Si el pueblo marinero del Cabanyal, hecho barrio carismático de Valencia, fuera el personaje de una historia (¿es que no lo es?), sería uno cargado de memoria, rostro lleno de salitre, que miraba a la ciudad desde la distancia prudencial, y era visto por la ciudad con más lejanía. Un personaje amedrentado por el poder, hasta querer tumbarlo, y que tras levantarse de la lona busca conservar su personalidad sin convertirse en uno más.
Quizá porque es uno de los entornos que ha quedado más al margen de la homogeneización urbana, es también uno de los entornos literarios del momento. Uno de sus embajadores es el escritor Felip Bens, vecino y autor de la saga de los Forlati en el que un detective (Larry Forlati) y su memoria familiar circulan por el mundo con la sombra del Cabanyal presente (su última novela es Toronto. El exilio de Larry Forlati (Ed.Drassana). Por otra parte Ginés S. Cutillas, con El diablo tras el jardín (Ed.Pre-textos) ha regresado a su infancia, en una historia en la cual el Cabanyal se convierte en el entorno del fin de la adolescencia. Ambos explican de qué manera el barrio apareció y creció a través de sus páginas. Los motivos por los que es un buen epicentro literario.
Felip Bens enmarca así la decisión de que fuera en el pueblo marinero donde se dibujaran las entretelas del poder mafioso de su saga: “El Cabanyal de 1930 es una sociedad cohesionada, que ha tenido que autogestionarse por el aislamiento absoluto respecto a Valencia, que ha sobrevivido solidariamente, pese a los grandes contrastes: en el pueblo viven al límite, y en los balnearios toman baños los burgueses de la ciudad, junto a los marineros, que se juegan la vida a diario. También una sociedad donde la iniciativa privada ha asumido funciones de estado y los ciudadanos prácticamente se rigen por unas normas propias ancestrales, las de las gentes del mar, algo que recuerda el origen de la mafia en el sur de Italia y Sicilia".
"Me interesaba mucho esa conexión, que además tiene visos de realidad histórica, sin necesidad de remontarse hasta los dominios marítimos de la Corona de Aragón. En aquel momento hay un colchón de cinco kilómetros de huertas entre Valencia y el Cabanyal-Grau, con apenas vías de comunicación. Eso fue así durante décadas. Se rompe con la destrucción de la trama urbana modernista, con el proyecto de la prolongación de Blasco Ibáñez, el delirio de una alcaldesa que pretendió trazar las coordenadas para el mayor pelotazo urbanístico de la historia de Valencia".
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En parte consiguió su objetivo: aunque la prolongación nunca se ejecutara, el proyecto partió el pueblo en dos, provocó la emigración de toda una generación y, en definitiva, allanó el terreno para la actual especulación. "Incluso los Forlati se mudaron a un palacio de la calle Cavallers. Sólo la tía Cesca ha resistido en la casa familiar del Cabanyal”.
En la evolución de sus personajes (desde El caso Forlati, la primera novela), y en paralelo a la historia presente, los flashbacks viajan al Cabanyal para mostrar cómo se forjó el imperio familiar. “Me interesa que la Valencia marítima tome un gran protagonismo y pasen dos tercios del siglo XX a través suyo, mientras los Forlati se van haciendo importantes. Cuando Larry llega, apenas conoce nada, pero aquel Cabanyal de hace casi un cuarto de siglo aún no tenía la herida letal que le legó Rita Barberà ni la del posterior intento de turistificación, que está en marcha ahora mismo”.
Para Bens era importante “reflejar aquel Cabanyal que aún tenía la esperanza de preservar su identidad, de recuperarse de los proyectos faraónicos que sufrió, de reconciliarse con la ciudad y escorarla hacia el mar. Todo ello sin caer en la nostalgia. No hay juicio. Tal vez lo esté haciendo ahora, al explicártelo. En las novelas sólo hay exposición”. En el caso de Ginés S.Cutillas el objetivo principal era escribir una novela sobre la infancia. “Y la mía, inevitablemente, pasaba por el barrio, aunque llevo casi media vida fuera de Valencia”, explica.
“Es cierto que el espacio físico tiene un papel relevante en la obra, pero los lectores han sabido obviar este pequeño detalle de la localización y han compartido sus infancias con las mías a partir del libro, porque en el fondo se habla de una época, los ochenta, cuando los críos todavía se juntaban en pandillas en la calle y jugaban en grupo, y no podías volver a casa antes de la hora de la cena. (…) Por otra parte, y eso sí que lo tuve claro, quería hacer un homenaje a mi barrio natal, a mis raíces, a mis amigos de toda la vida, a la familia. Somos eso”.
Fue un viaje, en parte, en el que recolocó las propias piezas de sus recuerdos. “El escenario lo tenía tan interiorizado que la propia acción del texto me iba dictando en qué calle o en qué lugar en concreto iría mejor que la localizase. Es una novela muy visual y, aunque no hace falta conocer el barrio para compartir con los protagonistas los estímulos de cada uno de los espacios propuestos, aquellos que los reconozcan, lo disfrutarán mucho porque están elegidos con extrema precisión, justo para despertar unos sentimientos en el lector y no otros. No tenía más que revisitar los lugares de mi infancia y atribuírselos a mis personajes. He aprovechado, cómo no, para recordar negocios que ya no existen (o han cambiado de dueños), pero que fueron cruciales en la vida del barrio”.
Aunque, como en muchas otras cosas, Blasco Ibáñez fue pionero y con Flor de mayo situó la primera gran novela del Cabanyal (“fija la forma de ser de los cabanyaleros en 1895, que se hunde en la relación dramática de las familias con el mar”, indica Bens), ¿qué convierte ahora al Cabanyal en un nuevo lugar de novela? Felip Bens: “Porque es un buen lugar donde contar historias. Porque contiene el poso de lo auténtico. La sempiterna relación con el mar, el modernismo popular, personajes y episodios históricos, la lucha permanente contra el aislamiento, cuando no la destrucción urbanística, la forma de ser de sus habitantes.
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También es un lugar que revienta los sentidos por su belleza inconcreta, su luz, las inquietudes que se respiran, el mestizaje, las contradicciones, la resistencia, la gastronomía, el gran mercado de Valencia tras el mejor de Europa, la playa y el puerto, las tradiciones…”. Como sucede en la mayoría de ‘barrios literarios’, queda el riesgo de que su realidad quede atrapada en el pasado: “Sería complicado situar una novela como El diablo tras el jardín en el Cabanyal actual”, dice Cutilllas. “Primero porque el perfil de vecino ha cambiado, y segundo porque ya no se ven pandillas de niños jugando en la calle".
El barrio está más de moda que nunca. "Con la deslocalización del trabajo, los profesionales buscan sitios amables donde estar una vez apagan el ordenador. (…) Se busca conciliar la vida, el espacio, el trabajo, la familia… Y ahí el Cabanyal gana de calle. También tiene su contrapartida, claro. Muchas inversoras han comprado bloques enteros para invertir y se han elevado los precios del mercado hasta unos niveles dramáticos para la propia gente del barrio”.
Quizá las próximas novelas del Cabanyal están escribiéndose ya a partir de sus conflictos inmobiliarios.
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