Evita olores, suciedad y necesita mucha menos cantidad de aceite que una sartén, sin embargo la influencer insiste en que no olvidemos que lo importante es qué cocinamos en ella
La freidora de aire va ganando adeptos a pasos agigantados. Cada vez se ven más modelos en las tiendas y más económicos. Sin embargo, ciertas voces expertas en nutrición llaman a la calma y a no confundir las ventajas en la forma de cocinar con lo que cocinamos y finalmente ingerimos. Una de esas voces es Boticaria García, quien ha dedicado varios posts en sus redes sociales a este electrodoméstico presente ya en muchos hogares.
A priori, el marketing de la freidora de aire es imbatible: necesita menos aceite que una sartén convencional, por tanto, es mejor para el bolsillo y se agradece en estos tiempos en los que se ha convertido casi en prohibitivo; es más limpia y no provoca los olores característicos de cualquier fritura. Gracias a ella la cocina puede ser ese lugar aséptico con el que todos soñamos, sin manchas ni aromas pesados.
No solo importa el cómo, sino qué cocinamos
¿Qué "peros" puede tener entonces esta freidora que, en principio, parece que ha llegado a nuestra vida para mejorarla? Pues el problema es, según Boticaria García, que no entendamos que lo que importa realmente es qué cocinamos. Así, recuerda que la fritura no debe formar parte de nuestra dieta diaria y menos aún formas de cocinar como el rebozado, poco saludable para el organismo. En este sentido, abusar de las patatas fritas y otros fritos no será una buena noticia para el sistema digestivo.
La ventaja de la freidora de aire: evita la acrilamida
La gran ventaja que aporta este pequeño electrodoméstico tiene que ver con que evita la formación de un compuesto que resulta perjudicial para el organismo. Se trata de la acrilamida, y la freidora de aire la evita hasta en un 90 por ciento. Es una sustancia química que según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), se forma de manera natural en alimentos ricos en almidón durante procesos de elaboración a alta temperatura, más de 120 grados, y en condiciones de baja humedad.
La acrilamida, apunta la EFSA, se encuentra en productos tan cotidianos de nuestro día a día como las patatas fritas, el pan, las galletas o el café. Su presencia se detectó en los alimentos y comenzó así a analizarse muy tarde si consideramos que esto tuvo lugar en 2002. Unos años más tarde, en 2015, expertos de la EFSA advirtieron de que puede aumentar el riesgo de cáncer en consumidores de todos los grupos de edad.
En cuanto a este riesgo, hay que aclarar que la mayoría de la gente no está expuesta a niveles de acrilamida lo suficientemente altos como para sufrirlo. Las partes negras de alimentos que indican que se han quemado, que es el signo exterior con el que se manifiesta la acrilamida, en las tostadas, por ejemplo, no suponen un riesgo para nuestra salud. Sí lo es en caso de ingerirla de forma frecuente.
Referencias
EFSA(s.f.).Acrilamida.https://www.efsa.europa.eu/es/topics/topic/acrylamide
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