Cuando César Soto Grado pitó el final del Real Madrid-FC Barcelona el domingo al filo de las 11 de la noche, Xavi Hernández había vivido, y perdido, su último Clásico como entrenador culé, mientras Pedro Sánchez, que aún tenía por delante tres años de legislatura como presidente del Gobierno, constataba que el Partido Socialista había obtenido un buen resultado en las elecciones vascas. Pero tres días después, todo cambió. O casi. A la par que el jefe del Ejecutivo publicaba una carta en X, antiguo Twitter, diciendo que se tomaba varios días para reflexionar sobre si continuaba en su cargo, los rumores sobre el cambio de opinión de Hernández con respecto a su futuro se iban agrandando hasta confirmarse la noticia. Cumpliría su contrato con el club blaugrana a pesar de haber anunciado el pasado febrero que se marcharía cuando acabara la temporada.
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