He visto cosas que no creeríais… Informáticos con la corbata en la cabeza más allá de Orión. Jefes de área rotos en mil pedazos cerca de la Puerta de Tannhàusser. Delegados de zona metiéndote la peor chapa de tu vida en Raticulín… Como no queremos que todos esos momentos se pierdan en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, he aquí una (breve) historia oral de las fiestas de empresa.
Al igual que un restaurante de carretera en los que no pasa nada, hasta que paran 20 ALSA y la barra se convierte en Vietnam, las oficinas españolas tienden al bostezo tecnocrático… hasta que llega la fiesta navideña, donde hay barra libre para perder los papeles.
Hablamos de fiestas 100% cultura de oficina. Los que nunca han pisado una —autónomos, funcionarios o trabajadores ajenos al mundo empresarial— respiran aliviados cuando les preguntas por las farras corporativas. "Por suerte, es algo de lo que siempre he pasado". O: "Como buen autónomo ad eternum yo no sé lo que es una fiesta de empresa, ni una cesta de Navidad".
Como alguien tiene que hacer el trabajo sucio en esta ciudad, este periódico ha contactado con 12 personas (periodistas, empleados de banca, abogadas, guionistas de tele, empresarias, gestores culturales o curritos de club de fútbol) para escuchar sus experiencias más chocantes en las fiestas navideñas de empresa. He aquí una selección de los testimonios (recogidos bajo anonimato y con la promesa de meter a las fuentes en un programa de protección de testigos si la repercusión de este reportaje pasa a mayores).
Conga en la Casa Blanca
Los salarios pelados son un problema en las empresas de toda la vida. Pero, más allá de las penalidades del día a día, los empleados siempre celebran que las empresas tiren la casa por la ventana, aunque sea solo un día al año, como demuestra el primer testimonio bomba:
“En el primer mandato de Florentino Pérez como presidente del Real Madrid, la fiesta de Navidad era una copa de vino español junto al palco de autoridades del Bernabéu. Cuando dimitió Florentino y le sustituyó Ramón Calderón… la copa de vino pasó a ser un buffet de comida y bebida de la hostia, monologuistas, banda de versiones y karaoke. Fiestorro hasta las tantas. Puede que el Madrid perdiera muchas cosas con Calderón, pero los empleados vivíamos mucho mejor. Recuerdo hacer una conga con Calderón, Mijatović y un gigante Antonio Martín. Sin miramientos ni vergüenzas, parecía la casa de los Javis”.
¿Puede haber un ejercicio mayor de socialización exprés que una conga con un superior que hasta entonces solo te ha dicho “buenos días” en un pasillo? Probablemente no, pero la parranda nocturna es lo que tiene, uno nunca sabe cuándo puede saltar la liebre…
La 'performance' inolvidable
Lo cuenta una persona con tres décadas de permanencia en oficinas de empresas cotizadas: “Casi todas mis experiencias traumáticas con compañeros son debidas al abuso de bebidas espirituosas de personas no acostumbradas a ellas”.
En efecto, uno de los clásicos de estas fiestas es la aparición del outsider, el pureta por el que nadie apostó que la liaría en una pista de baile, pero que, llegada la hora decisiva, se convierte en un animal nocturno desatado. O el épico espectáculo de un discreto contable al que nunca nadie vio hacer nada excéntrico en horario laboral, mutando en una mezcla de Andrés Calamaro y Chimo Bayo (a la mañana siguiente, y con terrible resaca, el compañero intentará volver al perfil bajo, pero ya será tarde, transformado en meme de oficina los siguientes tres meses).
"El hombre se convirtió en una leyenda. La última generación de bancarios con camisa abierta hasta el ombligo"
Nos referimos a: la performance de la que todo el mundo hablará al día siguiente, que en directo puede generar bochorno, pero será recordada y celebrada hasta el fin de los días. Tragedia más tiempo, igual a comedia.
Sucesión de testimonios sobre oficinistas random perdiendo el oremus (de menor a mayor grado de estropicio):
1) “El lugar de aquellas fiestas navideñas, y no navideñas, porque en aquel sitio se celebraba mucho todo, era un local muy oscuro, de decoración barroca y con pinta de whiskería. Éramos una redacción joven y salíamos bastante, nos conocíamos, sabíamos que en las grandes ocasiones quien más destacaba era un jefe, no tan joven, que siempre era la comidilla los días posteriores. Le recuerdo perfectamente bailando Michael Jackson con la secretaria del director, más o menos de su quinta. Y alrededor, un círculo de gente observando, aplaudiendo y, sobre todo, riendo. Es difícil moverse tanto y con tan poco ritmo. Un sobresaliente en intención, un terrible suspenso en ejecución. Y si tenía que repetir, repetía, él lo daba todo por su público”.
2) “Fue muy loco ver a la mayor mosquita muerta de la oficina perdiendo completamente los papeles en un sarao: ¡perreó al director de la empresa!”.
3) "Un cómico amigo mío. No llegó a la cena de empresa. Le dimos la dirección del local: imagínate: calle Alcalá 3. Nunca apareció. Pero nos mandó audios insultándonos porque no le habíamos dejado entrar. Flipamos... Luego nos contó que iba tan borracho que fue al portal que había al lado del bar llamando a todos los timbres. Pensaba que la fiesta era un piso y no le queríamos abrir".
"Fue muy loco ver a la mosquita muerta de la oficina perder los papeles: ¡perreó al director!"
4) “Teníamos cena de Navidad en un garito en el centro de Madrid. Un compañero me dijo: ‘Vamos a tomarnos una antes, que la cena va a ser un coñazo’. Yo me tomé unas cervezas, pero él se puso a atizarse gin tonics directamente. Cuando llegamos a la cena con jefes y tertulianos de buena familia, mi cocidísimo amigo decidió que era buena idea ponerse a imitar a los conocidos tertulianos en sus narices, acentos y argumentos de derechas incluidos. Un cuadro”.
5) “Integrarte en un medio de comunicación como becario es muy difícil, y muy pocas veces somos conscientes de eso. Una comida de Navidad que se alargó muchísimo, y en la que el jefe pagaba todas las copas, derivó en una fiesta con jefes intermedios y curritos en un garito infecto de Madrid. Pues bien: nuestro nuevo becario se acabó enrollando con un compañero… y a los cinco minutos estaba vomitando en una esquina de la discoteca. Pobrecita esa criatura cuando volvió el lunes a trabajar, de verdad, pobrecita, aunque sobrevivió y sigue en la profesión”.
La jerarquía
Hay unos cuantos trucos dudosos para bajar el pedo antes de irte a dormir. El más doloroso es cuando un compañero de oficina te lo baja (contra tu voluntad) metiéndote una brasa terrible en medio de la fiesta. Pero si escuchar 25 minutos de parrafada espesa es duro, peor lo tienen las mujeres con el babosismo. Dentro testimonio:
"Era un 'baby boomer' medio calvo con pelo de Krusty el payaso al que tuve que hacer una cobra media hora después al bajarme de su taxi"
"A principios de los años dos mil, en los años de la burbuja, la empresa en la que trabajaba reservaba una discoteca y nos invitaba a copas, canapés, sorteaba viajes al Caribe y televisiones. Era mi primer empleo en unos años en los que nos parecía casi normal que tu jefe se permitiera opinar de tu nuevo corte de pelo vinculándolo a tu desempeño profesional (si eras mujer y encima joven, con más razón, obviamente). En una de esas copas de Navidad, un jefecillo fue tan amable de ofrecerme llevarme en su taxi de vuelta a casa porque le pillaba de camino. Era un baby boomer medio calvo con pelo de Krusty el payaso y con una halitosis inolvidable al que tuve que hacer una cobra media hora después al bajarme de su taxi. Y aguantar sus miradas pegajosas durante los siguientes años".
En efecto, la nota no siempre la dan los curritos, también las altas esferas.
Pasando a otro clima menos grimoso y más lúdico, pero igualmente incómodo para las jerarquías, van dos testimonios sobre jefes en máximo estado de confusión:
1) “Uno de los cargos más relevantes del periódico (digamos que pasa 14 horas al día en la empresa porque hace DE TODO) se puso como las grecas en la fiesta de Navidad, dando tumbos por las escaleras y diciendo que de ahí se iba para casa porque al día siguiente tenía que currar (su casa estaba a 50 kilómetros de Madrid). Esta persona fue presentador de televisión y a los que lo conocemos de aquella época nos hace especial gracia”.
Reglas básicas para salir airoso de la cena de empresa de este año
Iván Gil
2) “Los compañeros de una sucursal bancaria estábamos celebrando la Navidad en un restaurante frente al banco. La típica comida infinita que se va complicando por los chupitos y demás. En un momento dado, ya de noche, el director de la sucursal se puso de pie y dijo: ‘Voy al banco a por una botella que tengo escondida y ahora vuelvo’. Pues bien: nunca volvió porque… ¡acabó detenido! ¿Qué pasó? Como buen director de sucursal, el hombre no tenía ni idea de quitar y poner la alarma del banco, pensó que si entraba y salía rápido no sonaría, pero sí sonó, se presentó la policía, se encontraron a un fulano en estado de embriaguez que decía ser el director de la sucursal, hubo forcejeo y acabó retenido. Todo esto es completamente verídico. El hombre se convirtió en una leyenda. La última generación de bancarios con camisa abierta hasta el ombligo”.
En efecto, testimonio histórico.
Pero si ver a tus jefes chiflar ya es bastante, ver a la empresa desbarrando al completo tampoco tiene nombre. O cuando los encargados se resisten personalmente a que la fiesta se acabe…
"Cuando el mundo empresarial español se desmelena, se desmelena"
“Era la copa de Navidad de una empresa que alquiló nuestro local hasta la una de la madrugada. Llegada la hora pactada, la mujer que había contratado el evento estaba completamente borracha. Intentó que la fiesta continuara como fuera y hasta la hora que fuera, la lió pardísima. ¡La contratante pidiendo no cerrar las barras porque lo estaba pasando en grande! Fue una locura. Te esperas que pase algo así en las bodas, no en los eventos empresariales”.
“Organizamos una fiesta de Navidad a una marca española muy glamurosa. Cuando tocó echar el cierre, la persona que nos había contratado y todos sus colegas iban tan pedo que se negaron a irse. Motín a bordo. ¡Se resistieron a abandonar su propia fiesta de Navidad! Se prolongó hasta las mil. Cuando el mundo empresarial español se desmelena, se desmelena [nota: se cobraron horas extra y perjuicios]”.
'This is the end'
Lamentablemente, todo tiene un final. Ese momento en el que la oscuridad de la noche da paso al brillo cegador de la mañana y la carroza se convierte en calabaza. Tras el subidón, el bajón de la vuelta a la rutina oficinesca…
Las 10 cosas que no deberías hacer jamás en la fiesta de Navidad de la empresa
César Andrés Baciero
“Unas ocho o 10 personas terminamos en un after infecto de Malasaña. No encontrábamos el local concreto y yo me colé sin querer en un hotelito pensando que era ahí y asustando a la señora de la limpieza. Luego estuvimos en el after y salimos tipo 10 de la mañana, fuimos a desayunar y nos cruzamos con una compañera de otro departamento que en ese momento sacaba al perro. NOS DIO MUCHA VERGÜENZA”.
Un último testimonio amnésico para cerrar la función…
“Me temo que soy la persona menos indicada para hablar de esto, porque me tomo cinco cervezas y al día siguiente no recuerdo nada de nada. De hecho, no recuerdo haber estado nunca en una fiesta de empresa”, zanja uno de los encuestados haciéndose el loco. Prefiere callar, aunque sabe cosas…
A veces, no acordarte de lo que sucedió en la fiesta de empresa es lo más conveniente para conservar los frágiles equilibrios oficinescos. Lo que pasa en las fiestas de empresa se queda en las fiestas de empresa… salvo alguna cosa.
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