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Coral Barbas es directora del Centro de Metabolómica y Bioanálisis (CEMBIO) de la CEU USP y vicepresidenta de la Sociedad Española de Metabolómica (SESMET). Especializada en Química Analítica, se encuentra entre las 100 primeras mujeres investigadoras del mundo, según el último ranking del CSIC y la Universidad de Stanford la incluyó en el selecto grupo del 2% de los mejores científicos. Es autora, asimismo, de más 400 artículos enfocados a la búsqueda de biomarcadores diagnósticos de diferentes enfermedades, situándose en 2024 entre el 1% de las más citadas, según el Highly Cited Researchers de Clarivate Analytics.
Pero Barbas no es solo una de las investigadoras más reconocidas de nuestro país, sino que, además, practica la docencia desde hace más de 30 años. Es catedrática de Química Analítica de la Facultad de Farmacia en la Universidad CEU San Pablo, además de coordinadora de las cuatro universidades del grupo educativo y directora de la CEU Escuela Internacional de Doctorado.
Nos sentamos con ella para hablar sobre la situación del I+D en España y cómo el contexto geopolítico está afectando a la labor investigadora. También sobre la relación entre la universidad y las empresas en el camino hacia innovación, así como de la necesidad de alentar las vocaciones investigadoras, visibilizándolas como salidas profesionales viables.
PREGUNTA. En los últimos años, ha aumentado la inversión en I+D en España, pero todavía somos, según la Comisión Europea, un innovador moderado. Desde su experiencia, ¿cuál es el estado actual de la I+D en España?
RESPUESTA. Es innegable que ha crecido si se miran los datos de inversión. También es verdad que en esa inversión se meten áreas muy concretas, como la investigación en Defensa. Pero, la realidad es que estamos todavía bastante lejos de Europa y por detrás en recursos invertidos. Yo participo en comisiones de evaluación de proyectos de otros países y las cantidades de recursos que se invierten son ingentes.
Y luego quizá un defecto de la investigación, en ese +D, es que se tiende a hacer mucha investigación incremental. Es decir, alguien descubre algo y el siguiente construye un poquito sobre eso. La gran innovación lleva mucho tiempo, no siempre sale, es más difícil y las carreras académicas, en general, se constituyen sobre las publicaciones. La I+D no está suficientemente introducida en España.
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P. Aparte de una mayor inversión, ¿qué más se puede hacer?
R. Deberíamos esforzarnos en que la investigación salga a la sociedad. El investigador no puede estar al tanto de toda la literatura científica que se publica en su área, ni tampoco hacer él solo todo el proceso de pensar un proyecto, desarrollarlo, escribirlo, patentarlo y buscar a los socios en la empresa. En esa cadena se necesitan más personas que intervengan y que le ayuden a sacar aquello que está generando al tejido empresarial, al mercado y, en definitiva, a la sociedad.
P. ¿Esa es la razón entonces de que estemos a la cola en patentes, a pesar de que los investigadores españoles se encuentren entre los que más publican en abierto?
R. Muchos de los recursos de investigación los acabamos gastando en publicar y las publicaciones en abierto son costosísimas. Tiene sentido que lo que se publica o investiga con fondos públicos se haga en abierto, pero la sociedad científica tiene que repensar esto. En España, el académico orienta su progresión y su promoción a “tengo que publicar”, aunque su proyecto no sea patentable. Y la patente debería ir antes de la publicación.
Pero, también es verdad que no toda la investigación tiene que acabar repercutiendo en una patente, porque hay tipos de investigación que están enfocadas a la formación de nuevos investigadores. Es necesario saber identificar qué proyectos tienen esa capacidad de evolucionar y salir a la sociedad.
P. ¿Cómo?
R. Debería haber departamentos ad hoc que lo identifiquen y que ayuden en el proceso. En la universidad, dependiendo del volumen y el nivel, será posible o no mantener un departamento de este tipo, pero, desde luego, a nivel ministerio debe existir y hace falta desarrollarlo.
"La carrera investigadora en España está mal pagada. Por eso se van cuando ven la trayectoria que tiene por delante"
P. Y en este sentido, ¿cómo de importante es el papel de la empresa?
R. Es importantísimo, porque la universidad y los fondos públicos tienen unos recursos limitados. La empresa, si consigue un resultado de esa investigación, puede invertir más en ella. Por ejemplo, en el caso de una sustancia con potencial farmacológico, cuando la investigación llega a un punto, hacer un ensayo preclínico es costosísimo. Entonces, la empresa puede comprar la investigación para facilitar los recursos a los investigadores y que sigan trabajando en su proyecto; y que la compañía se dedique a seguir los pasos posteriores que una universidad no puede llevar a cabo porque carece de medios.
P. España no deja de ser un país de pymes, donde quizá no hay una cultura tan arraigada de la innovación. ¿Habéis notado desde la universidad que esto ha cambiado?
R. Se necesita hacer mucha pedagogía en las dos direcciones. Por parte de las pymes, para que sean conscientes de la capacidad que les puede otorgar una colaboración con la universidad y a la universidad, saber que adquirir un compromiso con las empresas supone poner los recursos para que eso se cumpla en plazo. En el campo de la Biotecnología esa cultura está muy arraigada, pero en otros sectores parece que a la empresa le da miedo acercarse a la universidad. Creo que no existe la cercanía suficiente para que se sientan cómodas dando el paso.
P. Además de la Biotecnología, ¿en qué otras áreas existe esa colaboración?
R. La Farmacéutica también está muy acostumbrada al contacto con la universidad y con la investigación de base. En el mundo del vino, la progresión en la producción de alta calidad y agricultura sostenible ha ido muy de la mano de estudios de investigación; en la cocina, con nuevas formas de presentar los platos; y en la alimentación, con el desarrollo de suplementos de alimentos enriquecidos.
En el caso del CEU, también en comunicación tenemos bastantes líneas de investigación relacionadas con el gap de comunicación entre las generaciones más jóvenes y los llamados silver age (de 55 a 75 años).
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P. En una entrevista con la rectora de la Universidad CEU San Pablo, Rosa Visiedo, hablábamos de que la universidad española no había sentido hasta ahora la necesidad de internacionalizarse. ¿Ocurre lo mismo con la investigación?
R. La investigación ahora mismo es internacional o no es. En la científica, desde luego, tienes que estar en el mundo internacional, porque si no, no existes. Para que te hagas una idea, en mi grupo somos 30 personas y hablamos entre nosotros en inglés. En el CEU tenemos una oficina de proyectos de investigación internacionales creada ya desde hace tiempo y que además coordina a todas nuestras universidades. Tenemos una red de doctorado Marie Curie, que integra a ocho países, y también una de posdoctorado, además de participar en varios proyectos europeos.
P. ¿Cómo influye la situación geopolítica en la investigación?
R. Todos los movimientos geopolíticos afectan. Desde huelgas nacionales que te impidan viajar a un país concreto hasta situaciones de mayor complejidad, como el Brexit en Reino Unido o las nuevas políticas de Estados Unidos.
En el caso del Brexit, por ejemplo, teníamos colaboraciones continuas con el Imperial Collage de Londres y ahora todo se ha parado. Poco a poco se van recuperando contactos y desde el Gobierno británico parece que empiezan a poner fondos propios. Y en EEUU se está generando mucha inestabilidad. Mis colegas están preocupados porque Trump ha hecho que se elabore una lista de términos prohibidos, entre los que se encuentran 'sostenibilidad', 'perspectiva de género' o 'inclusión', y a los proyectos que los incluyen, se les priva de financiación. A la Universidad de Davis se le han quitado de un día para otro los fondos que recibió el año pasado por ser un campus 100% sostenible y no saben qué va a ser de ellos.
"Trump ha creado una lista de términos prohibidos y está quitando la financiación a investigaciones sobre sostenibilidad o mujer"
P. ¿Es fácil ser investigador en nuestro país?
R. La vida del investigador es difícil en todas partes, no solo en España. En nuestro país ahora mismo es fácil acceder a un puesto de investigación, pero es una carrera que en general está mal pagada, sobre todo, si la comparamos con el resto de Europa o del mundo desarrollado. Por eso mucha gente se va cuando ve la trayectoria que tiene por delante. Mientras que en Madrid estamos pagando a los predoctorales entre 1300 y 1500 euros, en Bruselas, donde no hay tanta diferencia en el coste de la vida, el salario es el doble, unos 3.500 euros. Un predoctoral que viene con una beca Marie Curie de la UE de 3.000 euros no es solo la envidia de sus compañeros, sino también de los investigadores ya consolidados.
P. ¿Y es atractivo para los estudiantes? ¿Los alumnos se plantean que quieren ser investigadores?
R. Una de las tareas de la universidad es mostrar nuestro trabajo de investigación como una tarea atractiva que tiene una salida profesional, ya sea la investigación pura o la carrera académica que mezcla también la docencia. Es un trabajo nuestro crear vocaciones. Tenemos que comunicar lo que hacemos y conectar nuestro mundo investigador con lo que enseñamos, porque así los alumnos verán la aplicación de aquello que estamos explicando. No hay nada más arduo que tener que estudiar algo difícil y no saber para qué sirve.
P. En su experiencia, ¿cree que para ser buen docente es necesario ser investigador?
R. Es una pregunta muy comprometida. Para ser buen docente tienes que poner pasión en lo que haces, conocer de forma actualizada tu materia y ser capaz de explicarla preocupándote de que el alumno la entienda. La investigación es básica en la universidad y ayuda mucho a ser profesor, pero siempre que se logre mantener bien el equilibrio entre la investigación y la docencia. Si no, da igual.
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