Por qué el Bernabéu es ya un desastre irremediable

Por qué el Bernabéu es ya un desastre irremediable

He recurrido a esta sección en otra ocasión para aludir a la capacidad depredadora del Santiago Bernabéu. Y no es que el nuevo estadio esté devorando el barrio en sentido urbanístico y literal, sino que se ha propuesto exterminar a los vecinos a cuenta de la programación lúdica, del jaleo de los trailers, del ruido y de los fans que acampan en los aledaños.

El Bernabéu era un estadio de fútbol y ahora es también un estadio de fútbol, de tal manera que su naturaleza polifacética predispone una actividad desproporcionada con la que trata de justificarse la descomunal inversión y con la que pretenden fertilizarse las cuentas del equipo. De tanto pluriemplearse el estadio con conciertos y festivales, igual sucede que ni siquiera el Madrid va a poder aprovechar el césped mullido del estadio.

Exageramos las cosas, pero tiene sentido preguntarse la idoneidad de un centro de ocio de semejante repercusión… negativa. Y no por discutir las cualidades de la cartelera, sino por plantear hasta qué extremo puede degradarse la convivencia, el tráfico y la polución de un barrio tan céntrico.

Alfredo Pascual

No lo era la explanada del Bernabéu cuando se inauguró en 1947, pero el crecimiento de la ciudad lo ha desplazado de la periferia a la zona nuclear de Madrid. Se ubica junto al río de asfalto de la Castellana. Y congrega uno de los distritos más reputados y cotizados de la capital española. Los vecinos se han organizado para resistir a la ferocidad del estadio, entre otras razones porque la agenda de conciertos y de partidos implica una hiperactividad que conmueve las condiciones de una vida aseada.

Carece de sentido que los límites al tráfico pesado y la protección medioambiental no operen en el corazón de la Castellana. Y que los grandes camiones puedan salir y entrar en la zona cero del Bernabéu cada vez que se anuncia un concierto estelar. Las multitudes que acuden a los espectáculos sacuden el barrio tanto como lo hacen las faenas de montaje y desmontaje, empezando por el ruido de los motores y de las sirenas.

Laberinto del tráfico

Arriesga a depreciarse el metro cuadrado en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, igual que se está incrementando asombrosamente el porcentaje de viviendas a disposición en el mercado. El Confidencial publicaba hace unos días que se han incrementado las ventas un 57% en las zonas más cercanas del estadio. El único motivo no consiste en la anomalía del monstruo, en la polución acústica, en el laberinto del tráfico, pero sí puede considerarse el argumento principal de la migración.

Es una mala noticia que los barrios se desnaturalicen. Los vecinos otorgan la idiosincrasia y el alma de la ciudad, independientemente del justicierismo con que algunos madrileños observan en clave vengativa la mutación urbanística del “distrito Bernabéu”: que se jodan los ricos.

El megaestadio representa un error irreparable. No se puede revertir la megalomanía y la ferocidad del proyecto, ni relativizarse su impacto en el malvivir de la barriada. Hubiera sido más sensato concebir la estructura lúdica en la periferia, pero el Real Madrid es también una fórmula de poder y de impunidad a la que nada ni nadie se atreve a ponerle límites.



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