Feijóo respira tranquilo pese a la evidente inestabilidad que la ruptura con Vox provoca en sus gobiernos autonómicos. No ha hablado con Abascal, pero tampoco tenía intención de llamarle para intentar reconducir algo que ya estaba roto. En realidad, en Génova piensan que la operación les beneficiará en el largo plazo. Con los que sí habló el líder del PP fue con sus presidentes. Hubo apelaciones a la calma, a la prudencia. Medir los mensajes y demostrar fortaleza era absolutamente primordial en las horas previas a que Santiago Abascal ratificase ante su directiva que no habría marcha atrás.
En Génova esperan, expectantes, las consecuencias de un movimiento político de gran alcance. Sus barones "tirarán hacia adelante", sin ansia de abrir las urnas y con la tranquilidad que aporta contar con unos presupuestos aprobados que pueden prorrogar hasta 2026. Pero creen que para Vox es un "suicidio". Una reacción "desproporcionada" a la irrupción de Alvise Pérez y al frenazo de la extrema derecha en Francia. Y una decisión "unilateral" que, en su opinión, no entienden en las ramificaciones territoriales de Vox y que puede provocar "deserciones" y una importante "fractura interna".
"Más de uno y de dos pueden rebelarse contra esa decisión", comparten varias fuentes de la dirección nacional del PP, donde abren la puerta a los cargos autonómicos a distintos niveles de Vox que no compartan la "deriva" de Santiago Abascal y de la cúpula de Madrid. "Quien quiera, puede quedarse", ratifican. En las baronías del PP reivindicaron públicamente que los pactos y los equipos de trabajo estaban funcionando bien. Que pese a las tensiones puntuales, habían conseguido amoldarse tras un año compartiendo instituciones, más de dos en el caso de Castilla y León.
Por eso tampoco descartan hacer hueco a aquellos que quieran saltar del barco, aunque serían los presidentes autonómicos los que harían el cribado de esos posibles perfiles. Abascal confirmó su decisión en una comparecencia sin preguntas en la noche de este jueves. Le acompañaban sus cuatro vicepresidentes autonómicos y el resto de miembros del Comité Nacional de Vox. Los dirigentes territoriales no ocultaban las caras largas tras un cónclave que se alargó casi tres horas, y cuya conclusión no gustó precisamente a algunos de sus líderes regionales, como fue el caso del vicepresidente valenciano, Vicente Barrera. El extorero ha trasladado a sus ya excompañeros de gobierno del PP en la Comunidad Valenciana su desacuerdo con la decisión política adoptada, por el abandono de los espacios institucionales y la labor que se estaba realizando. Es conocida la buena relación de Barrera con Mazón.
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Hay que recordar que parte de los consejeros y vicepresidentes de Vox no tienen acta en las cámaras regionales y, por tanto, la ruptura orquestada por la dirección nacional les priva irremediablemente de su sueldo público. Es el caso de Vicente Barrera, que además de número dos de la Generalitat era, hasta la fecha, conseller de Cultura, y de los otros dos consejeros valencianos de Vox, Elisa Núñez y José Luis Aguirre. Los tres se quedaron anoche en la calle. No son personas que vayan a pasar por apuros económicos, pero se bajan del coche oficial antes de cumplir un año desde su nombramiento y cuando comenzaban a conocer y entender los mecanismos de la gestión pública. El presidente de la Generalitat, el popular Carlos Mazón, fue el primero en firmar los ceses, publicados en el Diario Oficial autonómico. Ninguno compartía la decisión de ruptura, aunque han acatado la orden por lealtad a su partido.
No son los únicos. Los tres consejeros de Vox en Castilla y León tampoco tienen acta. Solo es diputado el ya exvicepresidente, Juan García-Gallardo, que se sentará ahora en la bancada de la oposición. Lo mismo sucede en Aragón y Murcia. Los hasta ahora número dos del ejecutivo regional, Alejandro Nolasco y José Ángel Antelo son también diputados en sus respectivas Asambleas, pero no sus consejeros. También se queda sin cargo el único consejero de Vox en Extremadura, Ignacio Higuero.
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En las delegaciones territoriales del PP daban por hecho que sus vicepresidentes acatarían la decisión de Bambú, pese a atisbar "malestar" y "confusión" en las filas de su socio minoritario. En total, los de Abascal cuentan con 13 vicepresidencias y consejerías en cinco autonomías. Pero hay otros directores generales y cargos intermedios —Vox los cifra en un centenar— que se verían desahuciados. "Muchos quieren quedarse", constata un barón autonómico.
En Castilla y León o Aragón trasladan que la reconstrucción de los ejecutivos comenzará de forma inmediata. La decisión de Abascal reducirá a la mínima expresión la representación institucional de la formación. Por ejemplo, sólo en la Comunidad Valenciana hay una veintena de cargos que tendrían que presentar su dimisión, y será Carlos Mazón el que decidiría después si 'rescata' o no a algunos de ellos. Al final, depende de los presidentes firmar los ceses y, por tanto, las posibles permanencias. Además, una docena de asesores cesan de forma automática con la salida de los consellers valencianos.
Hay que tener en cuenta que muchos altos cargos de Vox llegaron a Valencia enviados desde Madrid. Fue Bambú la que hizo el casting de nombramientos, con Montserrat Lluís de jefa de personal. De ese proceso surgió la designación de Paula Añó como número dos de Barrera en Cultura o del secretario autonómico de Atención a las Víctimas y Acceso a la Justicia, Javier Bazán, oriundo de Córdoba y cuadro durante un tiempo en el grupo parlamentario del Congreso. Otros cargos como Javier Cervera, director general de Deportes, estaban bajo la órbita de Vox, pero son también cercanos al PP. Es el caso también del secretario autonómico de Emergencias, Javier Montero, afiliado a Vox pero con pasado (y amistades) en el PP.
"Un tiro en el pie que les conduce a la irrelevancia"
Feijóo no se ha posicionado aún sobre la ruptura efectiva con Abascal. Lo hará este viernes durante una comparecencia en Génova. Pero en las filas de los populares apuntan ya a que la decisión del líder de Vox marca un punto de inflexión que podría llevar al partido a su ocaso político. Habrá que esperar, no obstante, a comprobar los efectos de esta maniobra en las urnas. El problema es que este posible 'golpe de efecto' para cerrar el paso a Alvise Pérez y volver a la esencia de 'partido protesta' llega en un momento de barbecho electoral.
La apertura de puertas a posibles cargos de Vox en los ejecutivos populares, en principio más técnicos que ideológicos, se entiende como un principio para el asimilamiento de la formación situada a la derecha del PP. "Poco a poco van a ir disolviéndose. Es un tiro en el pie que les conduce irremediablemente a la irrelevancia, que es lo que le pasó a Ciudadanos", comentan desde una presidencia regional.
El partido de Abascal cuenta con una base electoral mermada, pero sólida, y con un ADN más diferenciado al que podía compartir Ciudadanos con el PP. Pero en Génova tampoco pueden evitar hacer comparaciones con el declive del partido naranja ya en la era de Inés Arrimadas. "Hace unos años, Ciudadanos traicionó la confianza del PP pese a gobernar con nosotros en varias autonomías. No fue un acierto para ellos", recuerdan, en alusión a los pactos que los liberales suscribieron con el PSOE pese a sus alianzas territoriales.
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"Vox también se afanó en hacer oposición de manera intensa a Isabel Díaz Ayuso cuando ella no tenía mayoría absoluta. Y ahora la tiene", recopilan en la dirección popular. "Son ejemplos de cómo el electorado prima la lealtad por encima del tacticismo. Veamos cómo [Vox] afronta esta nueva situación", añaden. Tanto dirigentes nacionales como territoriales comparten el diagnóstico de que la decisión de Santiago Abascal abrirá irremediablemente una crisis en un partido hasta ahora compacto. "Cuando una formación toma decisiones en caliente, que no entiende nadie, ni siquiera sus cargos, y que no se sabe explicar... la gente tiende a abandonarles".
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