Las barbaridades que se encuentran las camareras de piso son meritorias de un ranking. El primer puesto es posible que lo tengan los nueve turistas holandeses detenidos esta semana en Mallorca tras realizar un butrón para unir sus habitaciones de hotel. Fueron arrestados en el aeropuerto cuando se marchaban de la isla sin hacer el check out y dejando unos gastos en reparaciones que rondarán los 1.600 euros. Y es que, no contentos con el agujero entre estancias, también destrozaron el televisor de una de las habitaciones.
Sara García, la portavoz de las 'kellys' en Baleares, reconoce que no les sorprenden este tipo de comportamientos. Dice que no va por hoteles, sino por el tipo de cliente que tenga el establecimiento —si bien, españoles e italianos son los más correctos—. García afirma que abrir una habitación para arreglarla es lo más parecido a abrir un huevo de chocolate Kinder. Tiene una sorpresa dentro que, hasta que no se abra, no se sabe qué contiene. Lleva más de 25 años trabajando como camarera de piso.
Siguiendo el dudoso ranking de cómo dejan algunos turistas sus habitaciones, está lo que se encontró Silvia: "Una pegatina en la pared con un mapa de Mallorca". Hasta aquí nada extraño, señala que no sería la primera. A la hora de quitarla llamó a su jefa y resultó que la pegatina no era para pensar sobre rutas a hacer en Mallorca, sino para tapar un puñetazo. La habitación tuvo que quedar bloqueada hasta que vino mantenimiento y lo pudo arreglar.
En tercera posición estarían los juguetes sexuales: "Todo lo que te puedas imaginar", reconocen estas trabajadoras. García cuenta que muchas veces dejan muñecos hinchables "tapados y todo, con lo que el susto no te lo quita nadie".
La cuarta posición la ocuparía una pareja en un apartamento que, cuando se marchó, "hubo que tirar sartenes, cazos, platos y cubertería". En este caso, también se tuvo que bloquear la habitación para realizar una limpieza a fondo y así poder volver a usar las hornillas, microondas y nevera. Y eso que, según cuenta García, usan productos muy potentes tanto para la cocina, como para el baño, porque sí, en quinta posición estarían aquellos que no usan la escobilla del váter: "¿Tanta prisa tienen?" Se pregunta García.
Siguiendo con la clasificación de barbaridades, dejar la dentadura postiza en un vaso de agua en cualquier parte de la habitación ocupa un digno sexto puesto. En el séptimo, pestañas postizas pegadas en la almohada y restos de maquillaje.
En octavo puesto, aquellos que hacen que estas limpiadoras no sepan si están "barriendo una terraza o directamente la playa". Zapatillas y toallas hasta arriba de arena que los turistas en ningún momento consideraron sacudir fuera del hotel.
El noveno es para "algo que parece que se ha puesto de moda", reconoce Silvia: abrir la maleta de par en par y esparcirla por toda la habitación, dejándola incluso encima de la cama. En estos casos toman una fotografía y hacen la cama como pueden porque ordenar este desorden no está entre las tareas que tienen que realizar. El décimo lugar es para aquellos huéspedes que lanzan "cosas por la ventana" desde sillas y televisores a maletas llenas.
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Marina Valero
Fuera del top ten, como extra, algo que ya está prácticamente en desuso, porque en las habitaciones hay aire acondicionado. Cuando había lámparas de techo con ventilador, cuenta García que al entrar en la estancia a limpiar y poner en marcha las aspas, se encontraron en varias ocasiones preservativos que salían volando y no precisamente vacíos. A la imaginación queda como quedaba la habitación.
Poca empatía
Con todo, Silvia cuenta que en los 40 años que lleva trabajando como camarera de piso, el turista ha cambiado mucho. "Antes salían a abrirte la puerta desnudos y ahora no pasa". Lo que sí que sigue pasando son algunos clientes que piensan que las camareras de piso son sus criadas. Sobre todo en el mes de agosto, que han pagado más.
Los hoteles son el escenario de la poca empatía que muchos tienen por el planeta y es que el 98% de los huéspedes tira las toallas al suelo para cambiarlas cada día, dice García, cuando en las casas no se cambian a diario. Por cierto, una ayuda para el trabajo de las kellys: cuando se deje el hotel, las toallas pueden quedar en el lavabo o encima del WC, así no tienen que "agacharse en cada habitación" a recoger.
Las camareras de piso recuerdan que son claves en el engranaje para que el turista pase unas buenas vacaciones y por eso hacen un llamamiento para que el visitante sea consciente. Una temporada más, como ya viene siendo habitual, las plantillas están muy justas y empiezan a tener las primeras bajas de aquellas compañeras que no pueden acabar la temporada ante el gran esfuerzo que conlleva su labor. Además, encontrar personal ahora es imposible. Ya no quieren venir a hacer la temporada por los altos precios de la vivienda, señalan desde Unión Kellys, menos van a venir a mitad de verano.
Mientras, el Govern balear y los sindicatos tienen hasta marzo del año que viene para aplicar las cargas de trabajo. Un estudio que controlará cuántas habitaciones debe hacer cada camarera de piso en función de las características de cada estancia, si se trata de la salida de un huésped y de cómo haya dejado la habitación.
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