España también tiene las tierras raras que codicia Trump, pero los vecinos bloquean su estudio

España también tiene las tierras raras que codicia Trump, pero los vecinos bloquean su estudio

Desde lo alto del Monte Galiñeiro (Pontevedra) puede verse Baiona, Nigrán, Vigo y parte de las Islas Cíes. Toros, cabras, caballos y potros pasean por la sierra y se mezclan con senderistas. Es un enclave natural privilegiado con unas rutas llamadas por los deportistas rompepiernas por sus constantes desniveles. Pero muchos no saben que bajo ese suelo hay una alta concentración de tierras raras, el último antojo de Donald Trump en Ucrania. La sierra gallega alberga uno de los tres yacimientos más importantes de estos minerales en España. Los otros dos están en Fuerteventura y Ciudad Real. Pero el rechazo de los vecinos a la exploración en la provincia y en la isla ha propiciado que se congelen los estudios en contra del criterio científico. Mientras, la UE exige por normativa desde 2023 que se investiguen los minerales para poder alcanzar un objetivo: que en 2030 el 10% de la explotación mundial de materiales estratégicos —entre los que están las tierras raras— se produzca en suelo comunitario.

Las tierras raras son una combinación de 17 elementos químicos de gran valor por sus propiedades magnéticas. Se utilizan para la fabricación de turbinas, coches eléctricos, dispositivos tecnológicos, billetes de euro o material militar. A pesar de su nombre, encontrar estos minerales no es tan extraño. Lo inusual es dar con una elevada cantidad que haga rentable todo el proceso de extracción. La última exigencia del presidente norteamericano, Donald Trump, a Ucrania es que la Administración de Zelenski permita a las industrias americanas explotar sus reservas. ¿El motivo? La gran dependencia que Occidente tiene de China, quien en 2023 fue la responsable del 70% de la extracción mundial, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos.

“Las universidades hemos hecho nuestra parte”, señala José Mangas, catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Desde el año 2013, la Universidad de La Laguna y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han estudiado el posible hallazgo de tierras raras en la isla de Fuerteventura. Y los resultados contemplan dos posibilidades: hay minerales en la zona rocosa de la isla, pero también en los montes sumergidos. Los investigadores estiman que, en el archipiélago, las concentraciones de tierras raras podrían ser de dos o tres kilos por cada tonelada —en los yacimientos de EEUU hay unos treinta kilos por tonelada—.

Tras estos primeros estudios, dos empresas nacionales solicitaron los permisos para continuar con las exploraciones. Pero se han topado con un grueso muro de hormigón: la oposición vecinal. Los ciudadanos, reforzados por los políticos de los ayuntamientos, el Cabildo y el Gobierno canario, han conseguido paralizar la actividad de exploración. Solo un grupo político ha rechazado el parón en el Parlamento regional: Vox. “Con la negativa estamos haciendo un ridículo ante la comunidad científica”, defienden los de Abascal.

Rechazo también en Ciudad Real

Desde 2017 la Plataforma Sí a la Tierra Viva lucha para detener el proyecto que la empresa Quantum Minería tiene entre manos en Ciudad Real. Ya entonces la iniciativa fue cancelada por “su inviabilidad técnica y ambiental”, según expone la plataforma. Sin embargo, desde hace algo más de un año, la compañía ha vuelto a tantear los terrenos. Diferentes agrupaciones de agricultores, ganaderos, viticultores y vecinos se han levantado para exigir el fin de cualquier proyecto. De hecho, incluso el Seprona denunció el pasado mes de enero que la empresa buscaba sin tener la licencia tierras raras. Además, del mismo modo que ha pasado en Canarias, las reivindicaciones de los locales se han visto reforzadas con el apoyo político de las administraciones locales y de la Diputación de Ciudad Real.

“Es normal que aparezcan los miedos porque hay muy poco conocimiento del tema”, explica a este medio Claudia Custodio, investigadora del Observatori del Deute en la Globalització. La técnica ambiental incide en que en los procesos para separar los minerales del resto de la tierra se pueden producir episodios de contaminación radioactiva en los entornos locales. Custodio sostiene que “cualquier actividad minera siempre tiene un impacto en la naturaleza” porque al extraer grandes cantidades de tierra se generan residuos, se contaminan las aguas subterráneas y se degrada el paisaje. En este sentido, apunta Valerio Vecchia, portavoz de la plataforma No Tierras Raras Fuerteventura, "se generarán muchos desechos de esta actividad que, en la isla, irán a parar al mar. Un agua que aquí utilizamos para todo y tendremos que dejar de hacerlo”.

M. Mcloughlin

Sin embargo, la comunidad científica en España difiere. Entienden el temor de los ciudadanos, pero lo achacan a una falta de conocimiento. “En Canarias, en concreto, no hay tradición minera y todo asusta. Es normal”, defiende el catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas, José Mangas, a El Confidencial. Los académicos han dado el primer paso. Ahora, incide, tienen que ser las empresas privadas quienes continúen con la tarea de investigación. De hecho, ya hay una compañía local que ha pedido el permiso al Ministerio de Industria para explorar las zonas. Sin embargo, esta misma semana el Cabildo de Fuerteventura exigía la anulación definitiva de las solicitudes admitidas a trámite para la extracción. “No sabemos ni la cantidad ni la calidad que hay aún. Es una fase muy inicial”, remarca Mangas. El científico señala que el proceso completo desde que se descubren las tierras hasta que se explotan puede llegar a durar hasta quince años.

En cuanto a la radiactividad, el físico expone que ha identificado mayor tasa en la encimera de granito de una cocina, que en las rocas de la isla. “La gente no tiene por qué saber esto, pero los políticos deberían preguntarnos más a los científicos”, recuerda. Además, Ricardo Prego, investigador del CSIC, sostiene que "los materiales radioactivos no están en todos los yacimientos y, por otro lado, la radiactividad es evitable. Todo depende del coste". Ambos científicos lamentan la falta de información que tiene la ciudadanía y el interés político que se esconde detrás del rechazo de las instituciones a la minería, una industria que "podría diversificar la economía canaria", apostilla Mangas. "No se puede querer tener móviles, si no se disponen las tierras", apunta Ricardo Prego, y zanja: "Es que además es fundamental porque quien domina la minería, domina la industria".

Actualmente, solo el Monte Galiñeiro tiene investigaciones activas, con un estudio en primera fase de evaluación también rechazado por las organizaciones vecinales y ecologistas de la zona. En el resto de Europa solo hay actividad de explotación en Suecia, Finlandia, Dinamarca —concretamente en Groenlandia, otro de los puntos de mira de Trump— y, en menor medida, en Turquía y Grecia. “La investigación que se va a hacer en los próximos años va a ser brutal”, finaliza Mangas.



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