En medio de una gira por Noruega e Irlanda en busca de apoyos para el reconocimiento del Estado de Palestina, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está acabando de cerrar la candidatura de los socialistas a las europeas. A lo largo de los últimos días se ha tratado de convencer a Josep Borrell para que vuelva a encabezar la lista porque nadie personaliza como él, explican fuentes del partido, la idea de Europa que defiende el jefe del Ejecutivo.
En su papel como Alto Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, el catalán ha jugado un papel central en la respuesta a la invasión rusa de Ucrania y en los últimos meses, en coordinación con los Estados miembros más cercanos a la causa palestina, ha presionado para que Israel module su reacción a los ataques terroristas del 7 de octubre perpetrados por Hamás y se llegue a un alto el fuego en Gaza que permita avanzar en la solución de los dos Estados. Las dos cuestiones son señas de identidad también de Sánchez.
Por eso, el presidente lo ha valorado estos meses como su primera opción para liderar de nuevo la candidatura, aunque después no repitiera como comisario y ni siquiera tomara el acta de eurodiputado. Un "último servicio" al PSOE, señalan fuentes socialistas, para simbolizar el combate de la socialdemocracia española ante el crecimiento de los partidos de ultraderecha que amenaza a Europa. Pero distintas fuentes aseguran que él no quiere repetir ni como candidato ni como comisario y que su voluntad es terminar su mandato el próximo otoño. Él mismo lo ha expresado durante los últimos días, subrayando que su prioridad es acabar su etapa como jefe de la diplomacia europea.
Esta postura sitúa a la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, como la persona con más galones para poder ser cabeza de cartel. Su nombre ya era el mejor posicionado en las quinielas como posible comisaria, al frente de una cartera de Energía o quizás de una vicepresidencia del Clima. Pero no era estrictamente necesario que formara parte de la lista, aunque tampoco se descartaba.
Obviamente, la decisión es de Sánchez y Ribera ha estado siempre a expensas de lo que el presidente resuelva porque se trata de un movimiento con implicaciones en el Gobierno, aunque en ningún caso inmediatas. Pero la resistencia de Borrell a ser otra vez el número uno de la candidatura provoca que todo el mundo dentro del PSOE esté mirando a la vicepresidenta.
Borrell sabe que no puede aparcar su labor, y tampoco tiene ningún apetito para hacerlo. Son meses difíciles en el conflicto de Ucrania. “Creo que todo el mundo entenderá que tengo un trabajo que no puedo abandonar. No puedo decir: ahora voy a dejar el trabajo de Alto Representante. Sería una irresponsabilidad, porque la situación es mala y podría empeorar para el verano”, explicaba este martes el jefe de la diplomacia europea.
La cuestión es que con el código de conducta de la Comisión en la mano y las reglas que la presidenta Ursula von der Leyen ha establecido para la campaña de las elecciones europeas, Borrell no tendría que dimitir si no asume luego el escaño en la Eurocámara, siguiendo así con su puesto al frente de la política exterior europea hasta el final de esta Comisión, que llegará a finales de año. Aún así no cede. Pero, "cómo va a hacer campaña, entre bomba y bomba", ironizan fuentes del partido. "Ni se puede mantener ni se le puede sacar del puesto con dos guerras ahí al lado", señalan sobre Ucrania y Gaza.
Por eso, salvo que Sánchez dé la sorpresa, el foco está colocado en la vicepresidenta tercera, alguien que el presidente siempre ha tenido en la cabeza. Aunque en el PSOE asumen que carece de tirón electoral y su perfil no es el de candidata, tiene un gran predicamento en algunos sectores Bruselas. A Ribera se le reconoce en la capital comunitaria como toda una autoridad en energía, y ha liderado la posición de los Estados miembros que exigían a la Comisión Europea una importante reforma del diseño del mercado energético, aunque al mismo tiempo puede resultar divisiva para algunas capitales que han tenido que mantener duras negociaciones con ella en la respuesta a la crisis energética y la reforma del mercado eléctrico.
Además, elegir a Ribera se vería como sustituir a un peso pesado por otro. El cargo de Alto Representante no es sencillo, no es nada gratificante y, desde el punto de vista de influencia española, no aporta demasiado. Pero Borrell ha sabido ganarse su sitio en la capital comunitaria, y los acontecimientos del último lustro le han dado la razón en su teoría de que Europa debía aprender el idioma del poder. A Ribera se le ha visto como favorita para ocupar una cartera en Bruselas desde hace tiempo, especialmente teniendo en cuenta que Nadia Calviño, la que ha sido vicepresidenta económica del Gobierno, salió a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). La duda en el PSOE era si eso supondría o no que encabezaría la lista porque las dos opciones, hacerlo o no, estaban abiertas. Si finalmente Sánchez decide que va de número uno, podría seguir como ministra hasta casi finales de 2024, siguiendo el mismo esquema que Borrell hace cinco años.
Encabezó la candidatura, pero renunció al acta de eurodiputado para mantenerse como ministro de Exteriores, a la espera de formar parte del colegio de comisarios. Llegó a prometer como parlamentario europeo ante la Junta Electoral Central (JEC) y menos de una semana después se echó a atrás para permanecer en el Gobierno hasta que se aclarara el reparto de altos cargos.
El mismo procedimiento podría seguir Ribera. Eso daría a Sánchez meses de margen para buscar un sustituto al frente del Ministerio de Transición Ecológica e incluso para pensar si aprovechando su salida hace cambios en el Gobierno este otoño. Algo que también podría producirse a más corto plazo, si algún otro ministro que no opte a ser comisario, fuera en la lista de las europeas.
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