La Casa lleva el marchamo de la gran sorpresa del año en el cine español. Premio del público en el Festival de Málaga, su llegada a los cines le ha hecho adquirir categoría de recomendada de boca en boca. Es también una de las cintas valencianas con más recorrido en los últimos tiempos.
La dirige Álex Montoya, la protagoniza David Verdaguer, aunque uno de sus principales actores es un chalet: en Olocau, a 20 minutos de Valencia, y en torno a una piscina rural y un porche. El sentido inmobiliario de la ubicación acaba siendo definitivo. Es en ese continente donde caben todos los vínculos de los espectadores con los protagonistas del rodaje. “Es que 'La Casa' es la casa de todas”, explica uno de sus artífices, el productor Óscar Bernàcer: "Puedes identificarte como hija, madre o abuela, además de como hermana o tía, porque todos los personajes están cubiertos de una forma horizontal y multilateral. Es decir, que en todos ellos encuentras más de una relación directa y eso enriquece la percepción que el espectador tiene del conjunto de la familia, lo cual eleva la historia que los envuelve".
Esta es la historia de tres hermanos que, tras morir su padre, se reúnen en este espacio en el que, entre decisiones definitivas como qué hacer con la vivienda, qué hacer con ropajes y cachivaches, acaban revolviendo su propia vida, su propia historia. En ese viaje a uno mismo es imposible no proyectarse frente a la pantalla, no rebuscarse un poco más.
El chalet de Olocau ha sido revisitado dos veces. Sus estancias y sus armarios, su cocina y sus frutales, han sido escudriñados primero por Paco Roca y después por Montoya, primero viñeta tras viñeta, después escena tras escena. De manera que, en ese ejercicio de alto riesgo que es llevar uno de los mejores cómics de la década, Roca ganó el Premio Eisner en 2020 a mejor edición internacional, apenas hay colisión, sino que parecen parte de un proyecto unitario.
Esa doble inmersión no es figurada. El Premio Nacional de Cómic partió de la misma vivienda para componer su obra. Porque fue allí, entre los mismos muros, donde también levantó junto a su padre, mano a mano con los suyos, una segunda residencia con regusto de baúl familiar. Por entonces, ningún componente de esa prole podría imaginar que, unas décadas después, el chalecito que levantaban se convertiría en unos de los escenarios protagonistas de la cultura española en los últimos años.
Paco Roca: "El cómic se encuentra en su mejor momento en España"
Efe
La ubicación lubrica la película. Es allí desde donde se viaja a la memoria personal de sus implicados. Según Bernàcer, “esa construcción de los recuerdos, mucho más sensorial que narrativa, permite transmitir una emotividad muy cercana que llega a atravesar la piel. Además, y aquí está la magia, la mirada al pasado contribuye a que la historia en tiempo presente avance, con lo cual la historia fluye perfectamente”.
El propio Paco Roca formó parte del rodaje, como espectador ocasional, lo cual dio pie a todo un tirabuzón emocional: Roca estaba viendo la casa de sus recuerdos y a la vez a su propio cómic tomar cuerpo en vertical. El director de la película le mostró el resultado antes del estreno en el Festival de Málaga. El entusiasmo de Roca fue recibido como un veredicto, una suerte de alivio: "Me parece una gran película -cuenta el autor-. Consigue el mismo tipo de respuesta entre los espectadores que tuve yo con el cómic. Hice ese cómic para hablar de la pérdida de mi padre y de la tristeza y nostalgia que rodea al momento de vaciar la casa familiar para venderla. Tenía miedo de ver esa historia reinterpretada por otra persona y en otro formato, pero la película de Alex me emocionó. Empecé a verla con reparo y a los cinco minutos ya estaba totalmente atrapada por ella".
Se trataba de dar vida a uno de los cómics más relevantes para el dibujante. Además del Eisner, fue reconocido como el cómic más destacado del año por Le Parisien en 2016 o como el mejor cómic europeo en el salón de Roma. El escritor Fernando Marías dio sobre la publicación algunas claves que pueden aplicarse a la película: “Un emocionante último paseo juntos de un padre y un hijo, es también el libro que ha permitido a Paco Roca dibujar el tiempo que se va, o que se fue, o que se irá”.
"Disfruté como nunca"
El productor Óscar Bernàcer recuerda, por su parte, el momento en el que vio la cinta como una obra definitiva: “Fue con el penúltimo visionado de trabajo. La película ya lo tenía prácticamente todo, a falta de pequeños detalles. En ese momento decidí verla como espectador y me olvidé de los aspectos técnicos". Y el resultado final le sobrecogió.
"Me emocioné mucho y la disfruté como nunca. Antes de estrenar siempre queda la duda de qué va a pasar con el público, pero aquel visionado me gustó tanto que me dejó muy tranquilo, vi que la peli iba a funcionar y que solo necesitaba lo que en otras ocasiones se nos ha resistido: tener un poco de suerte y que los elementos externos que escapan a nuestro control encajen”, apunta.
Aunque no puede entenderse como una producción que busque bocetar a una sociedad en relación con su lugar, y, por tanto, no es su objetivo retratar a la sociedad valenciana, al igual que sucedió con la serie La Ruta -en este caso con la relación de presente ha pasado de un grupo de amigos-, el entorno contribuye a consolidar estética y sensitivamente el calor de una película: ni urbano ni rural, en Valencia, pero fuera de ella. Más que una herencia de Roca a Montoya, se parece a un chalet compartido los fines de semana.
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