"El íntimo amigo de los escritores", denomina la prensa francesa a Santiago Arranz, pintor aragonés que expone en el Colegio de España de París su obra...
"El íntimo amigo de los escritores", denomina la prensa francesa a Santiago Arranz, pintor aragonés que expone en el Colegio de España de París su obra Sur les traces de Lorca à New York 2017-2019. (Tras los pasos de Lorca en Nueva York. Hasta el 30 de octubre).
Esta exposición, que se pudo ver antes en la Fundación Pons de Madrid, ha sufrido en el viaje una metamorfosis: del gran formato ha pasado a la versión gráfica de las piezas, divididas en diez secciones. Contiene, además de estos lienzos versionados, 35 dibujos que se corresponden con el libro de Federico García Lorca Poeta en Nueva York.
Amistades al margen sugeridas por los medios galos, que son privadas y muy suyas, este artista nacido en Sabiñánigo (Huesca) hace 65 años, encontró en el mundo de la literatura mucho más que compañeros fraternales: la inspiración que le ha convertido en una especie de artista de los libros, definición que no le desagrada en absoluto.
Esa trayectoria, nacida al amparo de su pasión lectora, le acaba de llevar a la feria ESTAMPA (Madrid), con una pieza de Lorca que tiene que ver con Grito hacia Roma y con otras relacionadas con el cuento En la colonia penitenciaria de Kafka, creadas hace 22 años.
La base de su argumentario es una idea que Arranz defiende: "No hay nada nuevo en el arte. Al menos, lo practico como una recreación al final. Nos tenemos que conocer primero como personas antes de empezar practicar el arte. Es un reconocer para conocerse. Y yo me reconozco de alguna manera en los escritores. Me gusta reconocerme a mí mismo en sus obras, es la base de mis planteamientos estéticos".
Dice Arranz que en su taller, situado en el pueblo de Castejón de Sos, en la comarca altoaragonesa de La Ribargoza, "no entro nunca solo, sino que lo hago acompañado de ese espectro (literario). Te quita soledad y te reconoces en los pensamientos del otro". La única condición que pone el artista para asumir la 'piel' de los narradores es que estos le llenen. "No lo haría nunca por encargo. Tiene que haber una identificación con ellos".
Esta pasión le ha puesto en el camino a figuras importantísimas, que cobran importancia día a día, como Kafka e Italo Calvino (cuyo centenario se celebró el pasado año). Las ciudades invisibles está centrada en la obra del italiano. "A veces esto va detrás de la lectura. Recuerdo que durante la pandemia hice una serie de cien Paisajes pasajeros, y los relacioné con El paseo y Los hermanos Tanner, de Robert Walser, con los parajes de La Ribagorza. Cambié mi mirada interior por una mirada al exterior porque tenía esa necesidad en ese momento de encierro".
La larga estancia de Arranz en París, diez años, terminó por forjar este matrimonio artístico. "A París llegaba como pintor de telas de gran formato, muy físicas y relacionadas con los espacios soñados. Pero tenía como un objetivo convertir mi pintura en lenguaje, lo que propició la literatura por su capacidad para representar. Cómo se levantan las letras de un libro y terminan como metáforas visuales, convirtiéndose en arte, en imágenes, donde no hay nada más texto".
Como colaboración estrictamente literaria, colaboró con el periodista y escritor Antón Castro. "Hicimos un libro. El mundo de las letras que yo empecé en Paris se transfiere en un libro que Antón empieza sin yo saberlo. Pequeños relatos de cada una de las letras. Hicimos un gran manuscrito de 1,70 metros cada página en el que yo fui grabando todos los textos de Antón Castro en troquelado".
Cuando investigaba el proyecto de Lorca, Arranz viajó a Nueva York para "recorrer todo ese mapa de emociones donde debió de deambular él". Y en la búsqueda de bibliografía aquí sale Manuel Vilas, oscense como él. "Me encontré con América, y me interesó, igual que Muñoz Molina con Ventanas de Manhattan. También leí a todos los lorquistas, como Ian Gibson, y me hice amigo de todos ellos", recuerda.
El también escultor e ilustrado define como "una situación mágica" el comienzo de su aventura neoyorquina. "Inicialmente, fue en Tarragona, donde yo paso mucho tiempo también mirando al mar y recordando El vals en las ramas y Pequeño vals vienés, que escribió Lorca y musicó Leonard Cohen. Fue esa confluencia entre música y el mar, un elemento que todo nos lo trae. A mí me trajo la promesa de trabajar sobre ese Lorca que estuvo casi un año ensimismado en Nueva York en sus proyectos y un gran vacío que emanaba su poesía".
Pero ¿se parece Santiago Arranz a esos seres que iluminan sus trazos? "Los conflictos personales de Lorca son muy similares a los conflictos artísticos que yo he tenido. Igual que Kafka. Había un dolor y una seducción en su trabajo... {getToc} $title={Tabla de Contenidos}