Historia del 'colocón': ¿desde cuándo se drogan los valencianos?

Historia del 'colocón': ¿desde cuándo se drogan los valencianos?

En algún momento, durante la prehistoria de la Península Ibérica, algunas comunidades humanas se percataron de que el beleño, la mandrágora, la datura y el cornezuelo del centeno no eran como el resto de plantas. Desde aquel momento hasta hoy, los alucinógenos tropánicos, ergolínicos o tetrahidro-cannabinólicos, y otras drogas antiguas y modernas con mejor nombre, conviven con la humanidad. De eso han pasado alrededor de 40.000 años, pero solo llevan prohibidas desde principios del siglo XX. En términos absolutos, este punitivismo de resultados cuestionables, tanto por los índices de criminalidad como por los de salud pública, podría ser una anomalía histórica.

La tesis doctoral del historiador valenciano Juan Carlos Usó (Nules, 1959) Drogas y cultura de masas (España 1855-1995) fue dirigida por Antonio Escohotado en 1993. “Cuando en 1989, Escohotado publicó Historia general de las drogas me deslumbró. Suponía un punto de vista radicalmente distinto a todo lo conocido en este país hasta el momento, pero como historiador me chirrió que de su lectura se sobreentendiera que la prohibición de las drogas fue una iniciativa de los Estados Unidos a la que se sumó la comunidad internacional”.

La ley antinarcóticos Harrison inauguró el prohibicionismo en los Estados Unidos de 1914. Por aquel tiempo, el país norteamericano no era la potencia hegemónica que sería décadas después ni el mundo la aldea global de los últimos treinta años. “Los EEUU no tenían esa capacidad de arrastre que Escohotado le otorgó, así que me puse a investigar fuentes primarias sobre el caso español”, expone Usó, “descubrí que en España se llega a la fiscalización de las drogas, que iniciaría la prohibición, de manera autónoma y por una serie de condicionamientos locales”.

Entre 1914 y 1922, ciertos sucesos relacionados con la drogadicción en ciudades como Barcelona, San Sebastián, Madrid o Valencia son utilizados por la prensa para alarmar a la opinión pública y presionar a las administraciones. El sensacionalismo apuntó hacia los farmacéuticos, que hasta entonces dispensaban droga libremente y sin receta. “Hubo varias campañas de prensa en periódicos de diversa ideología, como los catalanes Germinal y El Diluvio, el madrileño El Sol y toda la prensa donostiarra tras la muerte por sobredosis de un aristócrata local en un cabaret a 200 metros de la residencia de verano de Alfonso XIII”, comenta el autor.

Letrero antiguo de una farmacia de Valencia. (Cedida)Letrero antiguo de una farmacia de Valencia. (Cedida) Letrero antiguo de una farmacia de Valencia. (Cedida)

Tras las elecciones de febrero de 1918, disputadas entre Manuel García Prieto y Eduardo Dato, el gobierno español decretó la prohibición de dispensar ciertas sustancias sin receta médica. El resultado fue la corrupción de médicos y farmacéuticos, así como el comienzo del mercado negro y la adulteración del producto. “Hasta que la aspirina no se generaliza en los años 30, el único analgésico que existe es el opio y sus derivados” incide el experto, “el consumo estaba tan extendido que resultaría un milagro encontrar a alguien de la época que no hubiera probado el opio para contrarrestar algún dolor”.

Aquella primera real orden circular contra las drogas no obtuvo las soluciones esperadas a la hora de erradicar o controlar el consumo de cocaína. En la Valencia de los años 20 afloraron los cabarés, los cafés y los music-hall en Russafa, Ciutat Vella y los barrios Marítimos. En junio de 1921, el periódico Las Provincias inició su particular campaña contra este nuevo ocio de masas y los consumos indecentes entre la juventud valenciana. “Carlos Esplá, periodista del diario republicano El Pueblo, replicó bromeando al periódico conservador, pero no se puede atribuir el ánimo de prohibición de las drogas a la derecha social, porque entre los líderes obreristas existía una enorme preocupación por la salud pública de la nueva clase trabajadora, sobre todo por el alcoholismo”, incide Juan Carlos.

En 2021, Usó lanzó la obra Arroz, horchata y cocaína: la incorporación de las drogas a la cultura popular valencia, 1914-1939 (Ediciones Matrioska) como ampliación a nivel regional de sus estudios sobre el conjunto del país. Es el periodo en el que las drogas se incorporan a la cultura popular en todo el país. “El gramo de cocaína costaba 4 pesetas en las farmacias valencianas, y la marihuana y el hachís, aunque este último se extiende en España después de la Guerra Civil con las tropas africanas de Franco, también se vendían en farmacias y se preparaban en jarabes y licores estomacales como el Montecristo, fabricado en Albal”, concluye el historiador.

No existe diferencia entre la campaña del diario El Sol titulando "Madrid se envenena y el gobierno se inhibe", de 1918, y el programa televisivo Código Uno, presentado por Arturo Pérez-Reverte en RTVE, en 1993. Aquella noche, el académico cartagenero recetaba “un recorrido por los peores rincones de la España cruda y dura” para abordar el fenómeno musical valenciano de la Ruta del Bakalao. En Canal Plus se estrenaba el documental Hasta que el cuerpo aguante. Estos dos programas produjeron un efecto llamada en el resto del país que engrosó la asistencia y el tráfico rodado. Rafael Vera, secretario de Estado para la Seguridad, ordenó aplicar la ley Corcuera en las discotecas y la Guardia Civil multiplicó sus posiciones. La receta se siguió aplicando hasta mediados de los 90 entre las carreteras valencianas de Pinedo a Sueca. La inevitable decadencia hizo el resto.



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