"No pactaremos en 100 años": Feijóo rompe con el PNV y asume que Vox es su "única vía"



Fuego a discreción. La dirección nacional del PP pretende llevar la ruptura hasta las últimas consecuencias. No se quedarán sólo en las palabras, sino que fuentes de Génova confirman que preparan una ofensiva judicial para tratar de invalidar el traspaso del palacete, por la presunta financiación irregular que, a su juicio, enfrenta el partido de Ortuzar. El malestar por la "rastrera" cesión del Gobierno a sus socios vascos corrió como la pólvora en las filas del PP. Y fue Miguel Tellado el encargado de encender la mecha. El martes, el dirigente gallego calificó al PNV de "aprovechateguis" con un comportamiento "asqueroso" y "miserable". Esa misma tarde, el líder del PP vasco, Javier de Andrés, acudió a Madrid y participó en la habitual reunión del Grupo Popular para preparar la actividad parlamentaria de la semana. Los dos dirigentes han perfilado, desde Madrid y Euskadi, la estrategia de derribo contra los jeltzales. Hay que recordar en este punto que en la sede de los populares vascos no sentaron precisamente bien las declaraciones de Borja Sémper, portavoz nacional del partido, en El Correo Vasco, donde se salió del carril al asegurar que no tendría "problema en dar un Ministerio" al PNV. Es "ingenuo", replicó Javier de Andrés. "Esperar su apoyo es estar equivocado". Este miércoles, el propio Feijóo ratificó la voladura de puentes. "Mientras sea un socio estratégico en Euskadi y en Madrid del sanchismo, se deberá únicamente al sanchismo. Es imposible hablar con alguien que no quiere hablar", remató. Las descalificaciones han ido en aumento en Génova, donde en privado tildan a los peneuvistas de "banda de okupas" por registrar a su nombre el inmueble parisino pese a la caída del decreto que convalidaba el traspaso. "Son unos jetas, una farsa electoral, una gran mentira, un partido tramposo", lanzan en el 13 de Génova.

El lehendakari ha acusado a los populares de haber renunciado a ser "un partido de centro derecha que juegue a buscar alianzas, pactos y consensos en el Congreso".

"Creo que está yendo a posiciones extremistas, crecientemente populistas, que recuerdan a una forma de hacer política que yo no comparto porque tenemos que trabajar la cultura del diálogo y del pacto, fundamentalmente. Estas posiciones extremistas, lo único que hacen, es alejar los posibles acuerdos y pactos".

El PP ha llevado al extremo su ruptura con el PNV. La desconfianza mutua marcó la pauta habitual de su relación desde que los de Ortuzar cerraron de un portazo la posibilidad de investir a Alberto Núñez Feijóo. Pero ahora todos los puentes han volado, pese a que esa estrategia ciega por completo la posibilidad de tejer alianzas parlamentarias en el futuro. La imprevisibilidad y las condiciones imposibles de Junts dejan al PP con el único sostén de Vox para alcanzar la Moncloa. Y es un marco que, por primera vez, ya asume la cúpula nacional. "Es la única vía", admiten.

El giro respecto a la tesis que manejaba el propio Feijóo cuando aterrizó en la política nacional es total. Por aquel entonces, el líder del PP renegaba de los acuerdos con Vox —hasta que la realidad electoral autonómica y nacional le dejó a su merced— y se prodigaba en gestos hacia los nacionalistas vascos para resintonizar con un aliado histórico (de Aznar y de Rajoy).

"En muchas cuestiones es más fácil hablar con el PNV que con Vox", admitió en El País en el verano de 2022. Casi tres años después, la consigna es completamente inversa. PP y PNV han coincidido en importantes votaciones parlamentarias a lo largo de la presente legislatura. Pero cualquier atisbo de acercamiento o interlocución no ha sido más que un espejismo. El más sonado fue cuando en septiembre se votó el reconocimiento de Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela. Esa fue la última vez en la que Feijóo y Ortuzar se cruzaron un mensaje, después de la votación. Hasta hoy.

Los jeltzales no romperían "en ningún caso" su alianza estratégica con el PSOE, y Feijóo, en el fondo, lo sabía. La tensión ya estaba en un punto álgido, pero terminó de estallar esta semana a cuenta del traspaso de la sede del Instituto Cervantes en París al PNV, una reivindicación histórica de los nacionalistas y que Sánchez incluyó en el decreto ómnibus de medidas sociales que PP, Junts y Vox tumbaron esta semana.



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