Alba Herrera no podía creer su suerte cuando, con 22 años, consiguió trabajo en la planta de Acerinox en Los Barrios (Cádiz). Todo eran enhorabuenas de su familia y amigos: “Parecía la panacea, el pelotazo”, rememora la joven sobre aquella alegría vivida hace seis años. Pero la felicidad duró poco. Al poco tiempo, “comenzaron a echar gente” en un ERE. Luego, llegaron los ERTE tras la pandemia o por la crisis de suministros debida a la guerra de Ucrania. “Y mira ahora cómo estamos”, suspira Herrera mientras prepara los lotes de comida comprados con la caja de resistencia para ayudar a algunas de las familias de los 1.876 trabajadores que, este martes, cumplen 100 días de huelga y ya están al límite económico de sus fuerzas. Aunque rendirse no parece una opción.
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