Un paseo por las viejas rutas de Madrid: tabernas, crímenes y oficios desaparecidos

Un paseo por las viejas rutas de Madrid: tabernas, crímenes y oficios desaparecidos

El boom turístico que experimenta Madrid desde hace años hace que el centro de la capital esté poblado de grupos de turistas que siguen con fervor un paraguas que con ahínco sujeta un guía. Los hay que buscan conocer sus grandes monumentos, la historia que albergan sus edificios más imponentes, qué se esconde tras las calles que pisan miles de personas cada día. Sin embargo, una pequeña brecha se abre en otro tipo de rutas algo menos conocidas que desempolvan las crónicas sobre los temas más dispares. Bienvenidos, bienvenidas, a un paseo por el Madrid de las tabernas centenarias, los crímenes que en sus rincones se cometieron y los viejos oficios ya desaparecidos que un día poblaron sus esquinas.

Miguel Ángel Mora es una de las personas que se echa a la calle casi todos los sábados para realizar la ruta sobre las tabernas centenarias de Madrid. Este arqueólogo de profesión y divulgador cultural cuenta que el recorrido surgió como una clase más de las que imparte como docente de historia en los centros culturales del Ayuntamiento. En torno a seis personas suelen acudir cada día a la cita, que comienza en la calle Tabernillas. "Ahí cuento el surgimiento de estas tabernas, también a nivel mundial. Mucha gente no sabe que su regulación existe hasta en el Código de Hammurabi", inicia su relato.

De la conspiración al vermú

En las tabernas madrileñas ha pasado absolutamente de todo. Estos eran los espacios preferidos para organizar las tramas políticas que a lo largo de los años han sacudido el país, como sucede en el Lhardy. "Ahí solía acudir Niceto Alcalá-Zamora, Isabel II y la espía Mata Hari, pero también ocurrió en la cafetería Galaxia de Moncloa, donde se fraguó el golpe de Estado de 1981", comenta este divulgador que desde hace unos tres años utiliza la plataforma Civitatis para promocionar sus rutas.

M. Nevot

El recorrido sigue por Casa Lucio y por Casa Paco, ya en la plaza de Puerta Cerrada. Luego continúa por Sobrino de Botín, justo antes de recalar en la taberna más antigua de Madrid, la de Antonio Sánchez, situada en Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés. Unos metros más allá de paseo son suficientes para llegar a la próxima parada en el Barrio de las Letras. En la calle Huertas van a Casa Alberto, y en la plaza de Santa Ana visitan la Cervecería Alemana.

Casi al lado del Teatro Español está Viva Madrid, donde el grupo para a tomar un vermú. Más tarde, siguen su trayecto hacia la Casa del Abuelo, en la calle Victoria. Terminan este particular viaje en el pasaje Matheu, donde Mora explica cómo surgieron las terrazas en la capital. "La duración de la ruta depende, porque mucha gente empieza a beber por el camino y no hay manera de sacarla", comenta con cierta sorna.

De todas formas, suele durar en torno a dos horas y media. "Aquí viene mucha gente porque le interesa el tema, pero otra tanta lo hace por conocer gente. Como casi terminas con un vermú, eso ayuda mucho a que incluso luego entre ellos sigan por ahí tomando algo. Sé de personas que se conocieron en esta ruta y se han dado los contactos para seguir quedando entre ellas", explica el profesor de historia.

Los escondites más truculentos de Madrid

El gusto personal por el terror, los asesinatos y la crónica negra en general hizo que Elena Moral impulsara una ruta por los crímenes de Madrid. Ella es dueña de Cooltours, pequeña empresa que formó junto a una amiga el año pasado y que utiliza la plataforma Atrápalo para gestionar las visitas. Este viaje repleto de oscuridad y sangre comienza en la Plaza Mayor: "Ahí comentamos que fue el principal escenario para las ejecuciones públicas en la ciudad, sobre todo cuando estaba activa la Santa Inquisición, antes de que en 1808 fuera abolida por los franceses", comenta.

La siguiente parada no está muy lejos. En el antiguo y conocido como callejón del Infierno relatan la historia de los primeros asesinatos que se conocen en la capital. Por ejemplo, hablan de un cura que intentó asesinar a la reina Isabel II en una misa, "algo que habría cambiado la historia de España por completo", apunta Moral.

De ahí pasan a la plaza de Puerta Cerrada, donde comparten la historia de los crímenes de la taberna del Lobo Feroz. "Un hombre conocido como el legionario que regentaba esta taberna asesinó a dos prostitutas y lo intentó con una tercera. Pasaron los años con los cadáveres escondidos en la taberna hasta que esta cambió de dueño en 1987 y salieron a la luz", explica la guía.

La Plaza Mayor de Madrid. (Reuters)La Plaza Mayor de Madrid. (Reuters) La Plaza Mayor de Madrid. (Reuters)

Más tarde recorren el Arco de Cuchilleros, donde cuentan la historia del conocido como "matamendigos", Francisco García Escalero, un asesino en serie que segó la vida a 11 personas. Terminó acusado de necrofilia y canibalismo. "Muy terrorífico", describe Elena Moral.

Tras pasar por la zona de la iglesia de las Carboneras, el grupo conoce por qué la calle más maldita de Madrid es la de Antonio Grilo. "En ella se han producido nueve asesinatos. El primero a finales del siglo XVIII y el más reciente en 1962", introduce esta experta en los crímenes de Madrid. Después pasan a la calle del Codo. Ahí cuentan la truculenta historia conocida como "los crímenes del capitán", que mató al amante de su hija con la ayuda de esta, de quien a su vez abusaba desde los 11 años y obligaba a prostituirse. El recorrido termina en la calle Mayor, en el palacio del Marqués de Cañete, que murió apuñalado a finales del siglo XVIII.

El recorrido suele alcanzar la hora y media de duración y lo realizan de jueves a domingo a partir de las 19.30 horas. "Tenemos grupos de entre una y 15 personas porque queremos que sea una experiencia para disfrutar. La gente acaba muy contenta, sobre todo en invierno, cuando la hacemos de noche", dice Moral.

La caña y su relación con un oficio desaparecido

El divulgador cultural Miguel Ángel Mora afirma que tiene preparadas unas 135 rutas por la capital. Algunas de ellas se pueden conocer en su web Redescubriendo Madrid, como la de antiguos oficios, que comienza en el Barrio de las Letras. "Históricamente, siempre ha sido la zona más humilde junto con Lavapiés", introduce.

El primer oficio del que habla se realizaba en frente de la iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha, donde se ubicaban los memoralistas. "Se dedicaban a leer o escribir las cartas o documentos oficiales a la gente analfabeta", explica el profesor de historia. Más tarde menciona algunos de los relojeros más aclamados de la ciudad, es decir, fabricantes y diseñadores. "Es importante no confundir con el relojero remendón, que es quien los arreglaba", enfatiza.

Guillermo Martínez

Ligado a un oficio ya desaparecido está la bebida por excelencia en Madrid: la caña. Mora cuenta que antiguamente existían los aguadores, encargados de llevar el agua a las viviendas cuando todavía no existía en Canal de Isabel II. "Podían repartir hasta 990 litros al día y siempre tenían que abastecerse de la misma fuente. Por ejemplo, en la de Cibeles, que antes abastecía a la población, daba servicio a 50 aguadores", comenta.

Utilizaban tinajas de unos 33 litros de capacidad, por lo que costaba llenarlas. "Los aguadores llevaban una caña que metían por un extremo en el surtidor y por el otro en la tinaja. La cantidad de líquido que cabía en una caña es lo que hoy conocemos como caña, una unidad de medida que se ha quedado para la cerveza", concretiza el especialista, que suele contar esta historia en Antón Martín.

Colchoneros y madres de leche

Mora recuerda que frente a los mercados estaban los tostadores de café, y dentro de los corrales de comedias trabajaban los apretadores: "Como las mujeres llevaban vestidos muy amplios y solo podían estar en una zona del teatro, con una vara les apretaban los vestidos para que entrara más gente".

Otro oficio perdido en Madrid es el de los colchoneros. El divulgador cultural cuenta que se dedicaban a varear la lana de la que estaban hechos antiguamente los colchones. Su habitual color con franjas rojas y blancas es lo que ha dado el nombre a los aficionados del Atlético de Madrid. También menciona el trabajo de verdugo, que explica en la plaza de la Provincia, y otros tantos limitados únicamente a las mujeres, como las cigarreras de Lavapiés, las lavanderas del Manzanares o las castañeras y buñoleras.

Ana Somavilla

Uno de los trabajos que ha quedado atrás circunscrito a las mujeres es el de madres de leche. "La aristocracia y alta burguesía contrataba mujeres para que dieran de mamar a sus hijos recién nacidos. De ahí viene la expresión ‘tener mala leche", explica Mora. Por aquel tiempo, se pensaba que el carácter del amamantado podría verse influido por la calidad de la leche que recibía sus primeros meses de vida. "Muchas mujeres se embarazaban, dejaban a sus hijos en sus casas y se iban a amamantar el de otros porque era un trabajo en el que por lo general estaban muy bien cuidadas para que tuvieran buena leche", comenta.

Este guía madrileño también recuerda el trabajo de las paveras de la Plaza Mayor, donde vendían los pavos para Navidad. "También hablo de los oficios de venta de casquería en la plaza de Cascorro, donde estaba el matadero hasta que abrieron el de Madrid Río. Ahí se agrupaban gallinejeras o chicharroneras, cada mujer especializada en un tipo de casquería", finaliza Mora.



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