En la mañana de aquel 23 de enero de 1860, ni el cabo Pedro Castillo ni el resto de los lanceros del regimiento Farnesio eran conscientes de lo que iba a suceder poco después. Su misión sería cargar a través de un terreno pantanoso en el momento más crítico de la batalla. Un movimiento arriesgado. Casi insensato. Cayeron con furia sobre la tropa del Sultán. En medio de la refriega, el cabo Castillo divisó al abanderado enemigo, arremetió contra él y le arrebató la enseña. Un lujoso estandarte amarillo que todavía hoy se conserva en los fondos del Museo del Ejército en Toledo, testigo de la larga historia de los veteranos de la caballería española.
Este hecho de armas se conoce como ‘Acción de La Estrella’. Ocurrió en la guerra de África (1859-1860) durante la toma de Tetuán, en un terreno donde hoy está ubicado el aeropuerto de esa ciudad marroquí. Las tropas españolas debían fortificar un reducto (La Estrella) y se vieron sorprendidas por la caballería del Sultán Muley Al Abbas, muy superior en número. La situación era grave y el batallón Cantabria, que iba en vanguardia, se vio obligado a formar un cuadro defensivo a la desesperada. Al general Enrique O’Donell no le quedó otra opción que mandar intervenir a su reserva. Con la carga decisiva del Farnesio, apoyados por un escuadrón de Cazadores de La Albuera y la propia escolta de guardias civiles del general, lograron revertir el trance y conseguir la victoria.
Una historia de combates
No es un hecho aislado. Es uno de los muchos episodios que jalonan la historia del más veterano de los regimientos de la caballería española. Uno que este jueves celebra sus 375 años con un desfile por el Paseo Central de Campo Grande de Valladolid presidido por el rey Felipe VI, la ministra de Defensa, Margarita Robles, y otras autoridades civiles y militares.
Fue un 7 de marzo de 1649, con Flandes y España en guerra, cuando, mediante Real Disposición, se creó un Tercio de Caballería bajo el mando del príncipe Jorge Cristián de Hessen Homburgh. Fue en la ciudad belga de Mons, conocida ahora por ser sede del Cuartel General Supremo de la OTAN. Esta unidad recibiría en 1718 el nombre de Farnesio, en honor a la reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V.
Desde entonces, el regimiento Farnesio ha participado en todos los conflictos en los que se ha visto inmersa España. La batalla de Milazzo en octubre de 1718 o la acción de Tolosa, en agosto de 1798, en la guerra que España declara a la Convención francesa. En la guerra de la Independencia, en las batallas de Bailén, Tudela, Almonacid y Ocaña. También en las guerras carlistas, como en África o en Cuba. Ya trasladado a Valladolid, donde tendrá su sede permanente desde 1902, tendrá una participación destacada tras el desastre de Annual en 1921, mientras que durante la Guerra Civil, entraría en acción en la batalla de Alfambra de 1938.
Ya en la época actual, el regimiento ha participado en misiones en Bosnia, Kosovo, Iraq, Líbano y Malí, entre otros destinos. También ha colaborado en operaciones de apoyo a las autoridades civiles nacionales, como en el desastre del Prestige o durante la pandemia. Su combate más reciente tuvo lugar en la ciudad iraquí de Najaf, el 4 de abril de 2004, cuando los insurgentes intentaron entrar en la Base Al-Andalus, sometida a ataques en todo su perímetro y a un intenso fuego de morteros. La situación también se vio comprometida y fue de nuevo la caballería, los jinetes del Farnesio, con el eficaz fuego de los cañones de 25 mm de sus VEC, los que consiguieron repeler al enemigo.
Caballos blindados
Los tiempos avanzan y los vistosos uniformes azules, cascos brillantes, corceles y lanzas quedaron atrás. Después de la Guerra Civil, el regimiento Farnesio —como casi toda la caballería— se mecaniza cambiando caballos por blindados. Por sus filas pasaron modelos tan emblemáticos como el Panzer IV-H, el mítico carro de combate alemán de la Segunda Guerra Mundial, y material estadounidense y francés, como los M-41, M-47 – del que hubo versiones originales americanas y otras modernizadas en España-, AMX-30 de origen francés y el M-60. Finalmente, entre 2009 y 2011, se recibieron los nuevos Leopardo 2E. En cuanto a blindados ligeros, se han utilizado los BMR-600, VEC (Vehículo de Exploración de Caballería) y el omnipresente TOA.
Tras haber pasado por diferentes denominaciones, el Farnesio es hoy un Regimiento de Caballería (RC) y utiliza como medios más importantes los blindados de ruedas Centauro, VEC, BMR (Blindado Medio sobre Ruedas), Vamtac ST-5 y los VERT (Vehículo de Exploración y Reconocimiento Terrestre), su última incorporación.
Los Centauro suponen hoy su activo más importante, tanto como elemento de reconocimiento como de combate. España adquirió 84 ejemplares, denominados aquí VRCC (Vehículo de Reconocimiento y Combate de Caballería). Es un diseño con muchas virtudes y ciertas limitaciones. Ya han pasado la mitad de su vida útil, por lo que precisan de varias modernizaciones, así como un plan para su sustitución por otro modelo equivalente más moderno a medio plazo.
El VEC es un derivado del BMR, muy ágil y eficaz gracias a su cañón de 25mm. Es un referente en el material de caballería, pero también necesita urgentemente un relevo. Habrá que esperar a la versión del 8x8 con torre tripulada para jubilar a este venerable modelo. Por último, el VERT , que está basado en el VAMTAC ST5 blindado e incorpora un pedestal con equipos optrónicos denominado SERT. Este conjunto cuenta con cámara de visión diurna, telémetro láser con alcance de 20 km, GPS integrado y cámara térmica.
El rito de la Charoska
Entre las reliquias históricas que atesora el regimiento Farnesio nº 12 hay una especial: la Charoska del zar ruso Nicolás II. La historia se remonta al año 1908, cuando el rey Alfonso XIII quiso tener un detalle de amistad con el soberano ruso y le nombró Coronel Honorario del regimiento de Lanceros de Farnesio, Quinto de Caballería, como entonces tal era su nombre.
El zar Nicolás II quiso corresponder a tal distinción con dos gestos. El primero, nombrar a Alfonso XIII con igual rango honorífico del Regimiento Oliviopol, 7º de Ulanos. Y el segundo, como parte de un intercambio de uniformes y regalos, fue enviar al Farnesio un objeto único y personal. La Charoska. Se trata de un recipiente de plata maciza, similar a una sopera o taza grande, con un mango en un extremo y una escena de caza que representa a dos jinetes y un azor. Es obra, nada más y nada menos, que del orfebre y joyero Peter Carl Fabergé, célebre por sus “huevos de Pascua” homónimos.
Junto con el recipiente, también se adoptó una vieja tradición de la caballería rusa con la que los nuevos oficiales eran recibidos en sus regimientos. En ese rito, el recipiente se llenaba de una mezcla de licores y el recién ingresado debía beber mientras sus compañeros cantaban a coro una tonada de bienvenida. Una costumbre adoptada posteriormente en todas las unidades de caballería española con sus propias ‘charoskas’.
La Charoska original se conserva en perfecto estado en la Sala de Honor del actual Regimiento Farnesio nº 12, utilizándose para las ceremonias diversas réplicas de esta joya.
El potencial de la Caballería
La historia de este regimiento es la de la caballería española. Pero algunos podrían pensar que estamos ante un concepto obsoleto, una idea que -con mayor o menor intensidad- ha permeado por momentos en ciertos sectores del propio Ejército. Una visión muy ligada al material, que en las últimas décadas hizo que el arma de Infantería y la de Caballería compartieran medios similares, quizás induciendo al error de que también podían serlo sus misiones. Nada más lejos de la realidad.
La caballería actúa de una forma muy diferente a como lo hace la infantería. Un grupo de caballería (entidad equivalente a un batallón) con sus respectivos refuerzos y apoyos –zapadores, armas contracarro y artillería, por ejemplo- se podría desplegar en un área de más de 1.000 km2, trabajando en un frente de aproximadamente 30 km. Este espacio es el que ocuparía, como mínimo, toda una brigada de infantería.
Cuestionar la existencia de la caballería es un tema ahora superado. En la doctrina actual se contempla como un “arma de exploración y combate”, una descripción breve repleta de importantes connotaciones. Su principal característica es que se trata de una fuerza de combate que suele trabajar en beneficio de una unidad superior.
Puede actuar, por ejemplo, creando una pantalla que protege a su brigada o división para evitar la infiltración de elementos hostiles o detectar de forma temprana movimientos del enemigo. Dado que actúa con medios más ligeros, puede emplearse para ralentizar y desgastar al enemigo mientras consigue un valioso tiempo de reacción para las fuerzas propias. Ante un repliegue, la caballería se encargará de cubrir la retaguardia de las unidades propias, permitiendo una retirada ordenada.
La experiencia de la guerra de Ucrania también ha demostrado los buenos resultados que tropas ligeras, con alta movilidad y buen adiestramiento, son capaces de obtener ante un enemigo no consolidado. Quedó patente en la ofensiva ucraniana en el noreste, en la provincia de Járkov, a finales de 2022, cuando se recuperó gran cantidad de territorio avanzando con rapidez por el eje Kúpiansk-Izium.
Dicho esto, la caballería, como el resto de especialidades, debe evolucionar e incorporar nuevas tecnologías, como los drones, que refuercen sus posibilidades tácticas en sus facetas de “exploración” y “combate”. El debate va mucho más allá del clásico “ruedas o cadenas”, debiendo centrarse en mantener la esencia de dotar a estos regimientos de un material acorde a sus cometidos, donde primen los medios ligeros que le den una ventaja de movilidad, despliegue y combate con una rapidez que a otras unidades, más pesadas y potentes, les resultaría imposible.
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