Las 5 claves de las Fallas que sirven de lección sobre el futuro de Valencia

Las 5 claves de las Fallas que sirven de lección sobre el futuro de Valencia

Parafraseando a los clásicos, podría decirse que las Fallas, las de Valencia, son la cosa más importante entre las cosas menos importantes que gestiona el tercer sistema urbano de España. Pero sería una afirmación completamente errónea: las Fallas son un eje vertebrador de las políticas públicas del tercer ayuntamiento español. Y lo son, en buena parte, por su volumen. Según el censo de la Junta Central Fallera, que sirve como recuento -imperfecto- de la comunidad festiva, en 2025 son cerca de 115.000 los registrados en las centenares de comisiones que se extienden por toda el área metropolitana y municipios cercanos. Más que la población total de Cádiz, de Girona o Toledo.

Por tanto, en lugar de persistir en el debate -un punto rancio y limitante- de la Valencia que huye de las Fallas versus la Valencia que las vive con todo el ruido posible, conviene detenerse en la conversación que origina la fiesta. Sirve de termómetro privilegiado sobre el estado de la sociedad.

Si ya hemos hablado otras veces del peso de las fiestas en el comportamiento electoral (con estudios como el de Marc Guinjoan y Toni Rodon que cifran en hasta un 2% el beneficio electoral de los alcaldes que duplican la cantidad destinada a fiestas locales), que Valencia sea la ciudad que más gaste e ingrese en fiestas muestras bien a las claras el peso específico de las cuentas festivas. Otro estudio, el de Pau Díaz-Solano y Adrià Mompó, detectó que los concejales valencianos articulan su visibilidad a través de los rituales de la fiesta.

Vicent Molins. Valencia

En ese acercamiento a la conversación fallera de los últimos años, y en pleno discurrir de las de 2025, hay cinco aspectos que deben tenerse en cuenta.

La literalidad de la sátira… y los límites de la crítica: El año pasado la falla municipal, obra del artista Escif, situaba encaramados a una valla como la de Melilla, a un puñado de ninots, reproduciendo a las figuras de unos inmigrantes tratando de saltar la alambrada. Una figuración que provocó la reacción de varios colectivos ofendidos por la escena. Como contrarreacción, el artista se mostró receptivo al cuestionamiento y salvó de las llamas a las figuras cuestionadas. Este año ha sido el artista Víctor Navarro quien, semanas antes de la propia plantà, recibió hasta “300 mensajes con amenazas de muerte” por su diseño de una sátira con Vinícius y el balón de oro como protagonista. Mientras, el ninot con más protagonismo hasta el momento ha sido la escena donde unas manos tratando de salir a flote se intercalaban con la puerta de El Ventorro, en clara alusión a Carlos Mazón. Lejos de entenderlos como conflictos artificiales, posiblemente se trate de casos saludables en los que la ficción (en este caso, a través de escenas callejeras) ejerce de intermediaria para canalizar hechos que tensionan socialmente.

Ninot de Vínicius. (Europa Press/Rober Solsona)Ninot de Vínicius. (Europa Press/Rober Solsona) Ninot de Vínicius. (Europa Press/Rober Solsona)

La invasión de los leds: Miles de luces atiborrando las calles, modulando galerías abiertas cargadas de bombillas. En especial en el barrio de Russafa, convertido desde hace algunos años, y por estos días, en una constelación para mayor gloria de la cultura brilli-brilli, capaz de deslumbrar al transeúnte. Este Little Vigo, más que una tradición adherida al ADN fallero, es una ingeniosa operación influencer con la que convertir cada una de las calles iluminadas en un producto para ser patrocinado y, por tanto, lograr suculentos ingresos extras para las comisiones promotoras (casi todos, provenientes de marcas de cerveza). Una pista reveladora de cómo las calles se convierten en un decorado comercial artificioso del que sacar buenos réditos.

La crisis de los artistas falleros… y fallas que se parecen demasiado: Si hay una figura devaluada al punto de que, en ocasiones, su protagonismo parece inexistente, es de los autores de las propias fallas. Como vienen denunciando desde hace años figuras como el artista Pepe Latorre, cada vez son más las comisiones falleras que le confieren más importancia a la carpa -el elemento satelital que sirve de escenario de reunión durante esos días- que al propio monumento. La digitalización, sumada al uso indiscriminado del corcho, en lugar de permitir que el artista rentabilizara mejor su trabajo, ha acabado por imponer una homogeneización de las figuras. Al igual que sucede con muchos de nuestros centros urbanos, también la observación de las fallas provoca la dificultad de diferenciarlas de otras.

Vicent Molins. Valencia

Muchos churros y poco buñuelo: En relación con los procesos homogeneizadores, durante estos días buena parte de las calles ven llegar centenares de chiringos, dispensadores de supuestos dulces tradicionales. Aquí la gentrificación es la de los churros sobre el buñuelo. El elemento local pierde fuerza ante puestos, llegados de cualquier parte -normalmente con dinámicas feriantes que los llevan de ciudad en ciudad-, y que sirven lo que servirían en cualquier otra localidad de España. La búsqueda del tránsito es más suculenta que la diferenciación a partir de la calidad del producto. Pura metáfora de lo que ocurre comercialmente el resto del año con las calles más transitadas de la ciudad.

¡Por un gran museo de las Fallas!: Que las Fallas tengan un protagonismo imperial en la ciudad, una influencia totémica, no parece suficiente. Por eso desde hace años se debate sobre la posibilidad de que la ciudad tenga un museo de las Fallas. Pero no uno cualquiera, como el que ya tiene -de dimensión y ambición controlada-, sino un estandarte que haga revivir a los turistas las Fallas aunque vengan en julio. La intención más decidida pasa por el plan del actual equipo municipal de convertir la antigua sede de Correos, en la Plaza del Ayuntamiento, en un museo interpretativo. Responde a la necesidad urbana de encapsular cualquier experiencia local para generar tránsito y tickets. Porque si quienes vienen de fuera no reconocen lo nuestro, parecerá que no tiene el estatus necesario. Así en las Fallas como en la vida urbana.



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