Los cinco pasos del 'grooming', el acoso por Internet a menores


         Los cinco pasos del 'grooming', el acoso por Internet a menores

Los cinco pasos del 'online grooming', el acoso por Internet a menores

ITER CRIMINIS por Carmen Corazzini

La conoció en un campamento, era hija de un amigo suyo. Ella tenía 14 años y él más de 30. Se intercambiaron los teléfonos y en poco tiempo la convenció para entrar en su juego. Las fotografías subidas de tono sirvieron de antesala a manuales de BDSM. Todo tipo de técnicas de adiestramiento y reglas precisas que ella debía acatar. Así, dio inicio un vórtice sexual alimentado por el online grooming que ha culminado en juicio, ahora visto para sentencia. Un caso ocurrido en Canarias que, lejos de lo anecdótico, refleja una realidad escondida entre los submundos de la red.

El online grooming es un tipo de acoso en línea en el que un adulto manipula a un menor con el objetivo de establecer un vínculo emocional y sexual. Suelen llevarlo a cabo hombres de un amplio perfil, la mayoría sin antecedentes penales, que se aprovechan de la ingenuidad de niños y niñas. Según un estudio de Safe The Children, el perfil de la víctima abarca, sobretodo, menores de entre 12 y 15 años. El 57,4% son niñas y el 42,5%, niños. Una dinámica que busca prepararlos para la explotación sexual, ya sea en el entorno virtual o en encuentros presenciales. Se valen de su inmadurez para arrebatarles toda libertad, dignidad e inocencia a través de un modus operandi de cinco pasos.

El agresor puede conocer a la víctima de antes o buscarla por Internet. Lo habitual es la consolidación del contacto a través de redes sociales, juegos online o aplicaciones de mensajería. Tras una búsqueda de candidatos potenciales, el acosador escoge su objetivo y se hace pasar por alguien fiable. Poco a poco va tejiendo la relación a base de manipulación psicológica.

La víctima se aísla, favoreciendo un campo abierto para el abuso y la depravación

El primer paso es la construcción de la confianza. El acosador empieza mostrando interés por la vida del niño, le suelta cumplidos y simula aficiones compartidas. Adapta su lenguaje, le escucha, se irgue como confidente, amigo y mentor. Pero es todo mentira. Lo que subyace es su satisfacción sexual. Después de haber creado un escenario de confianza, el segundo objetivo consiste en instigar al menor a mantener la relación en secreto, como si el silencio la convirtiese en un vínculo aún más emocionante y seductor. De esta manera, la víctima se aísla, favoreciendo un campo abierto para el abuso y la depravación.

Después de distanciar al niño de su entorno, se produce el tercer escalón, la seguridad del agresor. El adulto indaga en su círculo cercano. Necesita descubrir si dispone de una red de apoyo firme, si tiene amigos, cómo es su rutina y si alguien más puede acceder a sus conversaciones online. Una vez garantizado su anonimato y valorados los riesgos, da comienzo el goteo de contenido sexual.

Entre distintos temas de conversación, el adulto va colando fantasías eróticas, imágenes o vídeos. Con la cuarta fase se busca familiarizar al niño con el vocabulario, las conductas y la variedad de prácticas sexuales. Una vez afianzado el tono se producen las peticiones. Es el quinto paso, el de la acción. Aquí comienza el intercambio de contenido sexual. Ya sea aprovechándose de su confianza o a través del chantaje y la coerción, el agresor busca su propia gratificación y, en última instancia, los encuentros virtuales se trasladan a la realidad. Se consagran el abuso sexual, la explotación, corrupción de menores, exhibicionismo, extorsión y otro despreciable etcétera de delitos asociados. Y no solo.

“¿Sabes lo que implica ser sumisa?”, “prepara el material para la foto de buenos días”. En el caso de Canarias la realidad se configuró a través de juegos con cuerdas, pinzas o elásticos. “Haz los deberes del instituto y luego ensaya las posturas que te pasé”. Reglas definidas sobre el uso del material y palabras secretas. Un universo,

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