La situación en Paiporta tras el paso de la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) es una escena de desolación, falta de coordinación y solidaridad espontánea. Al recorrer las calles inundadas y anegadas de barro, es evidente que el desastre supera lo que se percibe en imágenes. La magnitud de la destrucción y el caos es asombrosa: un mar de civiles ha acudido de diversas localidades para ayudar, sin que exista una clara organización para coordinar esfuerzos.
La falta de efectivos y recursos para gestionar la emergencia desespera a la gente e indigna a los voluntarios. En varias zonas, como en el centro de Paiporta, la presencia de cuerpos de seguridad y de emergencias es prácticamente inexistente. A lo largo de una hora de recorrido, apenas se observan unidades de la UME, algunos policías y un helicóptero ocasional en el cielo. "¿Por qué nadie viene a ayudarnos?", se preguntan las personas mientras con sus palas echan "barro sobre más barro".
Las personas que lo han perdido todo siguen rumiando la idea de que el desastre podría haberse advertido con tiempo suficiente para salvar vidas y muchos bienes materiales. Explican que las lluvias torrenciales que golpearon el barranco de Chiva, con precipitaciones de hasta 500 litros por metro cuadrado, inevitablemente iban a causar un desbordamiento que afectaría a Paiporta y otras áreas cercanas. Sin embargo, nadie les avisó de la magnitud de lo que se les venía encima.
Lo que sí está funcionando es la movilización ciudadana. Una como no se recordaba desde hacía años. Vecinos y voluntarios, sin esperar indicaciones oficiales, se han volcado a la calle para remover el barro acumulado, organizándose por su cuenta para hacer frente al desastre. La solidaridad es palpable: cada persona, con palas y cubos, intenta sacar barro de las calles y casas, aunque la falta de equipamiento adecuado y apoyo oficial hace que los esfuerzos sean limitados y agotadores.
{getToc} $title={Tabla de Contenidos}