Sergio es ingeniero electrónico, tiene 28 años y, aunque originario de Jaén, vive de alquiler en un piso de Getafe. Destina más de un 30% de su sueldo a este importe mensual, a pesar de compartir la vivienda con otros compañeros. "Bueno, podría vivir solo si decido no comer", reseña a este periódico. El joven camina por el Paseo del Prado en sentido Cibeles. A pesar de vivir a unos cuantos kilómetros del centro, se ha acercado a la manifestación convocada este domingo por la mañana con el objetivo de, algún día, poder acceder a una vivienda en condiciones.
Este es solo un caso de los miles que inundan hoy la capital. Se estima que entre 12.000 y 22.000 personas—según datos de Delegación del Gobierno— han salido a la calle para denunciar el alto precio de los alquileres. La mayoría de los presentes no supera los 40 años; un indicador clave que permite explicar que esta demanda social tiene un fuerte componente generacional. Los más mayores, en su mayoría, son propietarios. Son los ciudadanos de entre 18 y 40 años los que se enfrentan a un techo invisible. A todos los presentes les dijeron hace años que, si conseguían estudiar una buena carrera universitaria y trabajaban duro, conseguiría vivir dignamente en un piso de mínimo 50 metros cuadrados. Los sueños rotos y las expectativas frustradas cobran hoy protagonismo en esta cita: "Tengo 28 años y vivo con mi madre. Yo no puedo apagar 1.000 euros de alquiler, a pesar de tener un curro fijo a tiempo completo", reseña Ainhoa, vecina de la Ventilla, a este periódico. "Otra opción es vivir debajo de un puente", ironiza.
El recorrido de la manifestación —convocada por la FRAVM, el Sindicato de Inquilinos y algunas escisiones de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas— arrancó a las 12 de la mañana en Atocha. Ascendió por el Paseo del Prado —el mismo lugar donde 24 horas antes desfiló la cabra de la Legión— y culminó en las inmediaciones de Callao. A la hora de redacción de esta crónica, este diario hizo una búsqueda rápida por el portal inmobiliario Idealista. El primer inmueble disponible es un bajo de 110 metros cuadrados en la ronda de Atocha. El precio es de 2.000 euros al mes. El segundo, un piso de 64 metros cuadrados en Lava pies. La cifra es de 1.300 €. El Salario Mínimo Interprofesional en España es de 1.100 €: "Yo cobro muy bien y puedo vivir en el centro porque mi casera, a la que llevo arrendándole el piso 13 años, se porta bien conmigo", reseña otra joven abogada que ha preferido no dar su nombre.
A la pregunta de la opción de compra, ninguno de los entrevistados barajaba esa posibilidad como algo factible. La escasa capacidad de ahorro, explica, les obliga a escoger la opción de alquiler. ¿Les gustaría tener su propia casa? Sí. ¿Pueden planteárselo? Ni de lejos. Esto no significa que pagar una hipoteca salga más caro que un alquiler; de hecho, hoy día es justo al revés. El problema es que muy pocos tienen la posibilidad de reunir el dinero suficiente para dar una entrada al banco.
Cabe destacar que uno de los principales retos que afrontan los centros urbanos es el fenómeno de la gentrificación. La llegada de vecinos más adinerados y la compra de edificios enteros por fondos de inversión presionan el mercado: "Un café en mi barrio ahora me cuesta 4,5 €", sentencia María, haciendo alusión a una de las consecuencias de este fenómeno. "Los bajos de mi edificio ahora son pisos turísticos", continúa la mujer de 29 años. El incremento de las plataformas de alquiler temporal es uno de los grandes reclamos de esta concentración. La web de Airbnb ofrece centenas de ‘estudios acogedores’ en las inmediaciones de Atocha. Los precios oscilan entre los 44 y los 300 € la noche. Estas alternativas para el turismo juegan un papel fundamental en la subida de los precios, pero también es cierto que son una nueva variable. Este factor, por ejemplo, no existía en 2008 cuando se produjo el estallido de la burbuja inmobiliaria.
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