El síndrome de la 'buena amante': mirar más por su placer que por el tuyo


         El síndrome de la 'buena amante': mirar más por su placer que por el tuyo

Priorizar el placer femenino en la cama sigue siendo nuestra asignatura pendiente en la intimidad.

Aunque cada experiencia sexual es diferente, hay una característica con la que la mayoría de mujeres heterosexuales podrán sentirse identificadas y es la premisa de que él va a llegar al orgasmo.

Es decir, de una manera inconsciente se parte de la idea de que el orgasmo masculino es ineludible, mientras que el orgasmo femenino es algo que puede o no ocurrir, pero no se ve como indispensable.

Algo que tiene una consecuencia directa en cómo nos aproximamos al placer, en vez de buscar el propio, preocupa más conseguir el del otro.

Claro que es algo tan sutil que no es que exista una decisión tácita de "voy a acercarme al sexo de esta forma", es más un factor que se repite de una manera o de otra, me explico…

Si hay sentimientos de culpa cuando se es la receptora del placer, si hay agobio, preocupación porque se tarda mucho o porque no se sabe cómo explicar de qué manera se quiere recibir la estimulación, es muy común salir por el "No hace falta que sigamos, así está bien".

Y como esto es algo que no paro de encontrarme en las sesiones de sexología, que contribuye a la brecha orgásmica, es interesante analizar de dónde viene el hecho de que tanto en el plano de encuentros casuales como de relaciones estables, nuestro placer quede en segundo plano.

Por un lado, las representaciones de sexo con las que hemos podido crecer (películas, series, pornografía…) suelen terminar cuando el hombre alcanza el orgasmo, lo que refuerza la idea de que el sexo está completo en ese momento.

Esto lleva a que se internalice la idea de que el placer masculino es el estándar y provoque en las mujeres un síndrome de 'buena amante' al buscar validación en su disfrute: "Si él está satisfecho, lo he hecho bien".

Claro que la falta de conocimiento sobre el cuerpo femenino -sí, ya sabemos que saben dónde está el clítoris-, o de cómo le gusta a la persona o de la respuesta sexual, también contribuye a que el placer femenino se vea como algo más misterioso o difícil de alcanzar, y por tanto, menos prioritario.

Es interesante preguntarse cuánto hay de 'natural' y de aprendido en que se replique esta dinámica. Habrá quien pueda pensar que la prioridad del orgasmo masculino tiene su origen e importancia no solo en la biología sino en la supervivencia de la especie, ya que la eyaculación es necesaria para que se dé la concepción.

¿Biología o socialización?

Sin embargo, como la mayoría de las veces que intimamos, es simple y llanamente por el placer, tiene aún más sentido analizar el motivo de que una de las dos partes suela quedarse a dos velas.

Con ritmos diferentes en lo que a nuestros tiempos sexuales se refiere, pasa a menudo que cuando el hombre llega al orgasmo más rápidamente, se percibe como un estándar que debe seguirse.

La consecuencia directa es que genera una presión para que la mujer se ajuste a ese ritmo. Así que si el orgasmo femenino puede requerir más tiempo (y dedicación), es posible que se minimice o incluso se omita para no alargar el encuentro, lo que, una vez más, contribuye a la idea de que nuestro placer es opcional.

Creo que es de la misma manera nuestra misión la de desprendernos de la culpa si eso pasa, ya sea porque sentimos que estamos tardando mucho o que no tiene sentido continuar porque, de antemano, hemos decidido que no vamos a llegar (lo que, efectivamente, actúa como echarte el freno a ti misma).

Así que invito a que empecemos a preguntarnos no ya solo cuánto de complacientes somos, que está muy bien enfocarse en las necesidades de la otra persona porque el sexo debería ser una experiencia satisfactoria para todos los participantes.

Pero también si realmente le damos la importancia que tiene a nuestro disfrute y lo traducimos en la acción directa de poner en práctica comportamientos -expresándolo, mostrándolo o corrigiendo a la otra persona-, que son una manera de empoderarnos en la intimidad.

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