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El ecosistema de la defensa se prepara para una llegada de fondos sin precedentes. Todavía no está claro el caudal, la procedencia ni el destino. Pero miles de millones están en camino. Y a ese flujo de dinero público, nacional y europeo, también le acompaña un duro debate de amplio calado político, económico y social. En España, hay una brecha que va a hacer este trance más complejo: es el socio de la OTAN que menos invierte (proporcionalmente) en la defensa colectiva y, al mismo tiempo, uno de los más refractarios a aumentar el gasto militar.
Guste o no, la influencia de lo militar va a subir enteros durante los próximos años. Y si nos aproximamos a esta realidad desde perspectivas simplistas, corremos el riesgo de llevar la defensa al mismo callejón sin salida del partidismo y la polarización al que hemos condenado otras conversaciones nacionales. Quizás sería mejor entender el sector, cómo funciona, qué oportunidades ofrece, cuáles son sus desafíos y cuáles los riesgos.
Con este espíritu, El Confidencial organiza la segunda edición del foro Desafíos Defensa, un cara a cara con la industria en Córdoba, el próximo miércoles 26 de marzo. Una cumbre informativa con los líderes empresariales referentes del sector, como José Vicente de los Mozos (Indra), Luis Furnells (Grupo Oesía), Miguel Ángel Panduro (Hispasat), Javier Escribano (EM&E Group), Miguel Ángel García Primo (Hisdesat) y Jesús Serrano (GMV). También con el almirante Aniceto Rosique, director general de Armamento y Material (DiGAM), para actualizarnos sobre los planes y objetivos del Ministerio de Defensa.
Pero, para que esta conversación prospere, hay que asumir ciertas realidades. Empezando por la más básica. Después de décadas de descansar sobre los dividendos de la paz americana, el músculo militar de europeo se ha quedado agarrotado. Ya sabíamos desde hace años que había que gastar más para ponerlo en forma. ¿Cuánto? Esa es la discusión que se nos ha echado encima.
Uno que debería incluir también en qué lo vamos a gastar, cómo y con qué intensidad. Pero también con qué objetivo, cuál es la estrategia y cuál es la proporción adecuada. La llegada de un Donald Trump decidido a plegar el paraguas de seguridad en el que se cobijó el continente el último medio siglo, hace que este debate llegue con una urgencia que ha sorprendido a propios y ajenos.
Quiso y pudo
Muchas sociedades europeas, proporcionalmente a los kilómetros que los separan del conflicto ucraniano, todavía ven el escenario de la guerra como algo un tanto alejado y ajeno. Pero los planificadores militares y los expertos diplomáticos saben que Rusia invadió Ucrania no solo porque Putin quería, sino porque sintió que podía (y de hecho pudo).
El arte de (la niebla) de la guerra: detrás de la ceremonia de la confusión hay un plan para gobernar el mundo
Enrique Andrés PretelNo hace falta ser analista de inteligencia para percibir los riesgos de seguridad de la UE, con una disuasión militar y política poco creíble. Una simple búsqueda en internet y verá decenas de altos mandos militares europeos reconociendo abiertamente que sus fuerzas armadas no están preparadas para resistir una guerra de alta intensidad.
Incluso sin un conflicto abierto con Moscú, el repliegue estratégico del Pentágono puede llevar a que los aliados continentales tengan que reforzar el flanco oriental, con más efectivos, medios y despliegues. Nadie sabe todavía cómo va a terminar la invasión, pero todos los escenarios a día de hoy menoscaban de forma severa la seguridad europea.
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Enrique Andrés Pretel. CórdobaLos riesgos van más allá del flanco oriental de la OTAN. El repliegue estratégico del Pentágono no solo va a afectar a Europa. Muchos conflictos latentes, revanchas históricas y caudillos ambiciosos pueden prosperar ante el fin de la contención estadounidense. Los efectos de este cambio estratégico tectónico en zonas de alto interés para los países del Sur de Europa, como el Sahel, el Magreb y el propio Mediterráneo, son todavía inciertos.
En Córdoba tendremos a Javier Colomina, subsecretario general adjunto de Asuntos Políticos y Política de Seguridad y representante especial del secretario general de la OTAN para los Países Vecinos del Sur, para darnos su análisis de la situación.
Los mitos del rearme
Lo que nos lleva a la gran polémica de todo este debate: el rearme. En el imaginario colectivo cultivado en el optimismo histórico del cambio de milenio, “los señores de la guerra” trafican con rifles automáticos y venden bombas a granel, tratando de endosar cohetes y bazookas a todo tipo gobiernos. En realidad, los contratos de compraventa de armas tienen un alto componente estratégico y diplomático; la competencia es feroz (la mayoría son por licitación) y en muchos casos la cooperación es obligada.
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Juanjo FernándezY si a algunos les parece que las empresas tienen que hacer lobby en estos momentos, la realidad es que los arsenales estaban bajo mínimos desde antes de la invasión, las cadenas de suministro están bajo presión y muchos fabricantes no dan abasto para cumplir con los pedidos. En muchos casos, hay listas de espera de años para recibir determinados sistemas de armas.
La guerra se gana hoy con una combinación virtuosa de tecnología e industria, con mucha innovación y capacidades superiores a los de los potenciales adversarios. Se necesita pólvora y proyectiles, pero también inteligencia artificial, capacidades duales y competitividad industrial. El fin de este conjunto de armas, capacidades y operatividad militar es la disuasión. Y si le quedan dudas sobre esto, le sugiero que vea esto.
Salvo sociedades con una cultura de defensa muy arraigada, como la estadounidense, la francesa o la británica, las empresas del sector suelen estar más cómodas en un discreto segundo plano. Eso ya no debe ser así. La UE está decidida a repotenciar y reformar su tejido industrial defensivo. Se hablan de fondos europeos multimillonarios, eurobonos, financiación privada y mucha presión diplomática para que cada capital haga los deberes. Y aquí se abre tanto una oportunidad como un enorme riesgo.
No estamos preparados para una guerra como no lo estábamos para una pandemia global. Pero en caso de conflicto, de poco va a servir quedarnos dos meses en casa, cantando Resistiré por las ventanas.
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