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En el archipiélago canario existe una isla completamente deshabitada, pero con propietarios privados que limitan el acceso a su interior. A pesar de su belleza y valor ecológico, solo unas pocas personas logran obtener el permiso necesario para visitarla. Su historia y sus paisajes la convierten en un enclave único dentro de España.
Se trata de Alegranza, la isla más septentrional del Archipiélago Chinijo, situada al norte de Lanzarote. Con aproximadamente 10 km² de extensión, forma parte del Parque Natural del Archipiélago Chinijo y la Reserva Natural de los Islotes del Norte de Lanzarote, lo que refuerza su carácter protegido. Aunque hoy está desierta, en el pasado tuvo actividad humana, y todavía quedan restos de antiguas construcciones que datan de la primera mitad del siglo XX.
Una isla con dueños y acceso restringido
A diferencia de otros espacios protegidos de Canarias, Alegranza es de propiedad privada. Desde la década de 1940, pertenece a la familia Jordán-Martinón, y actualmente sus propietarios son Manuel José Jordán Martinón, Emilia Asunción Jordán Martinón y Eduardo Francisco Julio Jordán Martinón, según la información del Registro de la Propiedad que recoge Newtral. Uno de los miembros más conocidos de esta familia fue Eduardo Jordán Martinón, consejero de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de Canarias entre 1996 y 1997 por el Partido Popular.
Para visitar la isla, es necesario un permiso de la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias. De manera adicional, si se desea recorrer su interior, se necesita también la autorización de los propietarios. Además, no es fácil llegar a Alegranza: únicamente se puede en lancha o barco privado, y la única zona de fondeo segura se encuentra en la Playa del Veril, al abrigo del fuerte oleaje y el viento constante. Estas restricciones hacen que Alegranza sea una de las islas menos accesibles del archipiélago, con muy pocas visitas al año.
El faro de Punta Delgada y su pasado habitado
Aunque hoy no tiene residentes, Alegranza sí tuvo presencia humana en el pasado. A comienzos del siglo XX, se estableció una pequeña explotación agrícola y ganadera, cuyos restos aún son visibles en el sur del islote. Sin embargo, las condiciones extremas del terreno y el aislamiento hicieron que la isla acabara despoblándose.
Uno de los elementos más reconocibles de Alegranza es el faro de Punta Delgada, situado en la parte oriental de la isla. Construido en el siglo XIX, hoy funciona de manera automática, pero sigue siendo un punto de referencia en la zona. En 2002, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) debido a su importancia histórica.
Desde el aire, lo que más llama la atención de Alegranza es su enorme cráter volcánico, conocido como La Caldera, que tiene 1,3 km de diámetro y alcanza los 298 metros de altitud. Además, la isla cuenta con otras pequeñas formaciones volcánicas: la Montaña de Lobos (220 m), el Morro de las Atalayas (130 m) y el Morro de la Rapadura (130 m).
Gracias a su aislamiento, Alegranza es uno de los lugares más importantes para la nidificación de aves marinas en Canarias. Alberga una colonia de más de 10.000 parejas de pardela cenicienta, una de las más grandes de la Macaronesia, además de especies como el halcón de Eleonor, el águila pescadora y el petrel de Bulwer.
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