Un glioblastoma es un tumor letal del cerebro o la médula espinal. Una cuenta atrás vital con una supervivencia media de 14 meses desde el diagnóstico en adultos. Es agresivo, rápido y la afección sobre la calidad de vida es inmediata y limitante a nivel cognitivo y motor. Brota, rebrota, se infiltra. Extirparlo quirúrgicamente no basta porque es recidivo incluso con los tratamientos más potentes para ralentizar su crecimiento.
Un cáncer insondable y mortífero para el que se acaba de abrir una ventana de intervención con nanotecnología y micromecenazgo. ¿Cómo? Con radiofármacos que se inyectan por la vía intravenosa y navegan por el interior del cuerpo hasta su destino: el núcleo del tumor para tratar de dinamitarlo desde dentro. Como en la película El Chip prodigioso (1987) pero sin piloto y con la munición incorporada contra las células tumorales malignas. La nanomedicina ya no es futurista ni ciencia ficción, es transversal, implica a matemáticos, físicos, ingenieros o biólogos y es la llave de los tratamientos personalizados.
Investigadores del CiMUS (Centro de Investigación Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas) de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) han dado un salto cualitativo para tratar el glioblastoma aplicando la nanotecnología, la ciencia de lo minúsculo, hecha a la medida de una partícula tan ínfima como un átomo. Un equipo bicéfalo liderado por una farmacéutica, Maria José Alonso, y un físico, Pablo Aguiar, abre la puerta a una vía de tratamiento que se probaría en un ensayo clínico “a tres o cuatro años vista”, explican. Una eternidad para un paciente, pero un plazo relativamente corto en investigación médica.
La investigación combina el trabajo de dos equipos de CiMUS, detalla a El Confidencial Aguiar, con un objetivo muy concreto: llevar directamente el fármaco al núcleo del tumor. El camino no es sencillo por la complejidad de fluidos y tejidos del cerebro y la médula. “La gran dificultad que plantea nuestro proyecto es el desarrollo de nanopartículas que permitan al radiofármaco atravesar las diferentes barreras biológicas hasta alcanzar las células tumorales”, sostiene. Para lograrlo hay que ligar dos partes: el isótopo radioactivo (la medicina) y su conductor: el anticuerpo monoclonal que le va a decir a dónde ir y dónde está la diana terapéutica. "Discrimina las células malignas de las sanas y realiza la radioterapia desde dentro frente a un tratamiento actual que dispara desde fuera", apunta el físico del CiMUS,
Optaron por el glioblastoma porque, al igual que el páncreas, es un cáncer con menor prevalencia que el de mama o colon, al que la industria farmacéutica no dedica sus esfuerzos, pero su pronóstico es desolador. "La falta de inversión nos coloca en tasas de supervivencia similares a las de varias décadas atrás, lamenta Alonso.
Ahora, relata la investigadora, arranca una primera fase de trabajo de laboratorio para que las nanopartículas crucen el Rubicón de la primera barrera hemato-cerebral uniendo los anticuerpos a los isótopos hasta lograr varios prototipos viables. La segunda parte no es menos compleja, apunta su compañero. Consiste en validar el prototipo en vivo en animales con el mismo tumor y hacer el seguimiento con tomografía -imágenes PET del interior del cerebro- para comprobar si son capaces de alcanzar el glioblastoma y reducirlo.
Trabajan en un prototipo que conduce el radiofármarco al tumor
Para hacerlo posible, el CiMUS se ha asociado con tres empresas gallegas punteras en el desarrollo de productos nanotecnológicos: Nasasbiotech S.L., Sunrock Biopharma SL y Qubiotech Health Intelligence S.L, y con la fundación privada de investigación oncológica del Vall d´Hebrón de Barcelona y del Hospital Universitario de La Paz. Tanto el prototipo como las pruebas están muy avanzadas, pero todavía no en el punto de levantar el teléfono de la Agencia Española del Medicamento para solicitar un ensayo clínico, paso previo a que se autorice como tratamiento.
Investigación por micromecenazgo
El gran hándicap al que se enfrentan -y que denuncian recurrentemente- los investigadores es la falta de financiación. Este proyecto contra el glioblastoma no es la excepción. Se apoyan en los recursos públicos, pero también apelan a los privados. La propuesta de la Universidad de Santiago ha sido recurrir a los ciudadanos en busca del presupuesto necesario para avanzar en la investigación de cánceres con menor prevalencia pero más mortíferos.
El CiMUS lo hace a través de la plataforma de micromecenazgo de la USC Sumo Valor, que promueve la participación de la ciudadanía en la investigación contra el cáncer a través de pequeños donativos directos a personas físicas y jurídicas “con deducción fiscal”. "Es la tercera campaña que ponemos en marcha por esta vía y aunque es mucho menos de lo que nos gustaría, nos permite seguir adelante", comentan desde el centro de Medicina Molecular de Compostela.
No obstante, todavía han de sostenerse en los fondos públicos que llegan a este proyecto del glioblastoma a través del programa DIAGBI para I+D+i en líneas estratégicas en colaboración público-privada del Ministerio de Ciencia e Innovación, dotado con 1,4 millones de euros.
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