La crisis del ajo golpea a la Cuenca vaciada: "No sale a cuenta por ningún lado"

La crisis del ajo golpea a la Cuenca vaciada:

El rey de las recetas más caseras por excelencia sobrevive a uno de sus peores tiempos. No hay casa sin varias cabezas y casi puede decirse que es el segundo apellido de Victoria Beckham por aquella célebre frase -que la Spice Girl se ha cansado de desmentir- de “España huele a ajo”. Esta planta, que cuenta con una denominación de origen en Las Pedroñeras (Cuenca, 6.500 habitantes), se ahoga desde hace unos tres años. Mientras, los agricultores ven como cada vez tienen menos recursos para hacer frente a las plagas, se enfrentan a más procesos burocráticos y tienen menos perfiles especializados para trabajar en el campo. “Se va a perder el cultivo que vertebra a muchos pueblos de la España rural, el motivo de unos 60 jornales por hectárea”, expresa con preocupación y hartazgo Luis Fernando Rubio, presidente de la Asociación Nacional de Productores y Comercializadores de Ajo (Anpca).

La variedad peor parada es precisamente la que ostenta la denominación de origen. "En el ajo morado es un problema muy serio. Está en peligro y puede llegar a dejarse la producción", subraya por su parte José Carlos Patiño, presidente de la Mesa Nacional del Ajo. En comparación con otros alimentos que gozan de la protección, como puede ser el plátano de Canarias, los agricultores lamentan la falta de visibilidad y difusión. "Somos un sector muy pequeño y además un alimento al que la gente viene por el precio. No pasa con el plátano, que se diferencia mucho de la banana. Aquí las calidades tampoco tienen comparación, pero no hay cultura de buscar el ajo de Las Pedroñeras en el súper", sostiene Luis Fernando.

Los motivos de la crisis se resumen, según explican los agricultores, en la reducción que la Unión Europea y el Ministerio de Agricultura han hecho de los productos fitosanitarios que se pueden utilizar en el campo. “Las plagas comienzan a ser resistentes porque tenemos muy poca variedad de materia activa que podemos emplear”, sostiene Rubio. Ante la imposibilidad de controlar los bichos, los agricultores han tenido que recortar las hectáreas por lo que, aunque los precios hayan aumentado, los ingresos no conllevan beneficios para los trabajadores. “La gente acabará dejando las tierras porque esto no sale a cuenta por ningún lado”, carga el presidente de Anpca.

Marta Nevot

Al aluvión de insectos que vuelan sobre los cultivos se suma que falta mucha mano de obra cualificada que sepa trabajar con las máquinas y tenga conocimientos sobre el campo. El sector ya ha reducido mucho la demanda de empleados. Hace unos años, los patrones necesitaban a unos 40 trabajadores para cada parcela y ahora con la mecanización la necesidad ha bajado hasta los 4 o 5. Pero aun así los dueños del terreno aseguran estar ahogados. “Nosotros ya hemos hecho nuestra parte, que es mecanizar al máximo los procesos. Pero ahora necesitamos que haya voluntad también por parte de las administraciones”, defiende José Carlos Patiño.

La sequía de los últimos años propició un aumento de los precios porque ralentizó el crecimiento y recogida. Según datos del Ministerio de Agricultura, desde mediados de agosto y hasta hace un par de semanas, los precios de venta no bajaron de los 1,87 euros por kilo. Las lluvias de marzo y abril aliviaron la situación y alentaron una bajada de los precios que se ha notado especialmente en las últimas semanas de mayo cuando el kilo descendió hasta los 1,32 euros -el precio más bajo desde 2023-.

Además, la irrupción del ajo chino en el mercado español -y global, porque China alcanza ya el 80% de la producción mundial- ha tensionado aún más la situación. El ingrediente procedente del gigante asiático tiene un arancel que se le impone cuando se ha sobrepasado ya un número de kilos como “contingente” para que no se imponga al cultivo español. Aun así, los temporeros inciden en que “se ha quedado obsoleto” porque el producto chino tiene un precio tan bajo que ni con ese arancel le pueden hacer frente. El ajo chino no solo ha arañado el mercado nacional, sino que también tambalea el negocio en otros países. "Con la guerra arancelaria de Trump, China ha virado hacia Brasil, por ejemplo. Allí han tenido que bajar muchos los precios para dar salida al producto. Lo que hace que para nosotros sea ya muy difícil vender en ese país", expone Luis Fernando.

Marta Nevot

Estos problemas adquieren un mayor calibre al poner sobre la mesa los datos del sector. El campo castellano-manchego es el principal productor de ajo del país. A su vez, España es la duodécima recolectora de este cultivo. Y, atendiendo a las cifras de exportación, el mercado español es el segundo vendedor del mundo. Según datos del Ministerio de Economía, en 2020 España exportó 190 millones de kilos que supuso un ingreso de 420 millones de euros. Cuatro años después, las ventas en el extranjero cayeron hasta los 142 millones de kilos -la cifra más baja desde 2014-, pero los ingresos superaron a los 455 millones de euros.

Aunque Castilla-La Mancha sea la productora más importante en España, también hay muchas hectáreas de cultivo en Andalucía (Córdoba, especialmente) y Castilla y León. Esta autonomía, con producción sobre todo en las provincias de Valladolid y Segovia, es la única que se salva del principal problema: las plagas. Los fríos inviernos y las suaves primaveras alejan a los millones de insectos que tratan de erosionar el cultivo. En el resto del territorio, y especialmente en Las Pedroñeras, miran con pesimismo el futuro y lamentan que las decisiones se tomen desde un sillón en Madrid. "Necesitamos ayuda institucional o si no, acabaremos todos en la Puerta del Sol comiendo productos de otros orígenes", zanja Luis Fernando.



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