La bella ciudad que fue capital de Francia y es la mejor puerta de entrada a los Castillos del Loira
PorMarketing Social Media-
No hay duda de que el Valle del Loira es una de las regiones más idílicas de Francia y de que esta ciudad llena de historia no solo es un buen punto de partida sino también una parada obligatoria
Durante los siglos XV y XVI, Tours fue la capital de Francia y vivió su época de mayor esplendor. Reyes y cortesanos recorrían sus calles, el comercio de la seda florecía y su casco antiguo empezaba a tomar la forma por la que todavía se le reconoce. Aunque en 1594 perdió su estatus de capital, la ciudad mantuvo su importancia y siguió siendo un punto clave en el Valle del Loira. Hoy todo ese encanto y belleza se aliña con ese toque que tienen las ciudades universitarias, en las que el buen ambiente está garantizado.
La plaza Plumereau de Tours está considerada como una de las más bonitas de toda Francia
De aquel pasado glorioso queda una rica herencia entre la que destaca la que está considerada como una de las plazas más bonitas de Francia: la plaza Plumereau. Sus fachadas con marcados entramados de madera construidas entre los siglos XIII y XV forman un conjunto precioso. Todo un espectáculo al que hay que dedicarle su tiempo. En Tours eso lo tienen claro, motivo por el que esta maravilla de plaza está repleta de terrazas en las que degustar alguna especialidad local mientras se descubren nuevos detalles de las fachadas que te rodean.
Hasta esta plaza llega todo el que visita Tours, al igual que todas las calles que forman el casco antiguo, un laberinto que conserva su encanto medieval y otras muchas fachadas de la época. En su momento estaban pintadas de vivos colores que representan el gremio al que pertenecían sus dueños; hoy todavía se conservan algunas a todo color.
Callejeando por la Ciudad Vieja también se llega hasta la Basílica de San Martín de Tours, de estilo neobizantino, donde (tras cuatro cambios de ubicación) descansan los restos de uno de los santos más venerados del cristianismo.
Doble personalidad
Lo que hoy conocemos como Tours fue en su origen dos ciudades separadas y aún hoy se percibe esa dualidad en sus barrios principales, divididos por la actual avenida Colbert, una de las arterias comerciales más importantes de la ciudad. Al dejar atrás la parte medieval se llega a una zona más elegante en la que la protagonista es la catedral de Saint Gatien, con su imponente arquitectura gótica y sus espectaculares vidrieras que llenan de color su interior. A su alrededor destaca la elegancia de edificios como el Museo de Bellas Artes, que alberga una notable colección de pintura, o el discreto, pero histórico, castillo de Tours, una fortificación que, aunque más modesta que otros castillos del Loira, ha sido testigo de siglos de historia.
Y el Loira
Aunque el río Loira no atraviesa directamente el casco histórico, su magnetismo es tal que termina atrayendo a todo el que visita la ciudad. A lo largo de sus orillas, las “guinguettes”, esas terrazas al aire libre tan típicas de Francia, se llenan de vida al caer la tarde. Son el lugar perfecto para relajarse con una copa de vino local y disfrutar de un ambiente desenfadado.
Navegar por el río Loira o disfrutar de una terraza en sus orillas son algunas de las experiencias imprescindibles en Tours
Pero en Tours la experiencia no se limita a la orilla. Navegar por el Loira sigue siendo una de las atracciones más demandadas. Las barcazas tradicionales permiten revivir la época en la que los reyes recorrían estas aguas para desplazarse de castillo en castillo. Hoy, al atardecer y con un picoteo a bordo, es la mejor manera de sentirse como un auténtico rey.
En ruta a los Castillos del Loira
A solo 15 minutos de Tours destaca el que fue el último gran castillo construido a orillas del Loira: Villandry. Su arquitectura es un reflejo del Renacimiento en su estado más puro, pero son sus jardines los que lo convierten en una visita imprescindible. Divididos en seis espacios con diseños geométricos, colores y formas cuidadosamente estudiadas, cada uno cuenta su propia historia.
Solo unos minutos más se tarda en llegar a una de las joyas más aplaudidas de la región: el castillo de Azay-le-Rideau parece flotar sobre el agua con su elegante silueta renacentista. Un poco más al este, a solo 30 minutos, se encuentra Amboise, residencia de reyes y lugar donde descansan los restos de Leonardo da Vinci, en la capilla de Saint-Hubert.
Otro de los grandes iconos de la zona es el majestuoso Chenonceau, conocido como “el Castillo de las Damas”, que deslumbra con su galería sobre el río Cher, mientras que el imponente Chambord, con su icónica silueta y sus más de 365 chimeneas, marca el punto culminante de esta ruta.