A subasta los diamantes que pudieron costar a la reina María Antonieta su caída


         A subasta los diamantes que pudieron costar a la reina María Antonieta su caída

Los diamantes provienen de un collar diseñado para la última reina de Francia, que ella nunca encargó.

Un singular collar fabricado con unos diamantes de trescientos quilates que según la leyenda le pudieron costar la caída (y a la postre la cabeza) a la denostada María Antonieta (1755-1793), última reina de Francia, se subastará al mejor postor el próximo mes de noviembre.

La joya, de cierre abierto, fue creada para que sus perlas opacas cúbicas, que en su día pertenecieron a María Antonieta, fueran lucidas alrededor del cuello de la aristocracia británica -en concreto por el marquesado de Anglesey- durante los siglos XVIII y XIX, y está valorada en 2,8 millones de dólares (2,5 millones de euros).

"El hecho de que el collar haya sobrevivido durante siglos sin ser desmantelado y vendido en partes es totalmente extraordinario", afirmó a EFE Emily Barber, responsable de Alta Joyería de la casa de subastas Sotheby’s, que subastará la pieza en Ginebra el próximo 11 de noviembre.

El abalorio, que se coloca como si de una bufanda de perlas se tratase, es "de exquisita fabricación y mano de obra", describe la experta, y debido a su antigüedad y su paradero hasta ahora desconocido está rodeado de misticismo.

La experta de Sotheby’s explica que: "Alguno de los diamantes, e incluso las borlas, provienen de un collar supuestamente diseñado para María Antonieta, la última reina de Francia, que ella nunca encargó, pero que propició su caída tras la Revolución Francesa".

La alhaja original fue más tarde desmantelada y, según Barber, parte de sus diamantes "llegaron al comercio de joyería de Londres para ser vendidos. Se cree que alguno de estos provienen de aquella conocida pieza".

Este famoso collar estuvo presente tanto en la coronación del rey Jorge VI en 1937, como en la de Isabel II de Inglaterra, en 1953, por el marquesado de Anglesey.

La última vez que fue visto, antes de su “desaparición”, fue en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, por su bicentenario en 1976.

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