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El sainete del Mundial de Fútbol 2030 avanza entre cuadros de excel manipulados, ensalada de sedes y renuncias como la que acaba de protagonizar Málaga, acuciada por el elevado coste de las obras y las molestias que ocasionarían a la afición del equipo local. En teoría, el número 11 en la lista de la Federación para seleccionar otras tantas sedes debería saltar a Vigo, elegida como 12 tras caer un puesto en una polémica rectificación de última hora. Solo en teoría, porque ni el organismo federativo ni el Gobierno lo ven así. Valencia también pugna por esa plaza, mientras la posibilidad de nuevas renuncias planea sobre A Coruña, que no arroja la toalla pese a las dudas sobre su ambicioso proyecto.
"Somos sede del Mundial. La retirada de Málaga, de la que no me alegro, acaba de trastocar todo lo que hicieron Rueda y Louzán para que Vigo no fuera sede", anunció el alcalde de Vigo, Abel Caballero, al conocer la renuncia de La Rosaleda malagueña, con referencias a las supuestas maniobras del presidente de la Xunta y del de la Federación para favorecer la candidatura de A Coruña frente a la de Vigo. Pero incluir directamente a su ciudad, como reclama Caballero, supondría descartar a Valencia, que desbloqueó la construcción del Nuevo Mestalla después de que se realizara la selección de las 11 anfitrionas. El pasado martes se constituyó la comisión interministerial para la organización del Mundial. Tanto José Manuel Rodríguez Uribes, presidente del CSD, como Rafael Louzán, titular de la RFEF y expresidente de la Diputación de Pontevedra, evitaron la confirmación de Vigo.
El presidente de la Federación equiparó las opciones de las dos ciudades que optan a hacerse con la vacante dejada por Málaga, con especial atención a la ciudad del Turia. "España tiene alternativas. He hablado con Valencia y tienen la financiación garantizada. Van a llevar a cabo y rematar sus obras del campo nuevo en 2027", declaró. "Vamos a defender que Vigo y Valencia estén, que estén las 12", abundó el presidente del Consejo Superior de Deportes, apelando a una ampliación del número de sedes para incluir tanto a Vigo como a la tercera ciudad española en número de habitantes, que acogió los partidos de la Roja en el último Campeonato del Mundo celebrado en España, en 1982.
No parece fácil que la FIFA acceda a elevar a 12 los estadios españoles que acogerán partidos del Mundial 2030, teniendo en cuenta que será un campeonato compartido con Marruecos y Portugal, países que no están por la labor de renunciar a plazas en favor de España. Además, Uruguay, Argentina y Paraguay albergarán el encuentro inaugural de sus respectivas selecciones, como homenaje al centenario de la primera Copa del Mundo, disputada en el 1930 en Montevideo, lo que reduce las posibilidades de una lista de 12.
Queda en entredicho el valor de la selección inicial realizada por la Federación Española, que anunció la designación de estadios como el fruto de un cuidadoso trabajo realizado por una comisión específica mediante un sistema de puntuaciones que se resolvió por centésimas. La caída de Málaga cuestiona el rigor de ese trabajo, como también lo hizo la revelación de que el excel con las puntuaciones finales fue manipulado a última hora tras una reunión celebrada en un bar, lo que dejó fuera a Vigo en favor de San Sebastián.
La RFEF trata de desvincularse ahora del dilema de elegir entre Vigo y Valencia al trasladar la responsabilidad a la Federación Internacional. "La última palabra la va a tener la FIFA", repite su presidente, antiguo rival político de Caballero en la Diputación de Pontevedra. Cuando se efectuó la primera selección, Louzán estaba al frente de la territorial gallega, era vicepresidente de la española y la persona con la que reportaba el comité de selección.
El organismo que preside Gianni Infantino ya hizo en noviembre una valoración de las 20 sedes de los tres países organizadores, y ahí las dudas recayeron sobre A Coruña, que obtuvo la peor valoración de todas ellas. La coruñesa es ahora mismo la ciudad que centra todas las sospechas. Fue premiada en las valoraciones por un sistema de financiación mixto, en el que un operador privado aportaría parte de los fondos a cambio de emplear Riazor para la celebración de espectáculos. Pero cuando se cumple un año del anuncio de las 11 elegidas, nada se sabe de ese inversor. No solo eso: el proyecto coruñés cuenta con el rechazo de Abanca, el banco propietario del Deportivo de A Coruña, enfrentado con el Ayuntamiento y que se opone el traslado a otro estadio durante las obras.
El reparto de la financiación pública también está todavía en discusión en A Coruña. Su alcaldesa, la socialista Inés Rey, que gobierna en minoría, no podrá contar con el apoyo del BNG si no convoca un concurso público para seleccionar al operador privado del estadio, dado su carácter municipal. La situación parece más compleja incluso que la de Málaga, pero el Ayuntamiento no tira la toalla. "No manejamos en ningún caso esa perspectiva", ha dicho su concejal de Turismo tras conocer el desenlace de la ciudad andaluza. El Ayuntamiento coruñés apuesta por crear una comisión para colaborar con el propietario del Deportivo, pero los meses pasan y su propuesta sigue sin cuajar.
Abel Caballero –que todavía no ha explicado cómo piensa pasar de 30.000 espectadores a los 42.000 que reclama la FIFA con la reforma de una sola grada– no ha llegado a pedir la exclusión de Riazor, pero las debilidades de la sede coruñesa flotan en el ambiente. El alcalde de Vigo ha relajado la intensidad de sus protestas desde que fue recibido en la Federación por un comité federativo en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, el pasado mayo. Caballero salió de la reunión sin las puntuaciones que reclamaba, debido al "deber de confidencialidad", y con la amenaza de emprender la vía judicial, de la que nada se sabe todavía, pero también con el compromiso de la RFEF de encontrar "una solución", quizás con la esperanza de que la caída de algunas de las elegidas le permitiese escalar hasta el codiciado número 11. Como de momento con Málaga no le llega, todas las miradas se vuelven hacia Riazor.
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