Esta infraestructura hidráulica surtía de agua mediante galerías subterráneas al centro de Madrid y al Palacio Real.
Hace tan solo un siglo desde que desaparecieron los aguadores de las calles de Madrid. El Canal de Isabel II (1858) supuso un gran cambio en el sistema de abastecimiento de agua de la capital. Hasta entonces los madrileños tenían agua potable gracias a los viajes de agua. El Ayuntamiento de Madrid ha rehabilitado un tramo de uno de los más importantes, el Viaje de Agua de Amaniel. Se puede visitar de forma gratuita en el Paseo Juan XXIII, en el distrito de Moncloa-Aravaca.
El Viaje de Agua de Amaniel formaba parte de la red de viajes de agua que abastecieron a la capital desde el siglo XVI y hasta principios del siglo XX. Consisten en unas galerías subterráneas que filtran el agua de las primeras capas del subsuelo (gracias al sedimento arcilloso) hacia las galerías. Bajo el suelo de ellas, el agua discurre por un canal excavado hasta llegar al arca, que es el depósito de almacenamiento desde donde se reconduce hacia la ciudad. Lo más característico de este es que "sigue funcionando aunque abastece a fuentes y no a la población", explica Cecilia Briones, jefa de Departamento de Recursos Hídricos de la Subdirección del Agua del Ayuntamiento de Madrid.
Felipe III mandó a construir esta infraestructura hídrica en 1613 tras instalar su Corte en la Villa. Para hacer frente al problema de abastecimiento de agua potable, el monarca recuperó el sistema de qanats utilizado en época árabe para conseguir que llegara hasta el Alcázar de Madrid y, posteriormente, al Palacio Real. Este Viaje de Agua de Amaniel se construyó exclusivamente para la Corona, que "concedió suministro también a los nobles y edificios religiosos". La cantidad no era suficiente para abastecer a toda la población, por lo que "hubo que construir los otros viajes de agua que surtieron también a las fuentes históricas de la capital", relata Briones.
Este viaje discurre por 6 kilómetros de la capital. Tiene un desarrollo completo de galerías y varias arcas de repartimiento. El arca principal estaba en la Puerta de Fuencarral, la actual glorieta de Ruiz Jiménez. "De ahí pasaban por la calle San Bernardo hasta la plaza de Santo Domingo hasta que llegaba al Alcázar", explica la jefa de recursos hídricos. En total, los viajes de la época recorrían 100 kilómetros de Madrid.
Sin embargo, el viaje de Amaniel enfrentó problemas constantes de colapsos y derrumbes, además de la sobreexplotación por concesiones, lo que impedía satisfacer completamente las necesidades del Alcázar. De hecho, tras un momento en el que se llenó de agua, en la galería dos se construyó un muro de retención que hace de presa, "de tal forma que ellos mismos controlaban los caudales y, además, era una garantía de abastecimiento".
Las arcas estaban soterradas y solo se aprecia desde el exterior las pequeñas puertas que daban acceso. De aquí partían las galerías de distribución para conducir el agua a la siguiente arca, o a las fuentes privadas y públicas, donde el agua era recogida por los vecinos de la Villa o por los aguadores. Los pozos facilitaban el acceso y ventilación y podían distinguirse en la superficie gracias a los 'capirotes', piedras con forma piramidal.
El suministro de agua a Madrid estaba dividido por distritos, cada uno de los cuales tenía asignado un número de fuentes, caños, aguadores y una dotación económica específica para su mantenimiento. Durante los siglos XVII al XIX, coexistieron en Madrid decenas de viajes de agua, siendo 5 los principales: Alcubilla, Abroñigal Alto, Abroñigal Bajo y Fuente Castellana de uso público; y el Viaje de Agua de Amaniel, destinado al abastecimiento de Palacio. El Ayuntamiento quiere ahora cartografiar los 100 kilómetros de viajes de agua que estuvieron en activo hasta la construcción del Canal, de los que posiblemente, se puedan recuperar en torno a 50-60 kilómetros.
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