
Dejó morir a su mujer: así es el síndrome del cuidador quemado


Juana tenía 67 años. Padecía esclerosis múltiple, insuficiencia respiratoria, obesidad y otras afecciones. Era totalmente dependiente de su marido, Rogelio. Un día ella cayó al suelo. Él la tapó con una manta, le puso una almohada y le dio unos analgésicos, pero ni le suministró el oxígeno que necesitaba, ni la llevó al hospital. Tres días más tarde, murió. Juana habría fallecido por una insuficiencia respiratoria aguda. Ocurrió en diciembre de 2022, y esta semana ha arrancado el juicio para esclarecer el grado de culpabilidad de Rogelio. La Fiscalía pide 12 años y medio de cárcel por homicidio. Aunque cabe la posibilidad de que se le aplique un atenuante. Lo que pudo explicar la inacción de Rogelio es lo que se conoce como síndrome del cuidador quemado.
Se trata de una afección que repercute en cuidadores sobrecargados. Personas que dedican su vida otras que dependen de ellos. Puede provocar depresión, ansiedad, angustia, irritabilidad, insomnio y frustración. Entonces aparecen la apatía, las cefaleas, dificultad de concentración y sentimientos de culpa o rabia. A veces esta compleja dinámica genera una amalgama de sensaciones que a menudo provoca aislamiento y, en última instancia, desemboca en hostilidad o descuido hacia la persona a la que se atiende.
Existen múltiples estudios a escala internacional que tratan de valorar la peligrosidad de este síndrome. Si bien no está incluido como trastorno dentro de los principales manuales de psicopatología, la realidad es que afecta a un número elevado de personas que se hallan al cuidado constante de otras. Se habla, sobretodo, del cuidado informal, es decir, del que recae en individuos ajenos al sistema sanitario. Familiares del círculo cercano.
El 63,7% del cuidado informal recae en mujeres
Un problema en aumento. Según datos del INE, cerca del 20% de la población nacional es mayor de 65 años. Un porcentaje que sube al tiempo que lo hace la esperanza de vida. La dependencia funcional, es decir, la dificultad en el desarrollo de actividades básicas de la vida diaria, oscila entre el 10% y el 5% en la población mayor de 55 años. Se necesitan cada vez más cuidadores. Los datos reflejan también diferencias de género: la encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia confirma que el 63,7% del cuidado informal recae en mujeres.
Las cinco fases del síndrome del cuidador quemado
El cuidado de una persona dependiente, cuando las demandas son constantes, puede conllevar un gran estrés. Una situación agravada si, además, no se dispone de los recursos suficientes. Una sobrecarga peligrosa para los dos, porque llegan a producirse casos de maltrato o negligencia. Al generarse este desgaste, se comienzan a descuidar aspectos cruciales, desde el aseo o alimentación, hasta el suministro de medicamentos, como fue el caso de Rogelio con Juana.
La primera fase del síndrome del cuidador quemado es la de las expectativas. Se produce el primer contacto con la nueva situación, se programan los pasos a seguir y se traza una idea de cómo se manejará. En la segunda etapa, también llamada de inmovilización, el cuidador se topa con el choque de realidad, y comenzarán los primeros síntomas de estrés. A menudo, no somos capaces de prevenir las necesidades ni tenemos la capacidad de afrontarlas.
Después, el fracaso. Es el tercer escalón, en el que aparece la sensación de cansancio o desilusión, y posibles cambios en la conducta derivados del agotamiento. La cuarta fase, de indiferencia, se caracteriza por la reiteración monótona de actividades, que a su vez provoca la evitación o la distancia con el afectado.
Finalmente, la quinta etapa, es la fase de quemado....