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Si hay algo que preocupa en las cancillerías europeas es que Mauritania acabe como buena parte de los Sahel engullida por el terrorismo yihadista y los refugiados y que su territorio se convierta de nuevo en un trampolín desde donde numerosos inmigrantes zarpan rumbo a las Canarias.
El Gobierno español quiere apuntalar a las autoridades de un país cercano, menos autoritario que sus vecinos, endeble y pobre. Su extensión casi duplica a la de la Península Ibérica, pero con una población escasa, de apenas 5 millones de habitantes, que España multiplica por casi 10.
El presidente Pedro Sánchez viaja este miércoles a Nuakchot por tercera vez en año y medio. La primera visita, en febrero de 2024, la hizo con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y ahora también va acompañado, por su vicepresidenta tercera, Sara Aagesen, y por media docena de ministros.
Será la primera Reunión de Alto Nivel con Mauritania, como llama la diplomacia española a las cumbres gubernamentales. Estas citas, que en teoría se celebran una vez al año, estaban, en teoría, reservadas a vecinos con más peso como, por ejemplo, Marruecos, y más posibilidades de negocio. Mauritania es el cuarto país más pobre de África.

La Güera, el "agujero negro" desde donde zarpan en tropel los cayucos a Canarias
Ignacio Cembrero
Este compromiso gubernamental es de tal alcance que España ha establecido ya una relación más estrecha con Mauritania, tanto en lo político como en el ámbito de la cooperación, que Francia. La influencia de la antigua potencia colonial está en declive en África Occidental. Ha sido además expulsada de buena parte del Sahel empezando por Mali, Níger y Burkina Faso. “Tratamos de colmar algunos de los huecos que ha dejado”, repiten los colaboradores del ministro José Manuel Albares.
El interés del Gobierno español por Mauritania no es del todo altruista. Si se firmó el año pasado un Marco de Asociación País 2024-2027, si se le han concedido más de 300 millones de euros en ayudas, es para apoyarle en su desarrollo económico y para incentivar un mayor control de la emigración irregular hacia Canarias.
El año pasado, la inmigración irregular deparó un par de sorpresas en el archipiélago. De los casi 47.000 “sin papeles” que desembarcaron, un 18% más que en 2023, la mayoría no procedía ya del sur de Marruecos ni del Sáhara Occidental. Más de la mitad (25.081) habían zarpado de Mauritania, pero no eran ciudadanos de ese país. Eran sobre todo malienses -llegaron 14.000 en 2024- que huían de la guerra y la hambruna.
Mauritania acogía oficialmente a finales del primer trimestre de este año 288.000 refugiados, la mayoría malienses. El 5,8% de su población son refugiados. El porcentaje real es quizás algo más elevado porque no todos están registrados. Casi la mitad se hacinan en el campamento de Mbera, en el sureste del país, que gestiona el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Los estímulos españoles están dando resultados. “Operaciones policiales vertiginosas. Mauritania endurece su política migratoria presionada por los europeos”, era el título de un largo reportaje publicado la semana pasada por el diario francés 'Le Monde'. En él se describían incluso redadas que acabaron, por error, con la expulsión a Mali de mauritanos de color y también la detención de niños de 10 años durante una semana.
La Gendarmería mauritana ha sellado además el agujero negro de La Güera, en el extremo sur del Sáhara Occidental, un territorio cuya vigilancia le incumbía, pero en el que apenas ponía los pies. Es el punto de la costa bajo control mauritano más cercano al archipiélago canario, tan solo 700 kilómetros, y por eso punto de partida de numerosos cayucos.
El Ministerio del Interior español rehúsa dar estadísticas pormenorizadas, pero la última información que proporcionó ilustra la caída de la inmigración irregular hacia Canarias. En el primer semestre de este año solo llegaron al archipiélago 11.321 “sin papeles”, un 41,2% menos que durante el mismo periodo de 2024.
En la contención de la emigración juega un papel destacado la Guardia Civil, que cuenta con cerca de cien efectivos en el país, algunos de los cuales efectúan patrullas conjuntas con la Gendarmería mauritana. Dispone, además, de una quincena de vehículos todoterreno, un helicóptero, un par de patrulleras de altura etcétera.
Mauritania sufre las consecuencias de la guerra en Malí, pero también corre el riesgo de contagiarse. Padeció el último zarpazo del terrorismo en 2011. Aunque no actúan en su territorio desértico, los yihadistas del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, la rama de Al Qaeda en el Sahel, sí penetran en él con frecuencia para ponerse a salvo de la persecución del Ejército de Mali y de sus aliados, las milicias rusas de Wagner, ahora reconvertidas en Africa Corps.
La última escaramuza grave tuvo lugar en abril de 2024 cuando militares malienses y milicianos rusos penetraron en la provincia fronteriza mauritana de Hodh El Chargu a la caza de yihadistas. En su persecución desbocada hirieron a tres civiles. En diciembre los hombres de Wagner regresaron y se llevaron pesos a media docena de mauritanos que fueron después puestos en libertad.
Las unidades especiales móviles del Ejército mauritano no dan abasto para cubrir un territorio tan extenso. El Grupo de Acción Rápida de la Guardia Civil les imparte formación en la lucha antiterrorista, pero su adiestramiento ha corrido sobre todo a cargo de Francia y de EE UU. Con tal propósito, el mando del Pentágono para África (Africom) organizó durante varios años en Mauritania las maniobras militares Flintlock.
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