'La casa limón' describe con la visión de una niña la descomposición del comunismo en Rumania, país de la autora.
A la escritora rumana Corina Oproae (1973), su hija Stela, cuando tenía 8 o 9 años, le preguntó un día, durante un viaje por Rumanía, "de dónde había caído el comunismo". Esa duda inocente, y a la vez comprometida, propició el germen de la novela ganadora del XX Premio de Novela Tusquets, La casa limón, una mirada de la caída del régimen de Ceaucescu desde los ojos de una niña.
El editor de Tusquets, Juan Cerezo, ha presentado este título ganador en Barcelona, como es tradición, en una edición "especial", la número 20. En estas dos décadas, la editorial ha apostado por descubrir nuevos talentos y por consolidar otros ya existentes.
Oproae, que firma así su primera novela, sucede a Silvia Hidalgo, en 2023, con Nada que decir. Hidalgo ha formado parte del jurado junto con el escritor Antonio Orejudo, la escritora Bárbara Blasco, la traductora Eva Cosculluela y el propio Cerezo.
Nacida en Rumanía, Corina Oproae se instaló en España, con 24 años y una filología ya aprobada. Domina el castellano, el catalán y el inglés por una notable capacidad para los idiomas y las letras, que sale de su pasión por los libros desde que era pequeña.
Sin embargo, este libro no son sus memorias, -no era el momento, no lo sentía así- si bien se nutre de vivencias para crear una ambientación, un decorado perfecto, que explica cómo fue aquel mundo rocambolesco, kafkiano y tirano a las órdenes de un dictador como Ceaucescu, y los últimos 20 años de ese trágico 'reinado político'.
Lírica y emocionante, en palabras del jurado, La casa limón surge según la propia autora "de la necesidad de desenterrar un mundo que durante muchos años había ido enterrando dentro de mí. Creo que es muy necesario no olvidar las lecciones de la historia. La literatura es una manera que contribuye a ello".
"La casa limón es la metáfora de un mundo que se desmorona. Los protagonistas viven como si esto nunca se pudiera acabar. Contar esto me lo permite la voz de una niña. Es la capacidad de asombrarnos, como si todo lo miraras por primera vez. De allí la voz narrativa y en primera persona. Todo es natural, lo que sucede es lo normal: la falta de libertad, las delaciones, son cosas que suceden y parecen naturales. No sucede con los adultos. Son los que reflejan el miedo. La niña lo toma como si fuera su mundo y realidad. Quería explicar cómo era ese mundo".
Oproae, que hace un guiño sobre su apellido declinado del latín, cuenta que su hija, que ahora tiene 18 años, ha leído algunos trozos de la historia. "No puede disociar lo que lee de mi vida, aunque yo le he dicho que esto no me pasó a mí, simplemente me he inspirado en ello".
El jurado coincide en que leer esta historia es como estar en Rumanía, aunque el dominio de la lengua de su autora es formidable y supone casi una contradicción. "Desde siempre he tenido facilidad en aprender lenguas extranjeras. De pequeña, iba al pueblo de mis abuelos, en Transilvania, y mi madre me decía que tenía que volver antes porque hablaba con el acento del norte y no me entendía nadie. Supongo que viene de una especie de enamoramiento con la lengua y la literatura"
Escrita de una manera orgánica y con un lenguaje luminoso, según el jurado, este libro debutante en la ficción contiene "las mismas obsesiones que tengo en lo que he escrito hasta ahora, que ha sido poesía: la reflexión sobre la muerte, la enfermedad, la ausencia".
Opraoe bebe de fuentes tan cercanas a los españoles como la Generación del 27. También de la biblioteca que había en su casa, cuyas puertas cerradas conseguía forzar para rodearse de volúmenes y sepultarse entre ellos, imagen que le sirve para comenzar el libro. Agatha Kristoff, John Keats, Emily Dickinson, Mercé Rodoreda, Herta Muller, la Nobel rumana, y el Quijote, que leyó antes de hablar español.
Antonio Orejudo, presidente del jurado, hizo una lectura de la ganadora muy integradora: "No es muy frecuente el caso de Corina, autores nacidos en otra cultura, que adoptan la lengua española. Supone un ensanchamiento de la tradición literaria española. Tenemos una novela sobre la caída de Ceauceascu. No leí la novela como una cosa extracultural. Traía a mi memoria mi infancia en los últimos años del franquismo. No me resultaba ajeno en absoluto".
"Las dictaduras se parecen, y por desgracia compartimos ese pasado. Al hablar del racionamiento, también aquí ha habido. Lo que se parecen más son las infancias de todo el mundo. Como decía Louise Gluck, 'miramos al mundo una vez, en la infancia; luego, el resto es memoria".
Oproae recuerda que del comunismo se ha hablado desde la disidencia, hasta ahora. "Mi deseo viene del hecho de dejar atrás tantas vivencias. Cuando lo cuentas en caliente es casi visceral la denuncia. Desde la d... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}