El experimento de Daniela para poner fin a su adicción al móvil: "Sufría ansiedad si no tenía cobertura"


         El experimento de Daniela para poner fin a su adicción al móvil: "Sufría ansiedad si no tenía cobertura"

El uso medio diario que hace de su dispositivo es de seis horas, tres veces más de lo recomendado por la OMS.

A los 14 años le regalaron su primer móvil y, desde entonces, no se ha separado de él más de lo "estrictamente necesario". Ahora, con 22, las frases que más escucha Daniela a lo largo del día son "deja el móvil", "estás enganchada" o "¿no puedes parar de mirarlo ni un segundo?". "Sobre todo sufro de ansiedad y lo paso mal cuando sé que voy a estar sin cobertura o sin poder mirar el móvil, como en aviones, en exámenes, en el tren o en la carretera", asegura a 20minutos.es esta joven vasca, cuyo uso del iPhone es de "seis horas al día", un dato que "triplica lo recomendado por la OMS".

Su caso no es único. Según un estudio publicado por la Universidad Complutense de Madrid, el 15,4% de la población española mantiene un uso del teléfono móvil muy elevado y en riesgo de padecer complicaciones, mientras que en el 5,1% ya se puede considerar problemático o una adicción. ¿Pero cómo distinguir una cosa de la otra? El estudio del Ministerio de Sanidad y Cáritas Impacto de las pantallas en la vida de la adolescencia y sus familias arroja algo de luz, pues sostiene que se considera adicción cuando "el uso o la ausencia de este genera ciertos niveles de aislamiento, ansiedad, falta de control y dependencia".

Esa ansiedad es precisamente la que Daniela ha experimentado tantas veces. Por eso, cuando la universidad le asignó como Trabajo de Fin de Grado (TFG) un tema sobre "desconexión digital", ella y todo su círculo se rieron por la contradicción, pero se lo tomó como "una señal". "Sentí que era el momento de cambiar algo y decidí ir a una terapeuta de la universidad para pedir ayuda. Ella me detectó una adicción digital y, aparte de empezar un tratamiento, se me ocurrió ser yo misma el objeto de estudio de mi TFG, desconectar totalmente de internet y ver qué pasaba".

El reto no era fácil, y ella lo sabía: "Puedo salir de casa sin zapatos antes que sin móvil. Siempre he sido consciente de que estoy muy enganchada porque siento mucha dependencia; si no lo tengo cerca, estoy irascible y no soy capaz de controlarlo". Así, asesorada por su tutora y la propia terapeuta, decidió que fuese exactamente un retiro de una semana porque consideró que era el tiempo necesario para que "el cuerpo y la mente fuesen conscientes" de lo que estaba pasando y pudiese manifestar síntomas tanto positivos como negativos.

Sustituir el 'smartphone' por "un móvil de teclas"

En primer lugar, se marcó unos límites claros: apagar su smartphone y sustituirlo por un "móvil de teclas" que compró en Amazon y que solo sirve para llamadas. En este, registró cinco contactos de emergencia, dos amigas de la universidad, sus compañeras de piso y su madre. La estudiante asegura que esto ya le provocó, de primeras, un shock porque se le hizo "muy raro" tener un teléfono sin conexión a internet o sin la posibilidad de descargarse aplicaciones. También renunció a ver series y películas o a poder sustituir los servicios del smartphone con el portátil. Sin embargo, no quiso renunciar a su hobby fotográfico y estuvo haciendo varias fotos con una cámara digital que tenía por casa.

Antes de empezar, el primer inconveniente fue elegir la fecha del experimento: "Nunca viene bien hacer estas cosas". Por ello, priorizó que no coincidiese con periodos muy cargados de trabajos de la universidad porque consideraba que "gestionar las entregas en grupo sin conexión es bastante más complicado". Le daba miedo, en concreto, que cambiasen exámenes o entregas de fecha y no enterarse a tiempo o que las reuniones para preparar las exposiciones variasen de día u hora y perder el tiempo o no poder organizarse bien. Así que, una vez encontrada la semana perfecta, apagó su iPhone el 17 de marzo a las 00.00 horas y lo guardó en un cajón.

La pérdida de la "inmediatez"

Daniela cuenta que los tres primeros días se le hicieron "eternos", y que se consolaba pensando en que, si pasaba algo importante, sus seres queridos iban a esforzarse por contárselo. "Lo que peor llevé fue la pérdida de la inmediatez, el querer contarle algo a una amiga o acordarme de ella y no poder. Soy una persona que siente mucha sensación de deuda con mis amigos, intento estar presente siempre, responder a los mensajes super rápido. No poder hacer eso me costó mucho trabajo mental porque me da la sensación de que, si no lo hago, se van a olvidar de mi o enfadarse conmigo", continúa.

Pasados los primeros días, los síntomas positivos comenzaron a salir a la luz. Daniela empezó a d... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}

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