Un paseo por los comercios centenarios: de estancos a zapaterías, farmacias o jugueterías

Un paseo por los comercios centenarios: de estancos a zapaterías, farmacias o jugueterías

La Comunidad de Madrid cuenta con unos 140 comercios centenarios en los que, en muchas ocasiones, se respira el mismo aire que antaño. El gobierno regional les ha homenajeado: joyerías, restaurantes, farmacias, bodegas, tabernas, zapaterías, carnicerías, panaderías, pastelerías y sastrerías copan los negocios que desfilaron por la Puerta del Sol para recibir un galardón de manos de la presidenta Isabel Díaz Ayuso.

Entre ellos, los reconocidos Casa Labra, Casa del Libro, Chocolatería San Ginés, La Mallorquina, el Lardy, Lotería Doña Manolita, el Mercado de la Cebada y el Café Barbieri. En cambio, también otros llegaron al epicentro madrileño cargados con sus historias centenarias a las espaldas, quizá algo más desconocidas, pero con la certeza de la impronta que cada negocio continúa dejando tras de sí.

Las cosas han cambiado mucho desde su fundación, pero la esencia se mantiene. Es lo que ocurre en el Bazar Arribas, la farmacia Chamorro, el estanco Centenario, la Mantequería Andrés o la zapatería El Ferrocarril.

Volver a los juguetes de madera y hojalata

Conchita Rollan Arribas tiene 63 años y es la tercera generación en el Bazar Arribas, fundado por su abuelo, Juan Arribas, en 1919. Traspasar la puerta de la tienda del número 16 de la plaza Mayor de Madrid es volver a una infancia que casi se recuerda en blanco y negro, pero repleta de colores imaginarios en las sonrisas de los niños. En esta juguetería todavía se vende lo tradicional: muñecos y juegos de mesa, también juguetes de hojalata, en donde la madera y el textil predominan, así como los productos realizados en España.

Bazar Arribas (Cedida)Bazar Arribas (Cedida) Bazar Arribas (Cedida)

Aunque el local estuvo primero en el número 19 de la céntrica plaza, poco después se abrió el segundo y actual comercio. “Al principio era una relojería, pero mi abuelo desde pequeño empezó a trabajar en una juguetería y esto era un sueño para él. Aquí todavía conservamos el único reloj que se salvó del periodo de la Guerra Civil, parado a las 17:00 horas”, relata Rollan.

La autenticidad del espacio sigue perenne, tanto que la cueva del local utilizada durante la contienda para guarecerse de los bombardeos ahora se utiliza como desván. “La plaza era como un pequeño barrio. Estábamos rodeados del dispensario, la mercería, teterías, las clásicas sombrererías…”, recuerda la actual dueña del negocio centenario. Su madre, Concha Arribas Navarro, sigue siendo titular del Bazar a sus 94 años, tal y como lo lleva siendo desde 1956.

“Hemos visto pasar por la tienda gente muy conocida como el boxeador José Legrá o el actor Gary Cooper, también Rocío Dúrcal, Masiel y Serrat”, dice. Su hijo, Miguel Mauduit Arribas, con 29 años, ya está detrás del mostrador intentando aprender de la larga historia que atesora el comercio.

Cuando las fuerzas vivas se reunían en la farmacia

Alcalá de Henares también estuvo representada en el acto de homenaje de la Comunidad de Madrid. La Farmacia Huerta, la Pastelería Salinas y la Farmacia Chamorro fueron las protagonistas complutenses en el evento. Gustavo Chamorro, que cumplirá 65 años este agosto, cuenta que es la cuarta generación al frente de la farmacia, fundada por Juan Chamorro Gonzalo el 25 de julio de 1896.

En torno a 1930, la farmacia pasó a manos de su abuelo, Gustavo Chamorro Tello, “un señor metido en política, que fue alcalde de Alcalá y asesinado en agosto de 1936, presuntamente por unos milicianos de la CNT”, dice el actual dueño del negocio. Su abuela, Adela Díaz, se hizo cargo de la botica, hasta que su padre, Julio Chamorro Díaz, terminó la carrera de farmacia en 1957. Él, Gustavo Chamorro, se puso al frente del comercio en 2004, una vez fallecido su progenitor.

Farmacia Chamorro. (Cedida)Farmacia Chamorro. (Cedida) Farmacia Chamorro. (Cedida)

Esta farmacia es un punto clave en la geografía histórica complutense. “Durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando era alcalde mi abuelo, sé que aquí había reuniones de tipo político. Además, las farmacias eran tradicionalmente puntos de encuentros de las llamadas fuerzas vivas de la ciudad”, desarrolla. Apostada en el número 99 de la céntrica calle Mayor de Alcalá, en ella todavía se siguen preparando las clásicas fórmulas magistrales, ungüentos y cremas como antaño.

Según comenta Chamorro, su ubicación también le ha granjeado cierta popularidad a lo largo de estas décadas de andadura: “Siempre ha estado próxima a los barrios más humildes de Alcalá, así que tradicionalmente estaba la costumbre por parte de sus titulares de facilitarles económicamente la adquisición de los medicamentos”.

El estanco, mucho más que tabaco

Al sur de la región está el estanco Centenario, un nombre que deja poco espacio para su definición. Esta expendeduría Nº1 de Alcorcón también ha visto pasar la vida a través de sus ventanas. José Luis García Alvarado, de 62 años, sigue al frente de este comercio fundado en 1920, casi dentro de una casita baja. “La primera licencia era de mi abuela, Isidra Alvarado Crespo, una mujer muy luchadora.

Frente al estanco de Alcorcón. (Cedida)Frente al estanco de Alcorcón. (Cedida) Frente al estanco de Alcorcón. (Cedida)

Luego pasó a mi madre, Purificación García Alvarado, otra mujer que tuvo que salir adelante al ser madre soltera en 1962, y en 1999 entré yo”, cuenta. Por aquellos tiempos, en el estanco apenas se vendía tabaco, incide García. “Aquí se venían a comprar letras de cambios, sellos de correos, timbres… Además, me he criado en este mismo local, porque el producto se vendía desde el propio salón de la casa, por así decirlo”, recuerda con cierta añoranza.

Su tío Manolo, por aquel entonces, iba a Cuatro Vientos a comprar el tabaco con un cajón a lomos de un burro. “La gente mayor se compraba un cigarro de tabaco para abrirlo y sacar dos o tres cigarros de él, y se lo liaban. Las cosas han cambiado mucho desde entonces”, añade. De todas formas, en aquellos momentos el estanco no era suficiente para sobrevivir. Según García, su familia seguía labrando el campo, incluso su madre y su abuela cosían guantes de cuero para poder obtener un pequeño extra.

De la mantequería al producto gourmet

Ya en la capital, Andrés de las Heras sigue al frente de la Mantequería Andrés, fundada en 1870 y ubicada en el Paseo de los Olmos, en la misma Puerta de Toledo. Él lleva 45 años trabajando en lo que un día fue colmado, ultramarino, punto de encuentro para la vecindad. A sus 58 años, reconoce que la aparición de los supermercados dio al traste el tejido comercial que en aquel tiempo existía en los barrios de cualquier localidad.

María Zuil

El paso del tiempo le ha obligado a especializarse. “Aquí hay producto de primera calidad, lo mismo que hemos vendido desde hace más de un siglo. Quizá cuesta un poco más, pero la gente sigue comprando. Nos hemos quedado con los clientes algo más exquisitos, podríamos decir”, comenta De las Heras. Este es otro de esos comercios en los que el aroma tampoco ha cambiado desde hace décadas. “Si miras el mostrador de embutidos, no hay ni un producto que tenga gluten, cuando en otros lugares les meten harina para que no haya tanta carne”, ilustra.

Desde su punto de vista, esta competencia con las cadenas de supermercados es positiva. “Así la gente puede elegir a qué sitios quiere ir. Yo puedo seguir viviendo de ello porque tenemos una clientela muy fiel. Sabemos lo que hacemos, y ellos nos quieren. Vienes aquí y les asesoras, les dices cómo cocinar los productos, te preguntan por otras cosas… Hay personas que nos dicen que pagarían una cuota anual con tal de que sigamos abiertos”, se explaya este comerciante.

Los zapatos, envueltos y encordados

En el número 22 de la calle Magdalena está apostado Alberto Bardo, al frente de Calzados El Ferrocarril, negocio fundado en 1870 por su bisabuelo, Mauricio García. Por entonces, aquello era una zapatería de calzado a medida, un negocio tan boyante y de tamaña calidad que les hacía tener hasta ocho dependientes y dos chicos únicamente para recoger el género que se sacaba a probar. Además, el género se entregaba a domicilio, envuelto en un papel especial y encordado. Cuando al frente del negocio estaba su abuelo, Julián García, en El Ferrocarril podían vender hasta 100 pares de zapato de caballero al día.

Zapatería 'El Ferrocarril'. (Cedida)Zapatería 'El Ferrocarril'. (Cedida) Zapatería 'El Ferrocarril'. (Cedida)

Como seña de identidad, la zapatería entregaba a sus clientes más habituales un bonito calendario por Navidad, otra de las tradiciones que ahora se ha perdido. “Tenían estampados y grabados, de barcos y trenes, preciosos. Mi abuelo tenía clara la importancia de la publicidad, incluso en aquellos momentos”, comenta Bardo. Como ocurriría con la Mantequería, en El Ferrocarril también se han tenido que especializar para sobrevivir: “Nos dedicamos al calzado de confort, dedicado a problemas de pie, hormas especiales, materiales elásticos…”, ejemplifica.

Él llegó al negocio en 1985 y 20 años después vendió sus primeros zapatos por internet. “Eso nos hizo crecer espectacularmente. Con la pandemia, parece que las tornas han cambiado. La gente se ha habituado a comprar por la web y deja de ir a los sitios”, se queja un Bardo apenado, aunque en su caso, por el tipo de producto, todavía sigue viendo a muchas personas entrar por la tienda.



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