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A veces uno vuelve a los lugares que habitó, a los que dedicó su esfuerzo y su tiempo, para darse cuenta de que no todo se echa de menos. Inés Arrimadas regresó este jueves al Congreso como una visitante más, sin un ápice de nostalgia. Acudió con un grupo de compañeros de una consultora de recursos humanos con la que colabora, cargo que compagina con su trabajo como directora de ESG y Comunicación de Recurrent Energý, del sector de las energías renovables.
Arrimadas se despidió de la Cámara el 26 de julio de 2023. Una reunión de la Diputación Permanente que se convirtió en una sucesión de despedidas puso el broche a su carrera política. Cumplida la legislatura y tras una guerra interna con su compañero Edmundo Bal por el liderazgo de Ciudadanos, hizo las maletas y se mudó a Jerez de la Frontera, la ciudad de su infancia. El año pasado visitó otra vez los pasillos del Parlamento para intervenir en un foro de energía verde, su nueva dedicación profesional.
La exdirigente asegura a El Confidencial que está "muy feliz fuera de la política". De vez en cuándo, relata, la paran por la calle para decirle que debería volver al servicio público como figura alternativa a un clima marcado por la bronca, la polarización y, ahora, la corrupción. Ella les responde con un "no" rotundo. "Nunca me he planteado volver", asegura.
En su día, el PP de Pablo Casado la tentó para saltar del barco naranja al azul. Su perfil también gustaba en el equipo de Alberto Núñez Feijóo, que se puso a los mandos de la nave nacional en abril de 2022. Pero, a diferencia de otros compañeros de partido, Arrimadas siempre tuvo claro que ese no sería su camino. Dos años después se ratifica en una decisión de la que no se arrepiente. Ahora disfruta de "una vida más tranquila", rodeada de su pareja —el también exdirigente de Ciudadanos, Guillermo Díaz— y su familia. "Y con tiempo libre los fines de semana", esboza con una sonrisa de oreja a oreja.
No hace ni dos años de su marcha y Arrimadas parece un fantasma, alguien de otro tiempo político, muy convulso también pero que al menos no discurrió para el Gobierno con un ojo en los juzgados. Apenas se deja ver en foros, y no opina en público sobre política. Pero hasta a ella le afecta la escalada de tensión actual, lo que le lleva a poner aún más distancia de lo que hace tiempo fue su día a día.
Arrimadas está pendiente de la información, pero sin ninguna obsesión. Y ve a Pedro Sánchez determinado a seguir, pese al escándalo de corrupción que ha provocado la caída de Santos Cerdán. En efecto, el presidente del Gobierno ha declarado su intención de aguantar hasta 2027, pero la incertidumbre sobre nuevas revelaciones judiciales podría acortar su camino al frente de la Moncloa. O al menos eso esperan en la oposición.
La exdiputada ha ejercido este jueves por la tarde de anfitriona en un recorrido por las dependencias de la Cámara. Ha visitado el hemiciclo, el salón de los Pasos Perdidos anexo, el pasillo del Congreso, el patio, y la sala en la que, como portavoz de Ciudadanos, comparecía ante los medios de comunicación. Apenas había ya tránsito en la Cámara Baja, ya que el pleno —el último ordinario del período de sesiones— finalizó por la mañana. Algún diputado sí se la cruzó. "¿Has visto que está aquí Inés Arrimadas?", comentaban, con cierta sorpresa.
En el pasillo que conecta las dependencias de la prensa con la zona noble hay ahora una exposición fotográfica de la Asociación de Periodistas Parlamentarios. Arrimadas se paró justo delante de una, del fotógrafo de El Mundo, Alberto di Lolli, que simboliza ya la historia reciente de España. Es de 2017, aparecen muchos diputados de Podemos y de IU, purgados o fuera de la política. Carolina Bescansa, Alberto Garzón, Ramón Espinar, Íñigo Errejón y en el centro de todo Pablo Iglesias e Irene Montero, que discute airadamente con el ex dirigente de Cs, José Manuel Villegas.
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