El "lugar de aguas abundantes" sobre el que los árabes empezaron a construir Madrid, después de que ni visigodos ni romanos quisieran hacer nada con estas tierras, fue también el caldo de cultivo de unas murallas que, desde la Edad Media, escupieron fuego. Y, por ende, una fuente inagotable de historias que trascendió Mayrit y que consagró, ya en tiempos de tradición cristiana, historias locales como la que aupó a un labrador como San Isidro. "Los romanos no olieron Madrid", explica Iram Martínez, periodista y guía turístico que trabaja con la agencia GuruWalk haciendo un free tour para redescubrir Madrid a través de sus calles menos conocidas, aunque de esta ciudad también se ha llegado a decir de forma despectiva, incluso por boca del rey Felipe V, que "a Madrid se la olía antes de venir".
En un 15 de mayo, San Isidro, el día perfecto para que quienes se consideran de Madrid saquen orgullosos pecho de su chulería, del Portillo a la Arganzuela y con parada obligatoria en el parque de Carabanchel que debe su nombre al santo labrador —donde parece que se concentra toda la población que habita la capital— recorrer las calles de otra manera y con otra mirada se convierte también en un símbolo de la cultura gata. Un intento para lograr traducir lo que parece que es, pero que esconde algo entre sus muros. Allí donde está ahora el Palacio Real, por ejemplo, se levantó el primigenio cuartel militar donde se inició toda la urbe madrileña, la misma que dio, de forma particular, la espalda a su río Manzanares al crecer, cuya primera muralla no tenía apenas ni un kilómetro y de la que se decía que tenía un "cielo alegre", debido a su buen clima.
En ruta por el Madrid 'viejo', que se acababa en el mercado de San Miguel y donde más allá de la Puerta de Guadalajara todo era campo, se pueden encontrar auténticos descubrimientos como si del agua bendita de la Fuente de San Isidro se tratara. La expedición para localizar los sitios que siempre pasaron desapercibidos ante los ojos de los madrileños atraviesa calles en las que, probablemente, no se ha puesto un pie en la vida y rememora otras para ver mentalmente cómo fue, de ahí en adelante, esa ciudad del arrabal mudéjar de Madrid en el que nació San Isidro.
Estos son algunos de los rincones que aún quedan por descubrir a los madrileños:
El mural del Madrid antiguo
La plaza de Puerta Cerrada, espacio donde en su momento se enclavaba una de las puertas de salida y entrada de la ciudad —a esta puerta se la conoció en un principio como puerta de la Sierpe, comenta Iram Martínez en el tour, por la serpiente que tenía tallada en lo alto y, más tarde, por el nombre que bautizó a la plaza, pues pasó a ser un paso de control de población—, es la confluencia de un Madrid a otro, ya que es en este punto del mapa madrileño donde precisamente se construyó la segunda muralla.
Es por ello que las calles de Cuchilleros, la cava de San Miguel o cava Alta y Baja han heredado esa forma serpenteante por los orígenes árabes de la medina primigenia y su desarrollo medieval. Sobre los edificios de esas calles se esconden los cimientos de la antigua muralla y, en sus aledaños, se puede ver un mural que habla del primer escudo que tuvo Madrid, previo al de la osa y el madroño (sí, es una osa). En ese muro se puede leer "fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son", a lo que le faltaría añadirle un "este es mi emblema y mi blasón".
Ese primer escudo de Madrid era una piedra flotando en el agua, en la que chocaban un par de hachas y saltaban chispas, representando la fuerza del pueblo de Madrid. Una percha que ha utilizado Juan Gómez Jurado en su trilogía de Reina roja, por lo que en una escena de la serie de Amazon Prime Video se hace un homenaje al autor del mural, Alberto Corazón, con un dibujo de un corazón.
La calle de la Pasa
"Cuando empiezan las fiestas de barrio, cuando se juntan los chulapos y chulapas, suelen soltar mucho esta frase: 'El que pasa por la Pasa, se casa'", apunta Iram Martínez. Habla de la céntrica calle de la Pasa, donde una imagen en azulejos —en parte originales de 1931 y completados por otros de los años 90— muestra la imagen que justifica este dicho popular. El decorado, en el que se ve una fila de personas esperando en la puerta de un edificio, recuerda aún en el siglo XXI cómo al no tener Madrid diócesis propia, quienes se iban a casar estaban obligados a finales de siglo XIX a hacer un viaje de una semana a Toledo para poder entregar los documentos en la vicaría de la catedral de la ciudad vecina.
Cuando algún miembro de la Iglesia se alojaba en Madrid, se abría en la calle de la Pasa una vicaría provisional, hecho que termina de explicar la popular fama que describe a esta, para muchos, desconocida calle.
La calle del Codo
Para continuar la tourné por el Madrid antiguo, se puede recorrer otra calle que todavía conserva el trazado original de esa época. De ella destaca Martínez que, si se reside en Madrid, o no se ha pisado nunca esos baldosines, o solo se ha hecho una vez, en plena pubertad, de haberse presentado al examen de taquigrafía y mecanografía, pues dichas pruebas se realizaban en este edificio y las colas para acceder discurrían, por tanto, por esta calle.
El trazado "divertido" de esta calle y los edificios "deformes", en los que se ve perfectamente cómo se sortearon bloques de granito que en algunos bloques complicaron su edificación, son parte del factor "sorpresa" que encierra esta calle, que creaba problemas a los enemigos que intentaban atacar Madrid.
El primer rascacielos (mudéjar) de Madrid
En la plaza de la Villa del casco histórico de Madrid, se halla el que Iram Martínez describe como el "primer rascacielos" de Madrid, de estilo mudéjar, y que sobresale también por figurar entre los edificios más antiguos de la capital. La torre perteneció a la familia de los Luján, de ahí que tenga el sobrenombre de Casa y Torre de los Lujanes, y se trata de un edificio de estructura mudéjar que construyeron alarifes musulmanes, por lo que ofrece una imagen totalmente medieval de la ciudad.
Actualmente, es la sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y también acoge en su planta baja la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Esta torre comparte enclave con la Casa Palacio de los Cisneros y la Casa de la Villa. "No tiene que ver un edificio con el otro: están en orden, van del siglo XV al XVII. Y es la imagen que va teniendo Madrid a lo largo de estos siglos, con estilo mudéjar primero; un barroco plateresco parecido, aunque más sencillo, al que se estila por Salamanca y en el que se trata la piedra como plata y, por último, un barroco herreriano", detalla el guía.
Este alto en el camino oculta asimismo un detalle inesperado: el tejado de la Casa de la Villa, un tejado "centroeruopeo a prueba de nieve" y que se trajo debido a la llegada de los Austrias a España. Poca utilidad se ha sacado, sin embargo, a este talento arquitectónico, aunque en la intensa nevada provocada por la borrasca Filomena sí que se comprobó su eficacia.
La muralla de Madrid que escupía fuego
Para terminar el paseo por este otro Madrid castizo, la muralla que escupía fuego constituye la última parada. "Madrid tenía una fama de saber defenderse muy bien. La atacaron en varias ocasiones en la Edad Media, pero siempre resultaba victoriosa y sobrevivían a todos los ataques, por lo que se ganó la fama de ser invencible", aporta como contexto Martínez para entender de dónde vienen sus logros.
Poniéndose en la piel de un soldado de siglo XX, "analfabeto, supersticioso y al que todo lo que se escapa de su raciocinio, le parece brujería", esta muralla era cosa de otro mundo. ¿Por qué? La respuesta está en el pedernal, un tipo de cuarzo que produce chispas al ser golpeado. "Como vieron que aquí había mucho pedernal, desde la época romana se explotaba mucho, razón por la que pusieron pedernal por fuera de la muralla. Así, cuando chocaban las flechas del enemigo, se producían chispazos y te cagabas de miedo", relata al respecto Iram Martínez sobre la continuación del lema de Madrid.
Este trozo de muralla de Madrid pasó al olvido. Se pensaba que se habría tirado en la construcción de casas palacio, pero los vestigios reaparecieron en 1953. Uno de los argumentos que se utilizaron para conservar en su momento la muralla es el de que, según la leyenda, aquí se habría aparecido la Virgen de la Almudena. Pero, al igual que la de San Isidro, esa ya es otra historia para terminar de entender las raíces de Madrid.
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