
Los roces con la familia política no siempre tienen que ser una crisis: se pueden convertir en una oportunidad de crecimiento.
Voy a sincerarme, en mi última relación navegar por las dinámicas de mi familia política se me dio tan mal que hice aguas por todas partes. Ir a terapia de pareja nos ayudó a entender y respetar lo que pasaba en casa del otro, pero aquello me hizo entender que, si quieres un futuro con la otra persona, los vínculos con sus padres y hermanos deben manejarse con mucha delicadeza.
Casos como el mío, marcados por roces, han protagonizado conversaciones con amigas (los eternos cuñados con los que es imposible ponerse de acuerdo) o con seguidores ("Mi suegra/suegro quiere esto o aquello…"). La conclusión es la misma: las relaciones con la familia de la pareja suelen ser un tema que genera fricciones.
Para entender por qué suelen ser motivo de disputa, quiero recordar que, como individuos, venimos de un microsistema -nuestra familia- con sus normas y dinámicas únicas, e incluir a una persona nueva, que es externa a él, puede suponer un desajuste para todo el mundo.
Por eso no es raro que el desarrollo de los vínculos con los miembros de la familia de nuestra pareja -o de la pareja con los de la familia propia-, así como las conductas o comentarios en los momentos compartidos, supongan una fuente de estrés o incluso de malestar. Pero tratándose de algo inevitable, ¿cómo enfrentarlo?
Partiendo de que la educación emocional no es la misma en todas las familias, nadie nos ha enseñado a lidiar con las costumbres de una familia que no sea la nuestra. O incluso cómo gestionar aspectos familiares con nuestros padres o hermanos con los que quizás no estamos tan bien como nos gustaría.
Por eso, el primer punto es que, independientemente del motivo de las tensiones, la pareja forme un frente unido y decida posicionarse como tal verbalizándolo. Verse como un equipo no es solo una idea teórica, se traduce en preguntarse mutuamente cuál es el problema, qué dimensión darle, cómo actuar, etc.
Es decir, que si hay motivos de tensión por los miembros de la familia, no se convierta en un pulso de "yo contra ti", sino un enfoque de "nosotros contra el problema". Para ello es necesario que exista una buena comunicación: expresarse sobre el tema que preocupa o molesta sin ataques ni reproches.
De la misma manera, es fundamental validar las emociones de la otra persona. Sí, incluso cuando pensemos distinto o lo veamos de otra manera. Eso genera seguridad y refuerza el apoyo mutuo.
A continuación es clave preguntar: "¿Qué necesitas de mí?", hacer un ejercicio realista sobre las expectativas que tenemos de la otra persona y entender también qué espera por nuestra parte para poder dialogar y llegar a acuerdos.
Una vez aclarado esto, es el momento de marcar unos límites claros con la familia (en función de lo que sea necesario para el bienestar de la pareja) y mantenerlos firmes, sin ceder ante presiones o manipulaciones.
El conflicto puede actuar de 'pegamento' emocional
Cada vez que tengo una discusión con mi pareja -no muy a menudo, por otro lado-, y terminamos con una sensación de tristeza, me pregunta por qué hemos discutido, si era necesario. Mi respuesta siempre es la misma: "Hoy hemos aprendido algo nuevo".
Analizar un problema, del tipo que sea, con su correspondiente gestión, aunque implique tener una discusión de horas y sacar una lección, es una inversión en nuestro vínculo, una forma de reaccionar que antes desconocíamos porque no nos habíamos enfrentado a este problema.
Y, tomar nota, aprender y seguir adelante poniendo en práctica el nuevo conocimiento que hemos adquirido, es una forma de crecer juntos. Además refuerza la confianza en nuestra relación porque demuestra que tenemos la capacidad de resolver problemas por nuestra cuenta, como un equipo.
Cuando la prioridad es la pareja y el bienestar de la otra persona, encontrar la solución solo va a ser cuestión de tiempo. Y, mientras tanto, buscar momentos para reconectar, dedicarse gestos de cariño y apoyo, funcionan como refuerzo positivo. Nos dan a entender que la relación está por encima del conflicto.
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