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El profesor en la escuela de negocios INSEAD de Fontainebleau, José Luis Álvarez, uno de los mayores expertos en psicología presidencial, pionero en analizar las emociones de los gobernantes españoles desde la democracia, ya detectó hace un año en Pedro Sánchez un estadio avanzado del llamado síndrome de la Moncloa. En una entrevista en este periódico, tras sus cinco días de reflexión, recordaba que, según Maquiavelo, un año después de estar en el poder, éste ya empieza a tener efectos psicológicos en el líder, en el príncipe. Y Sánchez llevaba seis.
Doce meses después, ese mal se ha manifestado de muchas otras formas. Con el respaldo que el presidente brindó hasta el último minuto a Santos Cerdán y con su decisión de aupar al nuevo equipo de Organización a otro de sus estrechos colaboradores, Paco Salazar, que este sábado, antes de ser nombrado, se vio obligado a renunciar al puesto en Ferraz y a dejar su cargo en Presidencia, tras una información de posible acoso sexual a una trabajadora de Moncloa.
Sobre Cerdán hubo muchos avisos previos que le pudieron hacer dudar. Con Salazar, fue en las cañerías del PSOE donde comenzó a circular este turbio asunto, cuando hace tres semanas su nombre sonó como posible número tres del partido. Pero tampoco de esto Sánchez sabía nada.
Estas dos circunstancias han incrementado la sensación de que nadie en su entorno le habla con franqueza, de que el presidente está muy aislado y no cuenta con asesores capaces de discrepar o lograr que explore posibilidades distintas. Y una de las personas que en los últimos años más ha contribuido a que esto suceda, apuntan fuentes del partido, ha sido el propio Salazar. "Lo tienen incomunicado", señalan, en una "burbuja". Hasta el punto de que se ha instado a veces a "modificar" análisis electorales críticos para suavizarlos, según el relato de una persona que conoció bien las tripas de Moncloa.

"Sánchez se está yendo, se está yendo ya desde hace tiempo"
Marisol Hernández
Como coordinador del conjunto del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, hasta su reciente salida, y antes como secretario general de Planificación Política, Salazar era uno de los últimos eslabones de esa cadena. Un dirigente con mucho poder en el Gobierno, preocupado además, de que nadie más despuntara como estratega.Tanto, que la convicción de que al presidente nadie le llevaba la contraria y no se le proporcionaba toda la información, llevó en 2023 a uno de los analistas de la casa, en medio de la campaña electoral de las elecciones autonómicas y municipales, a intentar que sus papeles llegaran a Sánchez a través de otra persona. Un movimiento para alertarle de que el enfoque político de esa batalla electoral, con el jefe del Ejecutivo en primera línea, era erróneo. El resultado del 28-M días después, una debacle para el PSOE, le dio la razón.
Pero, aunque se señale a Salazar y sus "amigos" como responsables de cepillar, lo que era bueno que supiera o no el jefe del Ejecutivo, en el PSOE también atribuyen a la personalidad del presidente esta deriva. "Nadie se atreve a decirle nada porque no admite la discrepancia". "No encaja y se cabrea", aseguran fuentes socialistas. "No le cuestionan porque se los carga", indica otra persona con un pasado en la Moncloa, sobre su fama de killer, muy menguada ahora tras los últimos acontecimientos,
Incluso Paco Salazar sufrió durante un año el dulce destierro de dirigir el Hipódromo de la Zarzuela por su excesiva sintonía con Iván Redondo, de quien fue número dos. Con el paso de los años, los asesores mutaron a sólo subordinados y el círculo de personas capaz de disentir se hizo más y más estrecho. "En ese clima todos son celosos de todos", explican en el partido, sobre que el comportamiento de los altos cargos, que se adapta para recibir el aplauso presidencial. Cualquier susurro al oído de Sánchez podría haberse interpretado como una lucha de poder.
Este contexto puede arrojar luz sobre por qué nadie osó decir nada del presunto caso de acoso sexual de Salazar en la Moncloa, donde, según contó eldiario.es, las trabajadoras a su cargo alertaban a las nuevas de que no quedaran con él a solas o aceptaran invitaciones fuera del horario laboral. En el Gobierno sostienen que no tuvieron conocimiento y que ningún empleado o empleada pidió nunca la activación del protocolo de actuación ni se ha sabido de algún hecho o comportamiento verbal o físico de naturaleza sexual, que pudiera ser constitutivo de una actuación degradante, ofensiva o intimidatoria en Presidencia.

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Esteban Hernández
La realidad es que cualquiera en la Moncloa o en Ferraz podría haber salido mal parado por cuestionar a uno de los hombres fuertes de Sánchez en su gabinete, alguien que le ha acompañado en su carrera en el PSOE desde el principio de los tiempos. Lo mismo de haberse aventurado a sospechar de Santos Cerdán, que el presidente calificó de "persona honesta" cuando ya existían informaciones sobre su posible implicación en la trama de presuntos contratos irregulares y amaños del Ministerio de Transportes.
Curiosamente, Cerdán y Salazar estaban enfrentados, en los habituales roces entre el partido y el Gobierno por influir en la estrategia y ofrecer datos electorales. Y el segundo ha caído muy poco tiempo después del otro.
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