitarias.

En una deriva sorprendente que sirve de termómetro para medir la manera con la que buena parte de nuestras ciudades se cuentan, lugares como Valencia compraron el producto, cargado de buenas intenciones. Y automáticamente cayeron en la trampa de considerar el relato y obviar el dato. Valencia, desde 2020 y como parte de un urbanismo postraumático con el que readaptarse tras el covid, hizo de la estrategia de los 15 minutos parte de su bandera. 15 minutos de casa al trabajo, 15 minutos de casa a la compra, 15 minutos de casa a una zona verde, 15 minutos…

¡A quién le puede parecer mal estar cerca, tener las cosas cerca, poder moverse cerca! Bueno, sí, hay gente a la que le pareció mal. Programas como El gato al agua protagonizaron por entonces soflamas críticas: “Una nueva amenaza se cierne sobre la humanidad. Las élites globalistas quieren encerrarle a usted en su barrio”, se escuchó allí.

Pero el problema, para el común de los mortales, era bien diferente al de ese supuesto encapsulamiento en una unidad tan peligrosa llamada… ¡barrio! El problema tenía que ver con que en el momento en el que una ciudad como Valencia proclamaba sus intenciones de convertirse a los 15 minutos, estaba dejándolo de ser a pasos agigantados. No por una causa-efecto, sino porque el relato impedía entender la realidad.

Laura Prieto

Como Barcelona o Palma de Mallorca, Valencia, arquetipo de ciudad mediterránea, ha basado históricamente en la aglomeración de proximidad el éxito de su modelo. Valencia tiene tres enclaves que explican a la perfección su funcionamiento como lugar que fue creciendo incorporando núcleos preexistentes y ensanchando su círculo en torno a ellos.

Benimaclet, en la dirección norte, está compuesto en parte de casas bajas, es uno de los barrios más genuinos, con una estructura social formada por población asentada con unas cuantas décadas y generaciones en sus calles, sumada al cambio que cada año, con el inicio del curso, traen los nuevos estudiantes, hasta hace poco atraídos por habitaciones baratas, cercanía universitaria y un ambiente propicio. La costumbre de salir a la fresca, con las sillas frente al portal, a pie de calle, sigue siendo habitual en algunas de sus rutas, al caer la noche en primavera-verano. Campanar, hacia el oeste, ha crecido tanto que el pueblo originario pasa por ser el Viejo Campanar. Tiene una plaza con campanario, casitas con fachadas vistosas y niños jugando los domingos por la mañana. Si alguien cae allí de repente, no imagina que a pocos metros encontrará la Avenida Pío XII y la de las Cortes Valenciana, una recta densa y ruidosa. A media hora en bus (con el 98) y a una buena hora y pico a pie, al encuentro con el salitre el Cabanyal es el pueblo marinero por excelencia, que tras salvarse del desarrollismo mal entendido se enfrenta a una de esas grandes paradojas: está tan de moda, después de embellecer parte de su estructura urbana, que sus vecinos de siempre tienen complicado seguir viviendo allí.

E. Sanz

Los tres pueblos, aunque hay unos cuantos más, son un ejemplo de la ciudad de los 15 minutos a la valenciana. Tienen un nivel de autosuficiencia elevado. En cambio, son tres de los barrios donde el alquiler más se ha disparado en los últimos años. En El Cabanyal, en el paso de 2015 a 2022, lo hizo en casi un 60%; en Benimaclet un 46,4%, en Campanar cerca de un 40%. En 2024 alquilar en Poblats Marítims (el distrito donde se integra el Cabanyal) ya costaba de media más de mil euros.

En el encuentro entre el lugar donde trabajar y el lugar donde poder vivir, los tiempos tienden a alargarse porque quien no puede comprar los minutos con dinero (esto es, no alcanzar para pagar el alquiler cerca de donde se trabaja), acaba pagándolo con una mayor distancia. Es lo que Esteban Hernández, en estas mismas páginas, ha calificado como "rebranding", esto es: vender "algo habitual mediante un término nuevo".

El mismo aviso que da la Universidad de Bristol, en el informe Urban Studies: “…para evitar intervenciones de arriba abajo dirigidas por el marketing de cada barrio, es importante considerar los riesgos potenciales de la gentrificación relacionados con la integración de la mezcla, servicios mejorados y nuevas infraestructuras de movilidad en las áreas urbanas marginalizadas”.

Héctor García Barnés

Mientras Valencia adoptó para sí algo que ya tenía, la ciudad de los 15 minutos, comenzó a poner en peligro ese mismo modelo de ciudad. Una consecuencia de una estrategia basada en exceso en aquello que ocurría de puertas para afuera, y con apenas hincapié en lo que pasaba puertas adentro.



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