Tras la catástrofe, el artista cogió la pala. Después, cogió el lápiz. "La primera reacción es pillarte días libres para poder estar allí moviendo barro y asistiendo a la gente. Con el tiempo, tu cabeza comienza a asimilar la magnitud del desastre, acostumbrándote a la nueva realidad, pudiendo volcar tus pensamientos en ilustraciones".
Lo cuenta J. Warx. En su muro de Instagram, dos de esos pensamientos derramados en ilustración: la figura del voluntario formada por centenares de miniaturas y la de Carlos Mazón corriendo en una cinta estática, con el paisaje de la desolación a su espalda. Huir hacia delante es el título que pende sobre el president dibujado.
Como J. Warx, tras el estupor de los primeros días, decenas de ilustradores valencianos empezaron a metabolizar lo que estaba ocurriendo con sus propias herramientas. Apareció la arenga al pueblo, la crítica contra los gobernantes o la representación pictórica de lo ocurrido. La lámina con fines benéficos, también. Y la ilustración con vocación de servicio público, también apareció.
En muchos de esos sentidos, este podría ser un reportaje sobre "entender cómo cada uno puede ayudar mejor".
La reflexión es de la ilustradora valenciana María Rodilla, quien tardó unos días en reaccionar tras la tromba de imágenes de agua y lodo. "No eres del todo consciente de lo que pasa", recuerda de los primeros momentos tras la riada. "Fui como voluntaria el primer fin de semana. Al principio haces una toma de contacto y cometes muchos errores, como ir con tus botas de montaña. Después, cada día vas aprendiendo cosas. Me hice un listado de consejos que me pedían los amigos que querían ir a ayudar", cuenta.
Así que desenfundó su lápiz en medio de un panorama emborronado: "Pensé en hacerlo [su lista de consejos] con dibujos para que fuera más fácil".
En su perfil de Instagram apareció una pequeña guía que aglutinaba sugerencias sobre cómo llegar hasta los pueblos afectados, herramientas útiles para limpiar o medidas de protección. De pronto, cada vez que accedías a esa red social, te topabas con las recomendaciones ilustradas de Rodilla, rebotadas por alguien de tu círculo.
Una semana después, su espontáneo manual tuvo una nueva versión, esta vez con un título que disparó su interés: "Unos consejitos para voluntarios de fuera de Valencia". "Trabajo con mucha gente de otras ciudades que quería venir a ayudar y me preguntaban cómo estaban las cosas. En lugar de contestarles individualmente, me pareció interesante ofrecerles esta miniguía", explica.
Esa segunda entrega se multiplicó en la red social, reflejando la necesidad de información útil que precisaba aquel pelotón altruista de escobas. Cada uno debe entender cómo puede ayudar más, era su postulado: "Si un artista con mucho alcance puede dibujar lo que ha pasado y ayudar a que se visibilice más, quizás sea más útil que sacando barro".
Esa figura podría ser, por ejemplo, Paco Roca.
Poco después del desastre, el autor de El abismo del olvido estaba en Italia presentando, precisamente, su último cómic. En las entrevistas que concedió, las preguntas cambiaron el foco. Al final, la RAI le pidió que dibujara lo sucedido.
"Pensé en las dos partes de la tragedia. Primero, en los afectados, los que han perdido tantas cosas y, por otro lado, la solidaridad de toda esa gente voluntaria", explica el autor. En su opinión, en un plano paralelo a la crudeza que ofrecen las fotografías, "el dibujo le da otra dimensión a las cosas, lo convierte en algo más simbólico". "Muestra un concepto, no a alguien en concreto. El dibujo del voluntario lo convierte en una idea, no es nadie en particular", abunda sobre ese imaginario que surgió al mismo tiempo que el duelo. Y desliza: "Necesitamos el arte para asimilar las tragedias".
Las obras del dibujante valenciano se convirtieron en impresiones solidarias para recaudar fondos. Con ese mismo propósito lanzó Pedro Oyarbide su reinterpretación de la portada de Blackwater, la saga literaria devenida en fenómeno editorial. Oyarbide, valenciano de adopción y autor de la reconocida cubierta, ha recaudado ya más de 90.000 euros con su lámina benéfica –puede adquirirse hasta el 5 de diciembre– gracias a los tres millones de lectores en toda Europa con los que cuenta la novela por entregas de Michael McDowell.
"Estuve como voluntario en varios municipios y cuando volví a casa pensé en cómo seguir ayudando. Lo que había visto me recordaba al primer volumen de la saga, La riada, y la escena de un pueblo inundado, con las calles destrozadas", explica el ilustrador, cuya intención "era crear una imagen bonita, no morbosa sobre la tragedia, que mostrara a los voluntarios y el trabajo de los propios vecinos".
Primero la pala, después el lápiz. Esa sensación casi angustiosa que perseguía a los voluntarios al regresar a sus casas, cómo seguir ayudando tras el barro, ha generado propuestas no solo difundidas a través de las redes sociales.
"Queríamos llevar nuestra acción a las calles de los pueblos afectados, porque allí es donde está ocurriendo todo", apunta la artista gráfica Marial. "Al volver cada día de quitar barro sentía el bajón por saber lo mucho que quedaba y por poder ducharme y comer algo caliente cuando a quienes ayudas siguen allí. Era una sensación marrón como el barro", describe.
Para salir del bucle, lanzó junto a la fotógrafa Laia Lluch la iniciativa Posem color a l'Horta Sud, que consiste en imprimir mensajes de aliento y repartirlos entre los vecinos de los municipios afectados. "Queremos decirles que no están solos y que todo el paisaje no sea marrón", explica la artista. Han entregado ya casi 300 lonas, que les facilitan imprentas de manera altruista, y han pegado unas 14.000 pegatinas con ilustraciones creadas para el mismo fin por autores valencianos.
Confiesa Marial que a veces se cuestiona si esas acciones simbólicas sirven de algo. "Aunque luego ves a la gente que las recibe, cómo les cambia la cara y cómo te lo agradece...", se responde. Sobre la utilidad de sus obras sobre la catástrofe, en tanto que artistas, subraya J. Warx el alcance emocional: "Cualquier ilustración que sirva como voz y apoyo, que permita empatizar con cualquier persona afectada, tiene un valor enorme".
En todo este relato, el que tejen las voces de los creadores y en sus propias obras, sobresale una figura: la del voluntario o voluntaria. Los propios artistas han trabajado como voluntarios en las zonas afectadas. "Ojalá quede esa imagen del voluntario como icono de este momento", apunta Paco Roca.
El dibujante valenciano apunta una reflexión que contiene una nueva mirada hacia nosotros mismos, un nuevo espejo en el que mirarnos: "Emocionaba mucho ver pasar a todos esos voluntarios cargando sus escobas como si fuesen un ejército. Cansados de tanta escultura de conquistador y gente aguerrida llenando plazas y rotondas, por qué no una escultura de esos voluntarios con la escoba al hombro". Por qué no.
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