Hay veces que la mala suerte parece cebarse con determinados proyectos. Es el caso del 8x8 Dragón, que como saben, era la "estrella" de los programas del Ejército de Tierra. Sobre el papel, el 8x8 no solo era necesario, sino que parecía llamado al éxito. Retrasos, dudas, sobrecostes, incumplimientos, diseños cuestionados…, ha pasado de todo y la guinda de este no deseado pastel podría estar en una posible cancelación total del proyecto. De momento es solo un rumor, pero nos invita a recapitular sobre este desarrollo.
La necesidad de un reemplazo del parque de blindados de ruedas del Ejército era algo manifiesto. Los vehículos existentes entonces (y que siguen todavía) son los BMR y su derivado de caballería, el VEC. Son diseños nacionales de finales de los 70, con un peso de poco más de 15 toneladas y hoy —incluso también hace 15 años— obsoletos y poco preparados para las amenazas de una guerra moderna.
Dieron mucho juego, eran sencillos y fáciles de mantener, pero su blindaje era inadecuado ante los explosivos improvisados o IED, algo por lo que se pagó un elevado precio en vidas humanas. Por tanto, que el reemplazo llegase estaba más que justificado.
¿Dónde está ese Dragón?
El programa del 8x8 se inicia formalmente en 2007 —hace casi 17 años— estableciéndose una cifra de ejemplares de cerca de 1.200 unidades. En 2010 se firmó un primer acuerdo por más de 1.300 millones de euros, iniciándose así la fase de selección del modelo con el objetivo de haber entregado todos los vehículos en 2016. A partir de aquí todo fueron contratiempos y despropósitos.
Lo primero fue una cancelación de todo el proceso debido a temas presupuestarios. Luego se reactivó en 2013 con un presupuesto de 1.300 millones, pero en lugar de seguir con la idea original de adquirir un vehículo ya en servicio, se encargó a un consorcio de empresas españolas —formado por Indra, GDELS (Santa Bárbara Sistemas) y SAPA— el diseño de un nuevo vehículo. Se tomó como base el Piraña V pero las modificaciones supusieron innumerables retrasos y sobrecostes.
Los retrasos hicieron que las entregas de los demostradores —ni siquiera prototipos o preproducción— pasaran de finales de 2018 a finales de 2019 y así se llega a uno de los aspectos más esperpénticos de este proceso, cuando en diciembre de 2019 se declara el concurso desierto abriéndose una nueva licitación. Esto sonó muy raro pues los contratos de demostradores y prototipos con el fabricante seguían en vigor y estaban a punto de cumplirse, por lo que en ese momento se interpretó tal decisión como un “toque de atención” a la industria.
Pero si sorprendente fue aquello, no lo fue menos que en junio de 2020 Defensa dio luz verde de nuevo al programa, firmando un acuerdo por la misma cifra de unidades, 348 vehículos, el mismo importe anterior ya revisado al alza, 2.100 millones de euros, y con un consorcio —ahora denominado Tess Defence, S.A.— formado por las mismas empresas que antes, Santa Bárbara Sistemas, Indra, SAPA y la novedosa incorporación de Escribano M&E, algo lógico, por otra parte.
En 2022 ya debía haber comenzado la fase de fabricación y las primeras unidades de serie haberse entregado en 2023. En lugar de eso, se incrementó el presupuesto del programa pasando de los 2.100 a los actuales 2.500 millones de euros. El calendario de entregas no se pudo cumplir y tan solo existen siete ejemplares, que no se pueden considerar ni como preserie, pero que se están utilizando para pruebas y desarrollo de sistemas.
De la 'afganización' al bolsillo vacío
Tratar de explicar las causas de ese tortuoso camino no es sencillo. Durante los últimos veinte años, nuestras Fuerzas Armadas se vieron inmersas en un proceso que hemos dado en llamar 'afganización'. Fueron décadas donde las intervenciones militares españolas —como las de casi toda Europa— lo fueron en conflictos de baja intensidad y misiones de mantenimiento de paz. No estuvieron exentas de riesgo, pero marcaron una pauta que nos alejó de otras realidades.
Allí no se necesitaba armamento pesado, ni carros de combate, ni artillería y eso llevó a una organización y a una dotación de medios centrada en ese tipo de operaciones. Se primaba la seguridad por encima de todo y se buscaron y adquirieron vehículos altamente protegidos. Es el caso del RG-31 (del tipo MRAP) o el Lince. Dieron el buen resultado que el BMR era incapaz de dar, pero se perdió la orientación hacia otro tipo de escenario bien distinto. Este es el primer factor que explica el 'culebrón 8x8'.
El segundo factor fue un problema casi endémico: las crisis económicas. Si no hay dinero, hay que recortar de donde sea y esa falta de recursos encajó con unos años donde la defensa no solo era algo secundario, sino casi prescindible. Total —se decía— para realizar las misiones de mantenimiento de paz no se necesita tanto. Esto provocó recortes a todos los niveles, retrasos, enfados de la industria, más retrasos y un encarecimiento brutal. Cada vehículo Dragón pasó de los 4,5 millones de euros originales a los más de 7 que se barajan a hora. Un precio desorbitado.
Así llegamos al tercer factor, el único que se puede achacar al Ejército. Es fácil de comprender que a todos les gustaría disponer del material específico para sus tareas concretas; pero en el mundo real —más en el español— y ante una situación de crisis económica, el mensaje de que se iba a disponer de este vehículo sin otra alternativa posible, caló muy hondo. Es decir, el Dragón iba a ser el clásico "café para todos".
La reacción a esto fue que todos los implicados, de todas las armas y especialidades, quisieron que el blindado pudiera cumplir todos sus cometidos y trajo la consecuencia de que en cada hueco disponible se implementaran equipos de todo tipo. Además de esto, como se diseñó para que sirviese en escenarios con insurgencia, se le dotó de un elevado nivel de protección y el resultado final fue que creciera desmesuradamente en tamaño, peso y coste. El 8x8 ha acabado siendo enorme, demasiado pesado y muy caro. En 2025 se supone que empezaremos a tener un blindado diseñado en 2013, pero que ya nos hubiera gustado tener en el 2000. Iba a ser para todos y hoy no le gusta a nadie.
Versión de caballería: una quimera imposible
Del Dragón iba a haber varias versiones y configuraciones. No vamos ahora a entrar en detalle, pues es algo que ha ido cambiando y que ya hemos analizado, pero hay una de ellas que ilustra a la perfección el cúmulo de despropósitos que rodea al programa. Hablamos de la versión de Caballería. Debería ser el reemplazo de su actual Vehículo de Exploración o VEC y todo comienza, como es lógico, con los propios requerimientos establecidos por el Arma. De ellos, el más notorio e importante es que debía incorporar una torre tripulada.
Esto ya supuso un intenso debate entre jinetes y quienes abogaban por una torre remota común a todos los vehículos. Es un debate que da mucho juego, pues los argumentos existen en un sentido y en otro. Sin embargo, hay que reconocer que, en su papel de exploración y combate, una torre tripulada sería lo ideal para un blindado de caballería, cumpliendo la primera de sus funciones.
¿Recuerdan el tercer factor que les mencionábamos antes? Resumiendo, ocurrió que al modelo base, al punto de partida, todo el mundo empezó a añadirle cosas y como debía servir para todo, se le cargó de tecnología y sistemas hasta el extremo de comprometer su peso máximo. El resultado es un vehículo de enorme en tamaño y con su reserva de peso agotada al acercarse peligrosamente a las 40 toneladas.
Que un blindado nazca sin posibilidades de crecimiento en peso no es admisible. Sirva el ejemplo del VAC, que tendrá un margen de crecimiento de 10 toneladas como mínimo. Esto ha provocado que se tenga que reconocer que la torre tripulada no es viable por la sencilla razón de que su instalación excedería los límites de peso. Ante este revés, no ha quedado más remedio que abandonar la versión de caballería, lo que, a su vez arrastra otras consecuencias.
Soluciones y cancelación
Caballería no estaba nada satisfecha con un blindado de exploración tan pesado y tan grande, difícil de desplegar —olvídense de llevarlo en un A400M— y con riesgo de quedarse atascado en cualquier cruce de calles de cualquier pequeña población. Pero sin torre tripulada ya era demasiado. Por eso, ahora el Ejército está a la búsqueda de un nuevo tipo de blindado de seis ruedas moderno, más funcional, ligero y válido para exploración. Volvemos al concepto BMR, quién lo iba a decir.
Otro problema fue el impacto doctrinal —la forma de operar y organizar las unidades— que supuso el 8x8 desde su concepto. Todavía inmersos en aquella "afganización" en la que cualquier unidad militar podría desplegar en misiones exteriores, se plantearon modelos orgánicos que hoy, sobre todo después de Ucrania, nos parecen aberrantes. Son, por ejemplo, las ideas de mezclar elementos acorazados, como los carros de combate, con compañías dotadas con 8x8.
Esto no funciona, al menos en una guerra de verdad, pues donde el carro llega puede que el gran blindado de ruedas no lo haga y, al revés, donde el de ruedas sea capaz de llegar rápido, el de orugas lo hará demasiado tarde. El consuelo es saber que en el Estado Mayor del Ejército se ha tomado nota y esto no se va a llevar a cabo.
Sobre la posible cancelación total del programa, no hay nada confirmado. De momento es solo un rumor, aunque ya saben, cuando el río suena… La realidad es que, de los más de mil vehículos previstos, es más que dudoso que en el mejor de los casos se pase de un lote de más de 340 ejemplares. Quedarían para unidades ligeras y todos con torre remota. Pero cancelar el programa del todo —aunque a estas alturas no se puede descartar casi nada— genera muchas dudas.
Es cierto que los ejemplares prometidos para finales de este año —del orden de 90— no se van a poder entregar, lo que ha supuesto un gran enfado en la cartera que dirige Margarita Robles. Cancelar el programa supondría no solo tirar a la basura los cerca de 150 millones ya desembolsados, sino afrontar con mucha probabilidad una avalancha de litigios por parte de la industria, que reclamará gastos y perjuicios. Una cancelación total, cuando hace tan solo unas semanas podíamos escuchar a la Secretaria de Estado de Defensa hablar del programa y veíamos los emuladores de su sistema de combate, cuesta asumirlo.
Pero, a favor de esa posible cancelación está el hecho de que la misma industria partícipe de este fracaso —donde las responsabilidades hay que repartirlas en muchos frentes— va a tener que asumir muchos programas que supondrán una enorme carga de trabajo, empezando por el VAC, la modernización del Leopardo, nuevos blindados de ruedas, conversión de barcazas de tanques a blindados de ingenieros, etc. En el fondo, lo triste es que el Dragón, llamado a liderar nuestros ejércitos y ser referente de nuestra industria de defensa, puede acabar como ese animal mitológico con el que comparte nombre: solo se hablará de él en las leyendas.
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