Las flores están de moda en Madrid. Desde las floristerías de los kioscos de las grandes plazas como las de Tirso de Molina hasta las flores por suscripción. Jorge Guerra, de 60 años, tiene su kiosco de flores precisamente en esta plaza madrileña desde hace 16 años, pero lleva más de 30 trabajando en el sector. "Cuando llegué a España empecé a buscar trabajo en floristerías y se interesaron por mí porque siempre había vivido en el campo en Perú y ya tenía experiencia", recuerda.
Guerra explica que lo más le gusta de su trabajo es el trato con la gente. "Me gusta orientarlos sobre los colores, las flores ideales según la temporada y cada espacio de la casa". Este florista se imagina jubilándose entre flores. Su historia es solo una de las decenas de comerciantes que hicieron de esta belleza natural su pasión y, a la vez, su oficio.
A la directora creativa y cofundadora de Sakura Atelier, Samar Cajal, de 44 años, fue el confinamiento el que la hizo buscar un espacio en donde conectar con la naturaleza. "Como psicóloga, para mí era fundamental buscar la forma de llevar los beneficios de la naturaleza a nuestra vida, y de ahí surgió Sakura Atelier", recuerda. En su local, como en el kiosco de Guerra, la mayoría de flores que venden intentan que sean de producción local y de temporada, aunque esto no siempre es posible.
Cajal es el fiel reflejo de que el concepto de floristería está cambiando. "Cada vez las flores se entienden más como un arte y un elemento decorativo y, por eso, creo que la floristería tradicional se está transformando en un concepto más estilo boutique. Creo que las floristerías de este estilo están en auge en España, sobre todo en grandes ciudades como Madrid", asegura.
Sakura es un estudio que funciona por pedidos y por suscripción mensual (50 euros), pero la temporada los marca, como a Guerra en su kiosco: el día de la Madre y el día de los Enamorados hacen su agosto. "En España se suelen vender muchas flores en fechas señaladas, pero nosotros no solemos trabajar para el consumidor final a no ser que se trate de talleres florales", cuenta Cajal.
Sobre la calle Bravo Murillo, a la altura del número 37, en el madrileño barrio de Chamberí, tiene la floristería más famosa del barrio Duber Jaramillo, de 44 años. Su éxito radica en que decidió comprar una máquina expendedora para poder vender ramos de flores a 10 euros durante las 24 horas del día. "Ayer llenamos la máquina con todo tipo de ramos, y durante la noche se llevaron nueve", asegura. Jaramillo cuenta que ya ha amortizado la máquina y que además esta le ha servido para volverse viral en redes sociales. "A la gente le sigue gustando más la atención cara a cara, pero cuando está cerrada la floristería, ahora saben que pueden venir por flores siempre para cualquier emergencia", dice Jaramillo.
El experto nació en Colombia y desde que tenía 18 años empezó a trabajar como mensajero en el cultivo de flores que tenía su padre en Pereira, en el noroeste del país. Desde que llegó a España hace 25 años se dedica al negocio de las flores. Primero trabajando para otros en kioscos y floristerías y desde el 2006 desde su propio negocio.
Trabaja con intermediarios de empresas que venden al por mayor flores de otros países. Las flores que más se venden vienen de Colombia, Holanda y Ecuador, por su relación calidad precio. "Las flores están en cada etapa de la vida de las personas, desde que nacen hasta que mueren, y ahí estamos nosotros para darles las mejores", asegura Jaramillo.
Aunque sabe que hay días en los que vende más como las fechas especiales, él asegura vivir del día a día. La mayoría de sus clientes son vecinos del barrio que al pasar por el local no pueden resistirse y se llevan uno o dos ramos para casa. Lo que más se compra en esta época son margaritas, astromelías colombianas y claveles.
Su pasión por las flores la comparte la fundadora y directora creativa Sally Hambleton, de 52 años, que después de ser despedida de una empresa del sector financiero hace 10 años decidió volver a sus raíces: la decoración. Y así montó su propio negocio, que se especializa en flores nacionales. "No me permito comprar flores que vengan de otro continente para intentar limitar nuestra huella de carbono, que en nuestro sector es enorme", asegura.
“Me mueve el placer inmediato que producen a la persona que las recibe. Las flores son alegría, y eso es un superpoder”
Hambleton asegura que Madrid está viviendo un boom de las flores. "Cuando nosotros abrimos hace 20 años, yo tenía solo dos floristerías de referencia en Madrid. En estos años han pasado por nuestros talleres de diseño floral muchas personas que hoy tienen floristerías en Madrid. Es decir, han surgido muchas floristerías en la ciudad en los últimos años. Y eso es buenísimo para el sector", recuerda.
Para la diseñadora, las flores son una fuente inagotable de inspiración. "Me mueve el placer inmediato que producen a la persona que las recibe. Las flores son alegría, y eso es un superpoder", afirma Hambleton que asegura que las flores le han dado experiencias que jamás podría haber soñado.
Para estos expertos, dedicarse a las flores es un arte. "Requiere de un ojo especializado que tenga nociones de diseño, conozca las proporciones, la distribución de los elementos en el espacio, trabaje texturas y maneje el color. Además, hay que saber interpretar la idea que tiene el cliente, las emociones que quiere evocar y crear un concepto que represente lo que se quiere conseguir, que sea original y único", asegura Cajal.
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