Corrían los años cincuenta cuando Teodoro García Trabadelo, un joven emprendedor hijo de una familia de tenderos textiles de la localidad murciana de Caravaca, decidía emigrar a Barcelona para buscarse la vida. Tras intentar diferentes iniciativas empresariales, como el montaje de plazas de toros para todo tipo de espectáculos, decidió alquilar un pequeño local para el almacenamiento de una gran variedad de quesos, desde los importados a los nacionales, que repartía con dos pequeñas furgonetas, sobre todo en pequeñas tiendas y en la restauración.
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