Excentricidad, humor negro y talento valenciano: la fórmula con la que los Polo irrumpen en los cines

Excentricidad, humor negro y talento valenciano: la fórmula con la que los Polo irrumpen en los cines

El mayor recuerda cuando su madre les tapó los ojos en la sala de cine a ambos hermanos, regateándoles alguna escena de la película. Puede parecer la arquetípica reacción de una madre que descubre escandalizada, a mitad del metraje, que quizás no ha elegido el título más adecuado para una sesión de domingo con sus hijos, de 10 y 12 años. Pero lo cierto es que ya en el tráiler de Airbag, la película a la que asistían, Karra Elejalde deja claro lo que empuja su viaje del héroe: buscar su anillo de compromiso "de puticlub en puticlub".

"Quizás no era la edad para ver esa película, pero en casa de mi madre veíamos cine más moderno, cine europeo, o a Tarantino, también a De la Iglesia. Veíamos películas como El día de la bestia siendo muy jovencitos con ella. Nos daba una versión más fresca del cine", reflexiona ahora Javier Polo (Valencia, 1987), el más joven de los dos. Definitivamente, aquella leve censura maternal era el peaje por adentrar a los críos en un universo cinematográfico adulto e irreverente que acabó marcando la vocación de los dos.

Son tiempos de estreno y cierto escrutinio para los Polo, quizás ante el primer gran examen de su trayectoria. Javier acaba de presentar en el Festival de Málaga Pequeños calvarios, primer largometraje de ficción que llegará a los cines tras el verano y que cuenta con un elenco extenso imponente: Pablo Molinero, Arturo Valls, Andrea Duro o Vito Sanz, entre otros. Guillermo Polo (Valencia, 1985), cuenta los días para el estreno en salas –el 25 de abril– de su ópera prima: Lo carga el diablo, también con Molinero al frente del reparto, además de Mero González, Isak Férriz y Antonia San Juan.

En ambas películas, pese pertenecer a géneros diferentes, invocan algunos de los referentes de esa ladera salvaje del cine que les enseñaba su madre: hay algo tarantiniano, otro algo de De la Iglesia y de los Coen, incluso de la concepción estética de Almodóvar. "Los referentes están en el subconsciente, pero intentas sobre todo experimentar, lanzarte un poco a la piscina y buscar tu propio universo. Ese es un camino infinito, pero lo importante es emprenderlo. Es importante olvidarse de los referentes y tirar hacia adelante buscando tu voz", reflexiona Javier. En Pequeños calvarios esa búsqueda se refleja a través de una comedia negra compuesta de diferentes episodios, engranados por un personaje omnímodo –interpretado por Molinero–, un relojero capaz de alterar el comportamiento de la gente.

"Humor negro, excentricidad y cierto patetismo". Son las coordenadas en las que los Polo ubican creaciones como esta de Javier o el gran debut de Guillermo: Lo carga el diablo es una road movie en la que un escritor frustrado recorre carreteras secundarias y pensiones de España para enterrar a su hermano muerto, con el cadáver en el maletero y cuyo fantasma se turna como copiloto con una adolescente que parece haber germinado del asfalto del parking de un after.

Trabajan juntos, pero nunca han firmado una película conjuntamente, al estilo de otros hermanos y referentes célebres, como los Coen. El imaginario es compartido, pero la mirada –cinematográfica– es singular: "Un miembro de nuestro equipo nos decía que mis películas son de personajes aparentemente normales que actúan de una forma anormal, y los personajes de Guille son aparentemente anormales actuando de forma normal", resume Javier.

Fue el hermano mayor, claro, quien abrió el camino. De sus padres adquirieron la afición. La influencia de su madre ha quedado clara, la de su padre fue un acercamiento más erudito al arte, un afán más intelectual. "Nuestro padre era psiquiatra e investigó el tratamiento de la locura en el cine, incluso escribió libros con otros compañeros. En casa había películas más extrañas o difíciles de conseguir acerca de este tema, que en la adolescencia yo me fui papeando", explica Guillermo. También estaba su interés por el teatro, sobre todo desde la actuación. Luego fue la carrera de audiovisual en el campus de Gandía de la Universitat Politècnica de València. Y después el gran viaje: cerca de cinco años viviendo en Los Ángeles, estudiando y fogueándose en diferentes productoras. A la vuelta, un portfolio en el que figura todo un catálogo de trabajos en publicidad en paralelo a su desarrollo como cineasta.

Javier, que había seguido el idéntico camino académico que su hermano mayor, pasó un año en Australia antes de trabajar aquí y allá como operador de cámara, en un camino que le iba acercando a posiciones más autorales desde el género documental. Cuando Guillermo volvió de Estados Unidos, ambos decidieron unir ideas y esfuerzos para fundar la productora, para la que el nombre era obvio: Los Hermanos Polo.

Juntos culminaron entonces The mystery of the pink flamingo, la película de un tipo algo excéntrico que viaja buscando respuestas acerca de uno de los pilares de la cultura kitsch, el flamenco rosa. "Es el título que quizás nos colocó en el mapa nacional y nos ha facilitado poder hacer Pequeños calvarios, por ejemplo", reflexiona Javier.

Aquella obra, un híbrido entre el documental y la ficción con una originalísima idea de fondo, suponía entrar en una nueva liga. La prensa, especializada y generalista, empezó a interesarse en los Polo, en esa irrupción cinematográfica. Pese a que cada uno dirige en solitario sus películas, a menudo sí trabajan la idea original juntos y después cada proyecto encuentra quién de los dos lo liderará. "Nos damos, obviamente, un apoyo creativo en las lecturas de guion, en los montajes o a la hora de buscar un elenco; nos vamos acompañando en el proceso", apunta Guillermo.

Rodaje de Pequeños Calvarios, de Javier Polo. (Laia Lluch)Rodaje de Pequeños Calvarios, de Javier Polo. (Laia Lluch) Rodaje de Pequeños Calvarios, de Javier Polo. (Laia Lluch)

Comparten también equipo creativo, en el cual figuran nombres valencianos no vinculados únicamente al cine: la ilustradora y pintora Carla Fuentes ha dejado su impronta en varios de los proyectos, como The mystery of pink flamingo o el último corto de Guillermo con visos a transformarse en una película de larga duración, Videoclub 2001, en el que Fuentes ejerce de directora de arte. O el escritor David Pascual, autor de libros como Gordo de Porcelana, cuyo imaginario rima con el de los cineastas y ha acabado impregnando los dos largometrajes. "Conozco a David desde hace muchos años, nunca había escrito guion y le propuse trabajar juntos en las primeras versiones de Lo carga el diablo. Él crea personajes perdidos, excéntricos, situaciones kafkianas muy divertidas", comenta Guillermo.

De nuevo, las piezas con las que los Polo van construyendo su universo cinematográfico. La ambición de ambos es aprovechar el eco de sus próximos estrenos para levantar nuevos proyectos en un plazo razonable. "De lo contrario, en este mundo desapareces del mapa muy rápido", razona Javier, quien está enfrascado en una serie, mientras Guillermo avanza en ese corto que ha de devenir en largometraje.

Y así se traza el camino infinito del que hablaba el hermano pequeño, la búsqueda de una voz propia, que comenzó sin que lo supieran, devorando la colección sobre la locura de su padre, o en esas salas donde su madre les velaba algunas escenas, a cambio de despertarles una vocación.



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