"Mi único pensamiento era llegar o morir": la vida de un joven que cruzó el Estrecho y ahora cuida del campo español



"Le dije a mi familia que me iba a España entre risas, como si fuese una broma". Hakim (nombre ficticio para proteger la identidad), un joven marroquí de 22 años, habla con El Confidencial para contar cómo llegó a la Península en patera desde Marruecos. "Mi madre se enfadó mucho, como cualquier madre preocupada por su hijo". Él cruzó el Estrecho con 16 años y después de varios intentos.

Llegó a España como Menor Extranjero No Acompañado (MENA) hace seis años, jugándose la vida. Se lanzó al mar en un bote, en busca de un futuro mejor y sin pensarlo demasiado. "Cada vez que ves el mar, con las olas, de noche y vuelves nadando a la orilla, es como volver de la muerte". Aun así, no se rindió. "Mi único pensamiento era llegar (a España) o morir. En Marruecos no hay nada. La vida allí es muy cara y los salarios muy bajos", se lamenta.

La madre de Hakim trabaja todos los días más de nueve horas al día y lo que gana solo le da para los gastos de la semana. Estas cuentas son las que le impulsaron a estudiar y trabajar en Marruecos: "Quería ser policía, pero era imposible". Y Hakim emprendió el viaje.

En octubre de 2018 llegó a las playas de Granada con lo puesto al salir de su casa: miedo y muchos sueños. Tardaron seis meses en asignarle una plaza en un centro de menores de la provincia. "Me ayudaron mucho y no es fácil poner un techo y un pan en la mesa", cuenta agradecido. Allí le dieron las herramientas para desenvolverse, aprendió el idioma y hasta cómo vestir en España. Reitera multitud de veces durante la entrevista que les está muy agradecido, pero no olvida la "ley del más fuerte" que imperaba cada día. "En el centro, el más fuerte se come al más débil... y no solo entre nosotros, también con los educadores".

Adriana López

- PREGUNTA. ¿Cómo era la relación con los trabajadores?

- RESPUESTA. "Tienes que gustarles porque ellos son los que redactan tu ficha y, si es buena, puedes optar a pisos tutelados y te ayudan más".- P. ¿Y qué pasa si no les gustas?

- R. "Si no haces lo que te mandan, te castigan".

- PREGUNTA. ¿En qué consistían los castigos?

Hakim prefiere dejar de responder y su tono de voz se apaga. El Confidencial se ha puesto en contacto con el centro en el que se alojó el joven, y la actual directora, que no coincidió en el tiempo con él, asegura no tener constancia de ningún abuso de poder.

Los estudios: su techo de cristal

En la misma época, con 17 años, entró al instituto para estudiar. Quería continuar los estudios que había dejado en Marruecos y peleó para que le metieran en 4º de la ESO y así poder sacarse el título. Sin embargo, no fue posible.

- P. ¿Te gustaba estudiar?

Se ríe.

- R. "Sacaba buenas notas solo en las que me gustaban. Matemáticas y Educación Física me encantaban".

- P. ¿Y te gustó el instituto?

- R. "Solo estuve un curso, pero sí, me gustó mucho, jugaba y estudiaba con todos".

La sonrisa al otro lado del teléfono delata la alegría con la que recuerda esta breve etapa.

"He visto a muchos extranjeros que se quedan quietos y no se integran por vergüenza, timidez o miedo a que se rían de ellos o les insulten"

Hakim es un joven muy sociable y, a pesar de todo lo que ha sufrido, no se le olvida de que tiene 20 años: “En Granada la gente no se enfada y te invita a salir de fiesta. A mí me gusta llevarme con la gente, da igual de donde eres o que idioma hablas”. Nos cuenta que estuvo trabajando en Francia una época, pero el ambiente de allí no era como el español y no dudó en volver cuando tuvo ocasión.

Aun así, admite que no todos los extranjeros son como él.

- P. ¿Por qué dices eso?

- R. “He visto a muchos extranjeros que se quedan quietos y no se integran por vergüenza, timidez o miedo a que se rían de ellos o les insulten. Yo los entiendo. También he escuchado en muchos sitios a algunos que te insultan sin hacer tú nada”.

‘Moro de mierda’ es uno de los insultos que este marroquí más ha escuchado. Asegura que es mejor no entrar en provocaciones y va tranquilo. Si se acerca y le insultan, se va. Aunque eso no quiere decir que no se defienda si le agreden: “A mí no me importa si me insultan, es su opinión, yo estoy tranquilo, pero que no me toquen”. Ha tenido que hacer varios sacrificios para poder vivir con dignidad y en este punto de su vida ha logrado que no le condicione la opinión de los demás.

“Yo no sé de política, ni de España, ni de Marruecos, lo que único que me preocupa es que no llueva”

Los famosos papeles

A los 18 años tiene que dejar el instituto y entra en una FP. Pasa también a un centro de mayores, allí le enseñan a hacer el papeleo por sí mismo.

- P. ¿Fue complicado encontrar trabajo?

- R. No, no me pareció difícil encontrar trabajo, porque de la agricultura siempre hay.

Desde que acabó los estudios, ha unido contratos de trabajo agrícola, uno tras otro, y nos aclara que siempre con papeles. Desde los centros de ayuda para menores no acompañados se encargaron de conseguirle unas prácticas laborales, donde tuvo la oportunidad de quedarse: "Pero solo si trabajas bien y gustas al jefe". A él nadie le ha regalado nada. De esta manera, consiguió su primer contrato y, con ello, los famosos papeles que le permitirían quedarse en España y trabajar legalmente.

- P. ¿Qué esperas del futuro de los inmigrantes en España?

- R. “Yo no sé de política, ni de España, ni de Marruecos, lo que único que me preocupa es que no llueva”.

Hakim lo tiene muy claro, el campo es lo más importante y le da igual a que lado del Estrecho de Gibraltar se encuentre. Nos coge la llamada desde Burgos, último destino al que le ha llevado su trabajo, después de pasar por Málaga, Murcia, Almería, Ciudad Real, y hasta Francia. Se conoce los campos mediterráneos mucho mejor que la mayoría de jóvenes españoles de su edad. “El agua es escasa y muy cara. En Murcia cuesta 80 euros el litro y, con esos precios, regar el campo es carísimo”. La preocupación tiñe su voz a través del teléfono. Ni delincuente, ni vago, ni conquistador. Él solo es un joven preocupado por su trabajo.



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