
Las feroces críticas del presidente de EEUU, Donald Trump, a su homólogo de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, siguen poniendo el foco de los mercados...
Las feroces críticas del presidente de EEUU, Donald Trump, a su homólogo de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, siguen poniendo el foco de los mercados sobre la dirección de la política monetaria en Estados Unidos. Se acerca la hora de la verdad tan pronto como este miércoles 18 de junio, cuando se conocerán la esperada decisión y las proyecciones para lo que resta de 2025. En una intervención ausente de educación, una vez más, el presidente llamó al gobernador del banco central algo así como "cabeza hueca" y lo responsabilizó de un potencial sobrecoste de 600.000 millones de dólares anuales por no reducir de inmediato los tipos de interés.
El problema es que no le falta razón en el cálculo ni en que el recorte de la Fed parece la única solución viable para que EEUU pueda afrontar con garantías la sostenibilidad de su deuda pública de 37 billones de dólares. Trump ha señalado que una rebaja de dos puntos porcentuales sería suficiente para generar ese ahorro al Tesoro federal. Desde que los tipos abandonaron la zona cero en 2022, la factura de intereses para sostener la deuda de EEUU se ha triplicado, hasta 1,2 billones. Las consecuencias de ese aumento contante y sonante han aumentado el perfil de riesgo de EEUU como emisor, por tanto, generando así exigencias de rentabilidad más altas en los mercados.
Más allá de las presiones políticas, la Reserva Federal afronta una de sus decisiones más delicadas en los últimos años. Los datos económicos, aunque mixtos, aún no presentan una justificación sólida para una bajada de tipos en esta reunión de junio, pero sí para próximas citas como julio o septiembre. El mercado laboral, por ejemplo, sigue mostrando fortaleza pero se enfría como la economía, que ha entrado en contracción en el primer trimestre. Los precios arrojan esperanza. La inflación general se ha acercado al objetivo y el IPC industrial crece menos de lo previsto. El temido impacto de los aranceles parece nulo ahora, aunque el despliegue de los peajes comerciales aún es incompleto y sus efectos prematuros.
A pesar de este entorno relativamente estable, la situación política de EEUU añade una capa de incertidumbre. La geopolítica con el nuevo frente bélico entre Israel e Irán recién activado aumenta todavía más la falta de visibilidad para la Fed. Desde principios de 2025, el vínculo tradicional entre el dólar y los bonos del Tesoro a 10 años se ha fracturado. Aunque los rendimientos superan el 4,4%, el dólar ha perdido cerca de un 10% de su valor en solo cinco meses y medio. La desconexión refleja una pérdida de confianza estructural en Estados Unidos, motivada por su fragilidad política y fiscal. Los mercados comienzan a discriminar entre valor financiero y riesgo sistémico, favoreciendo activos alternativos como materias primas, monedas extranjeras o mercados emergentes. Ni siquiera que la Fed haya mantenido unos tipos de interés en el 4,25-4,5% durante las últimas reuniones -el doble que en la zona euro, por ejemplo- ha servido para atraer al capital extranjero.
La Fed se ve obligada a actuar con cautela porque si despiertan los dañinos efectos de segunda ronda de la inflación. Recortar tipos sin señales contundentes de deterioro económico podría interpretarse como una cesión a intereses políticos y comprometer su independencia. Pero que Powell dé la razón a Trump sería visto como un mal menor, aunque abriría el camino a que su futuro sucesor -que se conocerá después del verano- no tenga las ideas tan claras, el prestigio y credibilidad que ha mostrado la Fed. Un gobernador del banco central al servicio de Trump puede convertirse en un foco más de inestabilidad.
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