Barajas, una pensión con chinches


         Barajas, una pensión con chinches

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El aeropuerto Adolfo Suárez, antes Barajas para los antiguos como yo, se ha convertido últimamente en una pensión para desamparados, aprovechados del techo gratuito y protector de sus pasillos y… chinches refugiadas en los resquicios de las paredes y servicios públicos. Nadie parece controlar a tan repelentes compañeros de refugio, al parecer resistentes a las malolientes ráfagas de insecticidas más anunciados en la tele y vendidas en las droguerías.

Los trabajadores se quejan del mal olor con razón y los viajeros las pisan en sus carreras para embarcar entre los ocupas que por centenares han convertido las salas de espera con los pasajeros de diferente condición, los uniformados de las tripulaciones y los sufrientes de los retrasos crónicos de idiomas variados que han convertido tan variante concentración cosmopolita en un hotel en el que se descansa, se duerme y algunos hasta se esconde.

“Barajas Hotel” se ha convertido en un ejemplo elocuente del descontrol caótico en que se hundido el país. Por más que se ha dado la alarma, nada se aclara. Contra las chinches nadie parece querer saber, que las maten los empleados aplastándolas, y contra los “clientes” intrusos, las cosas se han vuelto aún más polémicas. Según los últimos censos son más de quinientas personas las que han convertido al aeropuerto en su alojamiento, cotidiano y permanente.

Verán como es el problema entre el Gobierno de socialistas y la retahíla de partidos de diferente condición. y del otro lado la presidencia la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid que, dicho sea de paso, ni se saludan. El Gobierno que encabeza Pedro Sánchez se empeña de que debe ser la oposición autonómica y municipal la que tiene que deshacer el entuerto y la oposición Popular que controla los otros dos poderes, replica que no es suyo el problema.

En fin, como no soy juez ni político ni me atrevo a exponer mi criterio ni soy capaz de averiguar las razones del pleito apenas acierto a pensar que un aeropuerto de esas dimensiones y funciones es más bien un asunto de índole nacional. No lo sé. Ese medio millar de personas más diferentes al parecer no tienen ni nacionalidad ni residencia, muchos son desamparados sin vivienda ni posibilidad de conseguirla, lo cual inspira compasión, y lo cierto es que nadie sabe ni quiere o parece saber qué hacer. Algunos trabajan fuera, los rincones del aeropuerto se duerme al parecer bastante bien.

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