El olor a podrido permanece en muchos garajes inundados por la riada del pasado 29 de octubre en Valencia. Muchos siguen con las puertas abiertas. Hay que ventilar....
El olor a podrido permanece en muchos garajes inundados por la riada del pasado 29 de octubre en Valencia. Allí se han hallado 32 de las 218 víctimas mortales contabilizadas hasta el momento. Muchos siguen con las puertas abiertas. Hay que ventilar para que se sequen. Los más afortunados ya se han vaciado, pero aún quedan gran cantidad de los que se siguen remontando vehículos embarrados. "Impresiona mucho entrar. Representan el caos de lo que esto ha sido, con trastos que fueron arrastrados por el agua y no están en su lugar. Las bombas han achicado hasta que ha quedado un metro de agua, luego ya no tragan y hay que terminar a cubo y pala", explica Samuel Romero, un vecino de Aldaia que ha vaciado unos cuantos.
En el barrio del Raval de Algemesí, uno de los más olvidados tras el paso de esta DANA, los servicios de emergencias -muchos, voluntarios llegados de todas partes de España- terminaron de limpiar el lodo más de dos semanas después del desbordamiento del río Magro y a contrarreloj para evitar daños estructurales en las viviendas. El sargento jefe de guardia de los Bomberos del Ayuntamiento de Jaén, Antonio Tobaruela, voluntario en Algemesí, explica a 20minutos a los pies de un bloque del humilde barrio que su equipo ha participado en la limpieza de las dos plantas subterráneas del aparcamiento, en el que calculan que se acumularon hasta "ocho o nueve metros de altura de agua" entre los dos sótanos.
Con el fango ya a la altura de los tobillos tras el paso de las electrobombas, los voluntarios continúan extrayéndolo con la pala de máquinas bobcat, cuyo menor tamaño permite la entrada por las rampas de los sótanos. Baja, carga la pala de barro, sube y descarga en la calle. Y así una vez tras otra. La marca del fango llega hasta el techo. Y hay una planta más abajo. Por las rejillas de ventilación del garaje, deformadas a los pies del edificio, continúa una gran cantidad de ramas enganchadas. "Hemos visto de todo, sobre todo materia orgánica, ramas, cualquier cosa", cuenta Tobaruela. "Junto con bomberos voluntarios de Cataluña, estamos sacando todo el lodo, que está sobrecargando la estructura. El problema es que tenemos unos tres mil vecinos y había riesgo de sobrecarga. Aquí había que actuar sacando el fango rápidamente", expone el bombero voluntario.
Mientras tanto, parte de su equipo trabaja también en otro garaje de la calle Muntanya de esta localidad ubicada en la comarca de la Ribera Alta. Allí abajo huele a humedad y a podrido. Tres jóvenes empujan el agua hasta una alcantarilla del garaje a escobazos. Tobaruela subrayaba otro problema actual: el estado del alcantarillado. Está al límite de su capacidad y eso conlleva a que sótanos ya desaguados vuelvan a inundarse porque el agua vuelve a rebosar. "Este edificio se desaguó ayer [por el domingo 10], pero parece que hubo una nueva avenida. Todo el alcantarillado de la ciudad está comprometido. Entonces, el agua y el barro que echas en un sitio se acaba atrancando y saliendo por donde puede. Y a veces tienes que volver sobre tus pasos y repetir la operación", dice con resignación.
"En un principio trabajamos con bombas de agua, luego con bombas de lodo, hasta que el lodo ya no es consistente para nuestras bombas, estamos un poco limitados. Y aquí es donde hace falta equipos más especiales que nosotros de momento no tenemos", advierte.
"De momento los coches son el mal menor. Lo más importante es sacar el agua, el fango, porque está sobrecargando la estructura en algunos casos. Los coches vendrán después. Y sobre todo darle seguridad a la gente que está viviendo los inmuebles", continúa explicando en otro garaje que el agua llenó hasta el techo "y algo más arriba", apunta.
Según explica a 20minutos Juan Aznar, el doctor en Arquitectura e investigador de la Universitat Politècnica de València (UPV), "que un garaje se llene de agua hasta una altura determinada representa una sobrecarga para el edificio, para la cual no está preparado, y puede generar problemas estructurales". Estos puede ser descendimientos de la cimentación o fisuraciones, las cuales pueden aparecer en el sótano o en todo el edificio. Los edificios que podrían resultar más afectados, agrega Aznar, son los que tienen una "cimentación tradicional por zapatas".
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